miércoles, 19 de junio de 2013

Encuentro en tacones. Tengo una frase para ti.


Desde por la mañana, Flor estaba algo nerviosa, había concertado una cita con uno de los directivos de la empresa en la que quería conseguir un puesto de trabajo, y aunque sabía que estaba cualificada, los nervios siempre le jugaban malas pasadas en las primeras impresiones.
Salió de su piso para despejarse un poco, de todos modos aún quedaban más de cinco horas para su cita laboral. Al entrar al ascensor se encontró de frente con su nuevo vecino de arriba, un hombre muy atractivo, aparentemente soltero y que vestía muy elegante. Le dio las buenas tardes y poniéndose a su lado, observó que el número de piso al que bajaba ya estaba marcado en el panel.
Al mirarlo de reojo, vio claramente un guiño acompañado de una sonrisa encantadora y no pudo reprimir el sonrojo de sus mejillas, quizás el día no acabara mal de todas formas.
Al llegar a la planta baja, él, muy caballeroso le indicó con un gesto de la mano que saliera del ascensor, y se despidió de Flor con un: “Que tenga un buen día, señorita encantadora”
Flor paseó por el parque cercano a su bloque de pisos mientras fantaseaba con su nuevo vecino, imaginando que tal vez la pediría una cita para cenar en su próximo encuentro.
Al día siguiente y tras haber dormido sus irrefutables ocho horas, se hizo un café y se dirigió a la ventana del salón para ver qué clase de tiempo hacía. Allí en la calle estaba su vecino, con un bote de pintura negra en la mano, haciendo un graffiti en el muro de las obras frente a su edificio.
“EL DESTINO ME LLEVÓ HASTA TI Y NO PIENSO DESPERDICIAR LA OPORTUNIDAD DE TENERTE”
Alucinada, Flor miraba al hombre de espaldas, mientras garabateaba en letras grandes aquella frase tan romántica. Al terminar la última letra se giró sobre sus talones y miró fijamente a la ventana donde estaba Flor, asomada con su taza de café en la mano.
Un escalofrío le recorrió la columna y a causa de la vergüenza, cerró las cortinas y se alejó de la ventana, sentándose en el sillón con cara de lela.
Después de dos horas planteándose qué hacer, decidió subir al piso de arriba y llamar a la puerta de aquel extraño hombre, pero nadie abrió, por lo que volvió a su piso y esperó un nuevo encuentro para iniciar la conversación.
Había pasado toda la noche pensando en aquella frase del muro, tenía unas ojeras enormes y estaba preocupada por no haber recibido respuesta sobre su entrevista de trabajo. Lo único que esperaba era que el nuevo día trajera buenas noticias en ambos casos.
Al asomarse a la ventana, con su acostumbrado café con leche, volvió a ver a su vecino frente al muro, esta vez la frase era:
“CONSEGUIRÉ CONQUISTARTE, SÉ QUE LO NUESTRO FUNCIONARÍA”
Flor no se podía creer que aquellas palabras fuesen dirigidas a ella, pero la mirada insinuante de aquel hombre era una prueba, si no ¿por qué la miraría si no fuese así?
Otro día más, otro café con dos terrones de azúcar y de nuevo su vecino con el spray en la mano, serigrafiando la pared medio derruida frente a su casa:
“SIEMPRE HAY QUE SEGUIR LOS DICTÁMENES DEL CORAZÓN, LO QUE SE DESEA CON FUERZA, SE TERMINA CONSIGUIENDO”
Ella no lograba entender aquel comportamiento, si quería una cita, un acercamiento, por qué no pedírselo directamente. Empezaba a dudar si aquellas frases se las dirigía a ella cuando, él se dio la vuelta y le lanzó un beso con la mano.


Todo era demasiado raro, estaba descolocada, le gustaba mucho el hombre de traje oscuro, pero no quería ser ella la que diera el primer paso, ya lo intentó el primer día, pero ahora deseaba que fuese él quien le dijera claramente sus intenciones.
Cuarto día de café y ventana, y allí a la misma hora y con el mismo bote de pintura estaba el hombre del que se estaba enamorando lentamente:
“ME MUERO POR ESTAR CONTIGO, PIENSO EN TI A CADA SEGUNDO”
En cuanto Flor leyó aquella frase, nada más ver su mirada como cada día, salió del piso corriendo a su encuentro, quería saber a qué eran debidos tantos rodeos, quería comprobar si realmente aquella fantasía era de verdad. Pero al llegar al muro, él ya no estaba, había desaparecido.
Entonces se dio cuenta de un detalle en el que no había reparado hasta el momento, bajo cada una de las frases escritas y en letras más pequeñas, estaba la fecha del día en el que las escribió. Flor suspiró y se prometió a sí misma que ese día lo buscaría para hablar con él.
Pasó el día entero leyendo en el hall de su edificio, esperando que su vecino regresara del trabajo, preparada para abordarlo, preguntándole el motivo de sus frases; pero se quedó dormida en el banco de madera y cuando abrió los ojos ya había amanecido. Su aspecto era deplorable, por lo que subió a su apartamento para tomar su café y adecentarse antes de que apareciese el hombre que la tenía obsesionada.
Tras cambiarse de ropa y colocar sus cabellos, miró por la ventana.
La nueva frase ya estaba escrita, había llegado tarde, o él se había adelantado:
“POR FAVOR, ¿ME DEJARÍAS ACOMPAÑARTE EL RESTO DE TUS DÍAS?”
Justo antes de salir corriendo para darle una contestación, se dio cuenta de que él hacía inequívocas señas para que se acercara. Lo extraño era que los gestos esta vez no eran hacia arriba, donde ella se encontraba, si no que miraba a la puerta de su edificio.
Enseguida aparecieron en su campo visual tres personas, dos niños agarrando de las manos a una mujer con los ojos vendados. La mujer al estar junto a él, se quitó la venda y leyó las frases del muro, él se puso de rodillas en el suelo y tras unos minutos de expectación, se abrazaron y besaron delante de los dos niños, que aplaudían con entusiasmo.
Flor se dejó caer en el suelo, pegando la espalda a la pared, desolada, sintiéndose estúpida, recriminándose por ser tan egocéntrica e idiota.
Esperó un buen rato en aquella postura fetal, y cuándo creyó tener las fuerzas necesarias para levantarse, salió a la calle y se dirigió al muro que había protagonizado todas sus fantasías. Lo último escrito, con otra caligrafía diferente y el mismo spray, era:
“TE PERDONO, VUELVE A CASA”
Flor se dio la vuelta y encaró la fachada de su piso, arriba de su casa, en la ventana que pertenecía a su vecino, estaba la cámara de vídeo que había grabado cada una de las pintadas, cada uno de los días en los que aquel hombre intentaba reconquistar a su esposa.

Traspasaba abatida la puerta de su apartamento cuando el teléfono sonó en la sala, corrió para descolgarlo. Al menos, había conseguido el puesto de trabajo.





Y la semana que viene, nuestra Connie, deseando que pasen los días para leerla ...  

8 comentarios:

  1. Me gustan los finales felices, y los divertidos, y los excéntricos..., pero esta vez hubiera preferido otro final para la protagonista :-)

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    1. Mi Gus, a mí también me hubiese gustado otro final más feliz para la dulce Flor, pero mis personajes tienen vida propia y van a su rollo jajaja Un besote mi chico, ya sabes que te quiero un huevo!!!

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  2. No hay mal que por bien no venga ;) a ver si también consigo ese trabajo jajajaja besos guapa.

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    1. Sí, la chica tuvo algo de buena suerte al final, conforme están las cosas no hay que menospreciar un buen curro jajajaj Un beso preciosa mía!!!!!!!!!

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  3. Ay, la Flor que creía ser única. Que desolación, la pobre. Eso sí, si encuentras un tipo que hace pintadas para comunicarse contigo, creo que lo mejor es cambiar de piso. ¡Qué miedo!

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    1. Sí, rarito era un poco el hombrecillo, aunque supongo que por amor se hacen muchas tonterías, esta sería una de ellas ^^ Un beso enorme mi Igor, guapo!!!!!!!!

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  4. Tan tan diferente....me ha descolocado, emocionado...me ha llegado.
    Un beso

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    1. Pues pensé en incorporar a las taconeras de alguna manera dentro de la historia, pero como cuando escribo la historia cobra forma a su libre albedrío, pues eso, que así quedó la cosa jajajaj Me alegra mucho que me digas que te ha llegado, eso significa que ha cumplido su cometido, un beso muy fuerte mi Manu, ya sabes que te adoro!!!

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