(NO RECOMENDADO PARA MENORES DE 18 AÑOS)
— La reunión de hoy iba sobre
traer cosas sugerentes e imaginativas, no vale que hayas traído un consolador
tamaño mini de los de toda la vida, Irene— decía Regina mientras sujetaba sobre
las piernas una cajita negra del tamaño de una caja de zapatos.
— No es un consolador— contestaba
la rubia con gesto indiferente.
— Esperad, no hemos empezado la
reunión y ya estáis descubriendo todo el pastel, hay que hacerlo por orden,
¡coño! — Las regañaba So, mientras escondía bajo su silla una bolsa de color
azul añil atada con un nudo.
Las seis chicas estaban reunidas
en el privado del Pub Vigo Low, un nuevo antro de baile y música pachanga que
los jueves cerraba por descanso de personal, y que ellas frecuentaban algunos
fines de semana. Las reuniones siempre se organizaban en el salón de su casa,
pero esta vez no había podido ser, ya que los pintores lo tenían todo patas
arriba, por lo que le pidieron al dueño del local que les dejara hacer su encuentro
en dicho privado.
Cada una tenía que llevar algo
relacionado con el sexo y tenían que sorprender a las demás, el objeto que
causara más sensación ganaría aquel entretenido juego.
Una vez estuvieron todas sentadas
en sus butacas de terciopelo rojo, con sus “ofrendas” preparadas y sus copas de
bebidas isotónicas fresquitas, empezaron la ronda de preguntas.
— Que empiece Irene, que me ha
dejado muy intrigada con ese cacharro que ha traído sin envolver ni nada, que
poco te gusta el suspense, nena— dijo Regina bebiendo un sorbo de su vodka con
limón.
— El único suspense que no me
gusta es cuando te dicen: “Chupa, chupa que yo te aviso”. Así que yo seré la
última, así diré lo de: “Uy, perdón, me he corrido dentro” Una de las disculpas
más falsas del mundo. De todos modos, ya sabéis que forma tiene mi aparatito
¿verdad? — Contestó la aludida, dejando el chisme de color plateado encima la
mesa, a la vista de todas.
— Bien, pues empiezo yo— dijo Connie—
mirad que horterada más grande.
De una caja blanca, Connie
mostraba una pelota del tamaño de un coco, era metálica y con forma de cabeza
reducida. En uno de los lados se podían ver unos generosos y rosados labios de
silicona.
— ¿Qué narices es eso? — Preguntó
Alicia, al tiempo que sujetaba la bola entre los dedos.
— Lo venden por Internet y le han puesto de nombre Kissenger, se
supone que es para dar besos cibernéticos, pones los labios aquí y la persona
con la que hablas por chat tiene otro ejemplar para recibir las vibraciones de
tus labios sobre los suyos. Una auténtica memez, me parece aberrante, pero creo
que es lo más interesante y original que he podido encontrar, esta vez ganaré
yo— dijo la rubia con total confianza.
— Eso ya lo veremos— susurro Irene
por lo bajo.
— Vaya chorrada, un tamagochy
masturbatorio. Seguro que muchos se lo pondrán en el pito, que asco por favor—
contestaba Karol arrugando la nariz asqueada.
— Pues hija, cada uno se lo
pondrá donde mejor le parezca, yo de momento pienso regalárselo a nuestro
casero, que lo mismo deja de mirar por la terraza cada vez que tomamos el sol—
decía Connie imitando la cara de asco de Karol.
— Eso, o lo empieza ha hacer
acompañado por el botijo obsceno— decía So a carcajadas.
— Venga, que sí, muy bonito el
aparato, me toca a mí— continuaba Regina con su caja negra entre las manos.
Al abrirla todas arquearon las
cejas.
— ¿Y tú me decías que yo no era
original? Regina, la lencería femenina no es nada del otro mundo, guapa— decía Irene
con tono burlón.
— No es un sujetador común.
Mirad.
Regina se quitó la blusa y el
sujetador de margaritas que llevaba puesto. Sus pechos se descubrieron
perfectos y erguidos. Irene levantó una mano y le acaricio mínimamente uno por
la zona inferior.
— ¡Quita, cabrona! — La reprendió
Regina.
— Si es que me los has puesto en
la cara, no hombre, así no vale. Las manos siempre van al pan, o a la leche,
nena— rió Irene al ver la cara de Regina, que rápidamente se sonrojó.
Al ponerse el sostén, los pechos
se alzaron como por arte de magia, y eso que Regina ya de por sí los tenía muy
turgentes. Pero lo increíble llegó luego, cuando presionando un pequeño botón
bajo la axila, la copa del sujetador empezó a hincharse hasta límites
insospechados.
— Ahora sí, tocad, tocad. A ver
si notáis que son todo aire.
Las chicas palparon por encima de
la tela y el tacto era tremendamente real, parecía que el sostén estuviese
relleno solo de carne. Nadie a simple vista o al tacto, diría que era ficticio
el volumen.
— ¡Jooooder, yo quiero uno de
esos! — Gritaba So, mientras que se recreaba en el tacto de las tetas de
mentira de Regina— Venga va, me toca a mí. Tengo una cosilla que seguro que os
gusta mucho. Se trata de un gel de estrechamiento vaginal— confesó tras enseñar
un bote anaranjado.
— Quizás también valga para
reducir hemorroides— decía Alicia partiéndose de la risa, contagiando a sus
compañeras inmediatamente.
— Pues es un súper
descubrimiento, se supone que no se debe aplicar en lugares públicos, si no
quieres tener sorpresas. Debería untároslo a todas por canchondearos de mí,
malas pécoras— explicó So, que parecía decepcionada por la respuesta de las
demás.
