Desde por la mañana, Flor estaba
algo nerviosa, había concertado una cita con uno de los directivos de la empresa
en la que quería conseguir un puesto de trabajo, y aunque sabía que estaba
cualificada, los nervios siempre le jugaban malas pasadas en las primeras
impresiones.
Salió de su piso para despejarse
un poco, de todos modos aún quedaban más de cinco horas para su cita laboral. Al
entrar al ascensor se encontró de frente con su nuevo vecino de arriba, un
hombre muy atractivo, aparentemente soltero y que vestía muy elegante. Le dio las
buenas tardes y poniéndose a su lado, observó que el número de piso al que bajaba ya estaba marcado en el panel.
Al mirarlo de reojo, vio
claramente un guiño acompañado de una sonrisa encantadora y no pudo reprimir el
sonrojo de sus mejillas, quizás el día no acabara mal de todas formas.
Al llegar a la planta baja, él,
muy caballeroso le indicó con un gesto de la mano que saliera del ascensor, y se
despidió de Flor con un: “Que tenga un buen día, señorita encantadora”
Flor paseó por el parque cercano
a su bloque de pisos mientras fantaseaba con su nuevo vecino, imaginando que
tal vez la pediría una cita para cenar en su próximo encuentro.
Al día siguiente y tras haber
dormido sus irrefutables ocho horas, se hizo un café y se dirigió a la ventana
del salón para ver qué clase de tiempo hacía. Allí en la calle estaba su
vecino, con un bote de pintura negra en la mano, haciendo un graffiti en el
muro de las obras frente a su edificio.
“EL DESTINO ME LLEVÓ HASTA TI Y NO PIENSO
DESPERDICIAR LA OPORTUNIDAD DE TENERTE”
Alucinada, Flor miraba al hombre
de espaldas, mientras garabateaba en letras grandes aquella frase tan romántica.
Al terminar la última letra se giró sobre sus talones y miró fijamente a la
ventana donde estaba Flor, asomada con su taza de café en la mano.
Un escalofrío le recorrió la
columna y a causa de la vergüenza, cerró las cortinas y se alejó de la ventana, sentándose
en el sillón con cara de lela.
Después de dos horas planteándose
qué hacer, decidió subir al piso de arriba y llamar a la puerta de aquel
extraño hombre, pero nadie abrió, por lo que volvió a su piso y esperó un nuevo
encuentro para iniciar la conversación.
Había pasado toda la noche
pensando en aquella frase del muro, tenía unas ojeras enormes y estaba
preocupada por no haber recibido respuesta sobre su entrevista de trabajo. Lo único
que esperaba era que el nuevo día trajera buenas noticias en ambos casos.
Al asomarse a la ventana, con su
acostumbrado café con leche, volvió a ver a su vecino frente al muro, esta vez
la frase era:
“CONSEGUIRÉ CONQUISTARTE, SÉ QUE LO NUESTRO
FUNCIONARÍA”
Flor no se podía creer que
aquellas palabras fuesen dirigidas a ella, pero la mirada insinuante de aquel
hombre era una prueba, si no ¿por qué la miraría si no fuese así?
Otro día más, otro café con dos
terrones de azúcar y de nuevo su vecino con el spray en la mano, serigrafiando la pared
medio derruida frente a su casa:
“SIEMPRE HAY QUE SEGUIR LOS DICTÁMENES DEL
CORAZÓN, LO QUE SE DESEA CON FUERZA, SE TERMINA CONSIGUIENDO”
Ella no lograba entender aquel
comportamiento, si quería una cita, un acercamiento, por qué no pedírselo
directamente. Empezaba a dudar si aquellas frases se las dirigía a ella cuando,
él se dio la vuelta y le lanzó un beso con la mano.
Todo era demasiado raro, estaba
descolocada, le gustaba mucho el hombre de traje oscuro, pero no quería ser
ella la que diera el primer paso, ya lo intentó el primer día, pero ahora
deseaba que fuese él quien le dijera claramente sus intenciones.
Cuarto día de café y ventana, y
allí a la misma hora y con el mismo bote de pintura estaba el hombre del que se
estaba enamorando lentamente:
“ME MUERO POR ESTAR CONTIGO, PIENSO EN TI A CADA
SEGUNDO”
En cuanto Flor leyó aquella
frase, nada más ver su mirada como cada día, salió del piso corriendo a su
encuentro, quería saber a qué eran debidos tantos rodeos, quería comprobar si
realmente aquella fantasía era de verdad. Pero al llegar al muro, él ya no
estaba, había desaparecido.
Entonces se dio cuenta de un
detalle en el que no había reparado hasta el momento, bajo cada una de las
frases escritas y en letras más pequeñas, estaba la fecha del día en el que las
escribió. Flor suspiró y se prometió a sí misma que ese día lo buscaría para
hablar con él.
Pasó el día entero leyendo en el
hall de su edificio, esperando que su vecino regresara del trabajo, preparada
para abordarlo, preguntándole el motivo de sus frases; pero se quedó dormida en
el banco de madera y cuando abrió los ojos ya había amanecido. Su aspecto era
deplorable, por lo que subió a su apartamento para tomar su café y adecentarse
antes de que apareciese el hombre que la tenía obsesionada.
Tras cambiarse de ropa y colocar
sus cabellos, miró por la ventana.
La nueva frase ya estaba escrita,
había llegado tarde, o él se había adelantado:
“POR FAVOR, ¿ME DEJARÍAS ACOMPAÑARTE EL
RESTO DE TUS DÍAS?”
Justo antes de salir corriendo para
darle una contestación, se dio cuenta de que él hacía inequívocas señas para
que se acercara. Lo extraño era que los gestos esta vez no eran hacia arriba,
donde ella se encontraba, si no que miraba a la puerta de su edificio.
Enseguida aparecieron en su campo
visual tres personas, dos niños agarrando de las manos a una mujer con los ojos
vendados. La mujer al estar junto a él, se quitó la venda y leyó las frases del
muro, él se puso de rodillas en el suelo y tras unos minutos de expectación, se
abrazaron y besaron delante de los dos niños, que aplaudían con entusiasmo.
Flor se dejó caer en el suelo,
pegando la espalda a la pared, desolada, sintiéndose estúpida, recriminándose
por ser tan egocéntrica e idiota.
Esperó un buen rato en aquella
postura fetal, y cuándo creyó tener las fuerzas necesarias para levantarse,
salió a la calle y se dirigió al muro que había protagonizado todas sus fantasías.
Lo último escrito, con otra caligrafía diferente y el mismo spray, era:
“TE PERDONO, VUELVE A CASA”
Flor se dio la vuelta y encaró la
fachada de su piso, arriba de su casa, en la ventana que pertenecía a su
vecino, estaba la cámara de vídeo que había grabado cada una de las pintadas,
cada uno de los días en los que aquel hombre intentaba reconquistar a su esposa.
Traspasaba abatida la puerta de
su apartamento cuando el teléfono sonó en la sala, corrió para descolgarlo. Al
menos, había conseguido el puesto de trabajo.
Me gustan los finales felices, y los divertidos, y los excéntricos..., pero esta vez hubiera preferido otro final para la protagonista :-)
ResponderEliminarMi Gus, a mí también me hubiese gustado otro final más feliz para la dulce Flor, pero mis personajes tienen vida propia y van a su rollo jajaja Un besote mi chico, ya sabes que te quiero un huevo!!!
EliminarNo hay mal que por bien no venga ;) a ver si también consigo ese trabajo jajajaja besos guapa.
ResponderEliminarSí, la chica tuvo algo de buena suerte al final, conforme están las cosas no hay que menospreciar un buen curro jajajaj Un beso preciosa mía!!!!!!!!!
EliminarAy, la Flor que creía ser única. Que desolación, la pobre. Eso sí, si encuentras un tipo que hace pintadas para comunicarse contigo, creo que lo mejor es cambiar de piso. ¡Qué miedo!
ResponderEliminarSí, rarito era un poco el hombrecillo, aunque supongo que por amor se hacen muchas tonterías, esta sería una de ellas ^^ Un beso enorme mi Igor, guapo!!!!!!!!
EliminarTan tan diferente....me ha descolocado, emocionado...me ha llegado.
ResponderEliminarUn beso
Pues pensé en incorporar a las taconeras de alguna manera dentro de la historia, pero como cuando escribo la historia cobra forma a su libre albedrío, pues eso, que así quedó la cosa jajajaj Me alegra mucho que me digas que te ha llegado, eso significa que ha cumplido su cometido, un beso muy fuerte mi Manu, ya sabes que te adoro!!!
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