— Mi aportación la tengo en la
entrada, era demasiado grande como para envolverla. Ahora mismo os lo traigo—
dijo Karol.
Llegó con un gran paquete de
cartón, parecía no pesar mucho, pero abultaba casi más que ella. Abrió la tapa
de la caja y sacó con dificultad una especie de espuma negra y acolchada.
— ¿Qué es eso? — Preguntó Connie.
— Se trata de una cama orgasmo. Y
no creo que os tenga que explicar qué es lo que hace, ¿verdad?
Una vez dicho aquello, desenrolló
el fardo espumoso y mostró unos bultos de plástico duro en ciertas zonas, los
cuales al presionar un sensor, se empezaban a mover de forma violenta y atroz.
— Eso te tiene que dejar el
chichi como una mojá de pisto— reía esta vez Irene a punto de saltársele las
lágrimas.
— Que nos lo diga Karol, que si
lo ha traído es que lo ha probado ya— pinchaba So a la morena con cara de pocos
amigos.
— Pues sí, lo he probado, y como
no funciona, no pienso dejároslo a ninguna. Ale, os vais a quedar con la duda—
dijo Karol metiéndolo de nuevo en su caja.
— Ya te convenceré nena, que yo
no me he reído— decía Alicia, intentando aguantar la risa a duras penas— pero
ahora me toca a mí. Lo mío no es un objeto, es un pequeño regalito que os hice
a cada una de vosotras.
Alicia extrajo su portátil de la
bolsa de transporte y lo encendió sobre la mesa. Las seis chicas se pusieron en
posición para poder ver lo que la pantalla mostraba.
De repente un video porno empezó
a proyectarse, donde varias chicas de espaldas se lo iban a montar con unos
tíos cachas y bien formados.
Cuando So iba a decir que para
ver porno, no hacía falta montar reuniones como aquella, todas se quedaron
calladas y con la boca abierta, descansando casi el mentón sobre el suelo del
privado del Pub.
Eran ellas, las actrices que
estaban en el video eran ellas, o al menos sus caras puestas en aquellos
cuerpos de modelos de lujo, mientras que se tiraban de mil posturas a los
maromos del video pornográfico.
El foto montaje no era malo, si
no le buscabas el encuadre y lo mirabas en perspectiva, cualquiera podría decir
que las cinco amigas se lo estaban montando la mar de bien, en aquellas camas
de hotel barato.
— ¡¿Cómo leches has conseguido
hacer esto?! — Decía Karol sin creerse todavía lo que estaban viendo.
— Una, que tiene sus contactos.
¡Esta vez gano yo! — Gritó Alicia toda complacida de la sorpresa que les había
dado.
— Sí, sí, sí… esta muy bien, pero
ahora es mi turno— dijo Irene sujetando entre las manos el pequeño cilindro
metalizado— creo que será complicado que haya un empate hoy, tengo el mejor
invento.
— Ya puede ser bueno, porque lo
de Alicia nos ha dejado descompuestas— decía Karol, aun sin apartar la vista de
su carita en el cuerpo de aquella mujer introduciéndose el pene de un tío en la
boca.
— Pero es que necesito un
voluntario, así que si no os importa, he invitado a alguien— dijo mientras
señalaba a Regina, para que se pusiera de nuevo la camiseta sobre aquellas
tetas hinchadas con aire.
Irene gritó fuerte y alto:
— ¡ADRIAAAAAN!
Un chaval de venti pocos años
llegó hasta donde estaban todas reunidas, con las mejillas coloradas y las
manos entrecruzadas en su regazo. Saludó tímidamente a las chicas y le dijo a Irene
que no estaba seguro de hacer aquello.
— No te preocupes, cariño, de
verdad que no te va ha doler nada— contestó ella infundiéndole confianza al
muchacho de pelo negro y ensortijado.
Irene, con su aparato en la mano,
rodeó al chico poniéndose a su espalda. Le bajó los pantalones y le dijo que se
doblara un poquito hacia delante. Adrián acató la orden y cerró los ojos, al
parecer ya lo habían ensayado antes y la cosa había resultado bien.
El resto de amigas miraban
atónitas a un Adrián desnudo completamente de cintura para abajo, mostrando su
pene de un tamaño razonable para estar en estado letárgico.
El miembro del chico se puso
erecto en cuestión de segundos, y conforme Irene daba vueltas a una ruedecita
que tenía el aparato en cuestión, aquello se iba alargando de manera
sobrecogedora, hasta alcanzar una longitud y grosor considerable.
Adrián miró hacia abajo y se
quedó fascinado por el tamaño de sus genitales, tenía la verga más grande que
había visto jamás y sin sufrir dolor alguno, exceptuando una pequeña presión en
su ano.
— Nos estás tomando el pelo Irene,
este chico ya calzaba bien antes de meterle eso por el culo, a mí no me
engañas— dijo So al darse cuenta de lo que se suponía que el aparato le hacía a
Adrián.
— ¿De veras? — Contestó Irene con
un brillo en los ojos.
Sacaba y metía el cilindro con
delicadeza, dejando un pequeño espacio temporal antes de volverlo a introducir,
y como si fuese cosa de encender y apagar un interruptor, el pene de Adrián se
extendía y encogía al mismo ritmo, dejando a todas con la boca abierta y los
ojos a punto de salirse de sus cuencas.
Elevaron sus copas al cielo y
gritaron al unísono:
“¡Ha ganado Irene!”
Y no puedes perderte mañana viernes a: