jueves, 30 de agosto de 2012

Encuentro en tacones. Reuniones sorprendentes, aparatos imposibles


 (NO RECOMENDADO PARA MENORES DE 18 AÑOS)

— La reunión de hoy iba sobre traer cosas sugerentes e imaginativas, no vale que hayas traído un consolador tamaño mini de los de toda la vida, Irene— decía Regina mientras sujetaba sobre las piernas una cajita negra del tamaño de una caja de zapatos.
— No es un consolador— contestaba la rubia con gesto indiferente.
— Esperad, no hemos empezado la reunión y ya estáis descubriendo todo el pastel, hay que hacerlo por orden, ¡coño! — Las regañaba So, mientras escondía bajo su silla una bolsa de color azul añil atada con un nudo.
Las seis chicas estaban reunidas en el privado del Pub Vigo Low, un nuevo antro de baile y música pachanga que los jueves cerraba por descanso de personal, y que ellas frecuentaban algunos fines de semana. Las reuniones siempre se organizaban en el salón de su casa, pero esta vez no había podido ser, ya que los pintores lo tenían todo patas arriba, por lo que le pidieron al dueño del local que les dejara hacer su encuentro en dicho privado.
Cada una tenía que llevar algo relacionado con el sexo y tenían que sorprender a las demás, el objeto que causara más sensación ganaría aquel entretenido juego.
Una vez estuvieron todas sentadas en sus butacas de terciopelo rojo, con sus “ofrendas” preparadas y sus copas de bebidas isotónicas fresquitas, empezaron la ronda de preguntas.
— Que empiece Irene, que me ha dejado muy intrigada con ese cacharro que ha traído sin envolver ni nada, que poco te gusta el suspense, nena— dijo Regina bebiendo un sorbo de su vodka con limón.
— El único suspense que no me gusta es cuando te dicen: “Chupa, chupa que yo te aviso”. Así que yo seré la última, así diré lo de: “Uy, perdón, me he corrido dentro” Una de las disculpas más falsas del mundo. De todos modos, ya sabéis que forma tiene mi aparatito ¿verdad? — Contestó la aludida, dejando el chisme de color plateado encima la mesa, a la vista de todas. 
— Bien, pues empiezo yo— dijo Connie— mirad que horterada más grande.
De una caja blanca, Connie mostraba una pelota del tamaño de un coco, era metálica y con forma de cabeza reducida. En uno de los lados se podían ver unos generosos y rosados labios de silicona.
— ¿Qué narices es eso? — Preguntó Alicia, al tiempo que sujetaba la bola entre los dedos. 
— Lo venden por Internet y le han puesto de nombre Kissenger, se supone que es para dar besos cibernéticos, pones los labios aquí y la persona con la que hablas por chat tiene otro ejemplar para recibir las vibraciones de tus labios sobre los suyos. Una auténtica memez, me parece aberrante, pero creo que es lo más interesante y original que he podido encontrar, esta vez ganaré yo— dijo la rubia con total confianza.

— Eso ya lo veremos— susurro Irene por lo bajo.
— Vaya chorrada, un tamagochy masturbatorio. Seguro que muchos se lo pondrán en el pito, que asco por favor— contestaba Karol arrugando la nariz asqueada.
— Pues hija, cada uno se lo pondrá donde mejor le parezca, yo de momento pienso regalárselo a nuestro casero, que lo mismo deja de mirar por la terraza cada vez que tomamos el sol— decía Connie imitando la cara de asco de Karol.
— Eso, o lo empieza ha hacer acompañado por el botijo obsceno— decía So a carcajadas.
— Venga, que sí, muy bonito el aparato, me toca a mí— continuaba Regina con su caja negra entre las manos.
Al abrirla todas arquearon las cejas.
— ¿Y tú me decías que yo no era original? Regina, la lencería femenina no es nada del otro mundo, guapa— decía Irene con tono burlón.
— No es un sujetador común. Mirad.
Regina se quitó la blusa y el sujetador de margaritas que llevaba puesto. Sus pechos se descubrieron perfectos y erguidos. Irene levantó una mano y le acaricio mínimamente uno por la zona inferior.
— ¡Quita, cabrona! — La reprendió Regina.
— Si es que me los has puesto en la cara, no hombre, así no vale. Las manos siempre van al pan, o a la leche, nena— rió Irene al ver la cara de Regina, que rápidamente se sonrojó.
Al ponerse el sostén, los pechos se alzaron como por arte de magia, y eso que Regina ya de por sí los tenía muy turgentes. Pero lo increíble llegó luego, cuando presionando un pequeño botón bajo la axila, la copa del sujetador empezó a hincharse hasta límites insospechados.
— Ahora sí, tocad, tocad. A ver si notáis que son todo aire.
Las chicas palparon por encima de la tela y el tacto era tremendamente real, parecía que el sostén estuviese relleno solo de carne. Nadie a simple vista o al tacto, diría que era ficticio el volumen.
— ¡Jooooder, yo quiero uno de esos! — Gritaba So, mientras que se recreaba en el tacto de las tetas de mentira de Regina— Venga va, me toca a mí. Tengo una cosilla que seguro que os gusta mucho. Se trata de un gel de estrechamiento vaginal— confesó tras enseñar un bote anaranjado.
— Quizás también valga para reducir hemorroides— decía Alicia partiéndose de la risa, contagiando a sus compañeras inmediatamente.
— Pues es un súper descubrimiento, se supone que no se debe aplicar en lugares públicos, si no quieres tener sorpresas. Debería untároslo a todas por canchondearos de mí, malas pécoras— explicó So, que parecía decepcionada por la respuesta de las demás.
— Mi aportación la tengo en la entrada, era demasiado grande como para envolverla. Ahora mismo os lo traigo— dijo Karol.
Llegó con un gran paquete de cartón, parecía no pesar mucho, pero abultaba casi más que ella. Abrió la tapa de la caja y sacó con dificultad una especie de espuma negra y acolchada.
— ¿Qué es eso? — Preguntó Connie.
— Se trata de una cama orgasmo. Y no creo que os tenga que explicar qué es lo que hace, ¿verdad?

Una vez dicho aquello, desenrolló el fardo espumoso y mostró unos bultos de plástico duro en ciertas zonas, los cuales al presionar un sensor, se empezaban a mover de forma violenta y atroz.
— Eso te tiene que dejar el chichi como una mojá de pisto— reía esta vez Irene a punto de saltársele las lágrimas.
— Que nos lo diga Karol, que si lo ha traído es que lo ha probado ya— pinchaba So a la morena con cara de pocos amigos.
— Pues sí, lo he probado, y como no funciona, no pienso dejároslo a ninguna. Ale, os vais a quedar con la duda— dijo Karol metiéndolo de nuevo en su caja.
— Ya te convenceré nena, que yo no me he reído— decía Alicia, intentando aguantar la risa a duras penas— pero ahora me toca a mí. Lo mío no es un objeto, es un pequeño regalito que os hice a cada una de vosotras.
Alicia extrajo su portátil de la bolsa de transporte y lo encendió sobre la mesa. Las seis chicas se pusieron en posición para poder ver lo que la pantalla mostraba.
De repente un video porno empezó a proyectarse, donde varias chicas de espaldas se lo iban a montar con unos tíos cachas y bien formados.
Cuando So iba a decir que para ver porno, no hacía falta montar reuniones como aquella, todas se quedaron calladas y con la boca abierta, descansando casi el mentón sobre el suelo del privado del Pub.
Eran ellas, las actrices que estaban en el video eran ellas, o al menos sus caras puestas en aquellos cuerpos de modelos de lujo, mientras que se tiraban de mil posturas a los maromos del video pornográfico.
El foto montaje no era malo, si no le buscabas el encuadre y lo mirabas en perspectiva, cualquiera podría decir que las cinco amigas se lo estaban montando la mar de bien, en aquellas camas de hotel barato.
— ¡¿Cómo leches has conseguido hacer esto?! — Decía Karol sin creerse todavía lo que estaban viendo.
— Una, que tiene sus contactos. ¡Esta vez gano yo! — Gritó Alicia toda complacida de la sorpresa que les había dado.
— Sí, sí, sí… esta muy bien, pero ahora es mi turno— dijo Irene sujetando entre las manos el pequeño cilindro metalizado— creo que será complicado que haya un empate hoy, tengo el mejor invento.
— Ya puede ser bueno, porque lo de Alicia nos ha dejado descompuestas— decía Karol, aun sin apartar la vista de su carita en el cuerpo de aquella mujer introduciéndose el pene de un tío en la boca.
— Pero es que necesito un voluntario, así que si no os importa, he invitado a alguien— dijo mientras señalaba a Regina, para que se pusiera de nuevo la camiseta sobre aquellas tetas hinchadas con aire.
Irene gritó fuerte y alto:
— ¡ADRIAAAAAN!
Un chaval de venti pocos años llegó hasta donde estaban todas reunidas, con las mejillas coloradas y las manos entrecruzadas en su regazo. Saludó tímidamente a las chicas y le dijo a Irene que no estaba seguro de hacer aquello.
— No te preocupes, cariño, de verdad que no te va ha doler nada— contestó ella infundiéndole confianza al muchacho de pelo negro y ensortijado.
Irene, con su aparato en la mano, rodeó al chico poniéndose a su espalda. Le bajó los pantalones y le dijo que se doblara un poquito hacia delante. Adrián acató la orden y cerró los ojos, al parecer ya lo habían ensayado antes y la cosa había resultado bien.
El resto de amigas miraban atónitas a un Adrián desnudo completamente de cintura para abajo, mostrando su pene de un tamaño razonable para estar en estado letárgico.
El miembro del chico se puso erecto en cuestión de segundos, y conforme Irene daba vueltas a una ruedecita que tenía el aparato en cuestión, aquello se iba alargando de manera sobrecogedora, hasta alcanzar una longitud y grosor considerable.
Adrián miró hacia abajo y se quedó fascinado por el tamaño de sus genitales, tenía la verga más grande que había visto jamás y sin sufrir dolor alguno, exceptuando una pequeña presión en su ano.
— Nos estás tomando el pelo Irene, este chico ya calzaba bien antes de meterle eso por el culo, a mí no me engañas— dijo So al darse cuenta de lo que se suponía que el aparato le hacía a Adrián.
— ¿De veras? — Contestó Irene con un brillo en los ojos.
Sacaba y metía el cilindro con delicadeza, dejando un pequeño espacio temporal antes de volverlo a introducir, y como si fuese cosa de encender y apagar un interruptor, el pene de Adrián se extendía y encogía al mismo ritmo, dejando a todas con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de sus cuencas.
Elevaron sus copas al cielo y gritaron al unísono:
“¡Ha ganado Irene!”









Y no puedes perderte mañana viernes a:

        

miércoles, 29 de agosto de 2012

Galletas de la suerte - Dices tú de mili...


Dices tú de mili...

Hoy he abierto una galleta al azar y me he quedado con el mensaje que traía. Nada de manipular el destino, nada de escribir lo que me da la gana. Además, como después de lo de la semana pasada estaba un poco muerta se la vergüenza, sabed que la lata roja está en su sitio dentro del armario del desayuno, que he limpiado la mesa de migas y que he cumplido con todas  mis tareas antes de ponerme con la entrada de esta semana.

La cuestión es que tengo que empezar por mi primer viaje a parís para que comprendáis la profundidad de esto que me sucedió el otro día. La primera vez que viajé a mi ciudad favorita (entonces lo era: joven, quiero decir), lo hice sola. Había planeado reunirme allí con el hombre de mis sueños, cosa que no sucedió. A cambio viajé mucho en metro. Mi primer metro…

El metro de París comparte con la parte más antigua de Madrid la cosa del alicatado blanco, la suciedad y las aglomeraciones. También comparte una superpoblación de gente que canta, vende cosas o pide dinero.  Y uno de esos me pilló con las defensas bajas. Corría el 96, así que yo tenía 22 añitos. Él debía de tener 15. Eso sí, muy bien aprovechados. Vendía rosas en el metro y se empeñó en que le comprase un par. Y yo no, y él que sí, y yo que no y él que sí… Hasta que me hizo entender que me las regalaba.

¿Qué hice yo? Cogerlas.

¿Qué hizo él?

Seguirme por todo el metro hasta que me paré en una intersección porque aquello es para ratas de laboratorio de las listas. Además una cosa que el metro de París no comparte con el de Madrid es que todo está en Francés y yo el francés no lo hablo, no… Si acaso… Bueno, que el muchacho me alcanzó, me cogió de la muñeca, me empujó contra el alicatado blanco, se me echó encima y me dio un morreo de padre y muy señor mío.

Cara de imbécil total hasta que reaccioné. Acabo de revisar el diario de la época y no tiene ninguna referencia. Creo que sólo lo consigné en la correspondencia.

Bueno, pues hace unos días venía de la oficina en metro. El madrileño, el que me sé de memoria ya. Venía protegidísima –una aprende. Le cuesta, pero aprende-: ipod a tope, lector de libros digitales y concentración exacerbada. Ni recuerdo lo que leía. Total, que se me sienta un señor mayor al lado, le echa un ojo al lector y me pregunta algo. Yo me quedo tal cual hasta que recuerdo que mi madre se gastó una pasta en libros y todos los créditos de mi amor infantil a base de recriminarme mis malos modos. Me quito el auricular y ahí empieza la odisea.

- Eso se hace más grande ¿no?
- ¿Las letras?
- Sí, para leer mejor.
- Sí… bueno, en este caso concreto no por el formato…

Como si al señor aquel le importase tanto así el formato de mis archivos. No. Aquel había ido allí a hablar de su libro, no del mío. Y en su libro había un chaval listísimo, criado en el campo con un problema en las pestañas: al parecer había nacido con unas pestañas como cerdas de porcino que se le clavaban en los párpados y entonces se le infectaban los ojos. Una delicia de conversación que no comprendo demasiado bien cómo pasó de eso al hecho de que es mejor no pedir cosas prestadas.

Una vez este señor le pidió un libro de la escuela a un compañero para poder copiarlo y estudiar, porque sus padres no podían pagarle los libros. Pero él sabía que aunque se lo había dejado, el muchacho no estaba conforme con le préstamo, así que se aplicó en la copia tanto como pudo. Y bien que hizo, porque el otro se plantó en su casa a los cuatro días para pedirle el libro de vuelta. Menos mal que nuestro señor del metro tenía una memoria prodigiosa y, no solo copio el libro completo, sino que además se lo aprendió de memorieta.  A esas alturas mi Tablet había entrado en estado de hibernación y del ipod ni me acordaba.

- ¿Y hasta donde vas, maja?

¿Qué hice yo? Contestar la verdad.

¿Qué hizo él? Acompañarme todo el camino.

Pero esto es bueno, ya lo decían las galletas. Y lo que unen las galletas que no lo separe el hombre. Durante diez o doce paradas tuve la oportunidad de enterarme  de una cosa que pasaba hacia el final de la dictadura franquista; a saber, la Costa del Sol se llenaba de suecas que, en contra de la opinión popular, venían aquí con sus maridos.  No les interesaba en absoluto liarse con los machos  ibéricos. No. Ellas salían por la noche cubiertas apenas por unos escasísimos vestidos de gasa (todas ellas, que ya me imagino que Torremolinos debía de ser como el Olympo, todo lleno de señoritas con minitogas de seda blanca y cintas doradas en la frente) y sin ropa interior –ahí al caballero le resbala la mirada hasta mi escote-. Y las muy guarras salían a bailar con los españoles mientras los maridos se quedaban en las mesas mirando.  Y luego se iban a casa… ¡Con los maridos!

Las diez paradas dieron para varios consejos sobre alimentación de los que el señor me explicó que también servían para aumentar la potencia sexual y mucho más contenido que quizá revele en otra ocasión, cuando la galleta lo requiera.

La de hoy, por si aún os lo preguntáis, decía:  Pobre discípulo el que no deja atrás a su maestro… De donde se deduce que, o en esta ocasión he aprendido de verdad a no hacer caso a la gente que se me acerca en el metro, o a la tercera será de verdad la vencida.

No quiero estar allí, nooooooooo




Y mañana, ya lo sabéis, Irene Comendador nos reune encima de los tacones ¡Allí todos u os las veréis conmigo!


lunes, 27 de agosto de 2012

LA MOTA ROSA

 Un martes más LA MOTA ROSA se pone en marcha. Recibimos las consultas en el correo info@reginaroman.com y las vamos atendiendo por riguroso orden de antigüedad. Animaros!!! El anonimato queda completamente asegurado y de las consultas de cada cual, aprenderemos tod@s!!



Hola, hace tres años que tengo un amigo del que estoy enamorada, en un principio él también lo estaba de mí, hasta el punto de hacer planes de futuro juntos. Por algún motivo él terminó por decidir alejarse de mí y dejar a un lado nuestra relación. Desde entonces ha querido seguir siendo mi amigo y siempre me dice que me quiere mucho, pero a mí me hace daño estar a su lado, ya que mis sentimientos no han cambiado. Mi pregunta es la siguiente, ¿debería romper toda relación con él para no sufrir más por su rechazo o sigo sufriendo hasta que esto pase? Y si es así, ¿cuánto tiempo se tarda en olvidar a una persona sentimentalmente si lo ves a diario?
Ana Sánchez
Ay, cariño. ¿Recuerdas el refrán “ojos que no ven corazón que no siente”? Pues es cierto en el noventa y nueve por ciento de los casos. Por más vueltas que le des a la cabeza, a menos que él quiera desvelarte el porqué de su cambio de actitud, tú lo no sabrás nunca. Es algo que hay que aceptar, no elucubres, no estás dentro de su pensamiento, vas a malgastar mucha energía inútilmente y te deprimirás. Sé que suena a imposible pero lo más inteligente es aceptarlo y pasar página.  La posición de él es egoísta porque se niega a perder aquello que como amiga le aportas, sin compadecerse de tus sentimientos y tu corazón roto. No aceptes como cierto eso de que “te quiere tanto”. Puede que te tenga afecto, cariño, pero no es eso lo que tú demandas y tienes todo el derecho a apartarte de una relación que te daña. Yo, sin duda, haría todo lo posible por no volver a verlo hasta estar curada (quién sabe si como efecto colateral no esperado, al dejar tú de estar disponible, se da cuenta de lo mucho que te necesita y vuelven esos antiguos sentimientos… Es una mera posibilidad, no cuentes con ello o puede que sufras una decepción. Lo que decidas lo vas a decidir pensando solo en ti y en tu bien). Otras personas más masoquistas prefieren verlo a diario para acostumbrarse a su presencia sin inmutarse, consiguiendo la deseada indiferencia. Elige la que menos te duela, pero toma una decision ya, no  alargues más la tortura y da la historia por finalizada porque el tiempo que necesitarás para olvidarlo depende de lo que tardes en ponerte en marcha.





 Hola reina, tengo una hija y el padre de ésta no le pasa la manutención ni por equivocación en una transferencia bancaria. Él sé que está trabajando haciendo chapuzas pero no tiene contrato, ni está cobrando paro él se escuda en eso para no pagar. En su momento no lo denuncié así que la custodia de la niña la tenemos ambos, y no tiene nada estipulado por un juez... ¿Le denuncio o no serviría de nada?

BlackRose
Siempre es bueno contar con una sentencia que reconozca tus derechos y sobre todo los de tu hija, a recibir su pension por alimentos. Otra cosa es que solo te sirva para enmarcarla (como solía decirle yo a algunos clientes) porque si el obligado al pago se declara “oficialmente” insolvente, no hay dónde rascar y desgraciadamente, los juzgados no se esfuerzan en verificar si tal cosa es o no cierta. Te aconsejo que lo demandes y que el juez fije una cantidad. Con eso ya tienes andado gran parte del camino porque cada anualidad de pensiones, pasados cinco años, se pierde para siempre, ya no podrías reclamarla. Y lo reclamado y reconocido judicialmente, si no se paga, al menos, se debe; y con intereses. Con base en esa misma sentencia, el impago de pensiones puede dar lugar a un delito de abandono de familia castigado con prisión (3 meses a un año) o multa, lo cual “motiva” a muchos a tomárselo un poquito más en serio.
Respecto a su situación financiera real, la economía sumergida pone difícil la prueba a los progenitores separados. Es verdad que cabe la posibilidad de un detective y sus informes suelen ser muy valorados por los jueces pero son caros. También serviría la prueba de testigos respecto a los “signos externos de fortuna” (si tiene coche, si viaja, si acude a restaurantes, etc). Con todo ello y aún sin pruebas, en la mayoría de los casos el juez acordará una pension que te será debida. Si no la paga, recuerda el delito que te he mencionado.
La pensión por alimentos no es un derecho nuestro como madres, es un derecho de los hijos que nosotras exigimos como representantes legales suyos, nada más. Perdonárselo a un padre que se desentiende de sus obligaciones es un error.





 No olvidéis enviar vuestras consultas a info@reginaroman.com. LA MOTA ROSA os espera!!!!
Y una de romanticismo... Que no falte.



Mañana, "La galleta de la suerte" con Alicia Pérez Gil. ¡¡Imperdible!!





From My Blonde Mind: Maniquíes.


Maniquíes.

El otro día me decidí a realizar un pequeño experimento. No sé muy bien cuándo pues las jornadas se me juntan, es una de los contras de ser rubia.
Utilicé para ello mi muro de Facebook. Es un muro pequeñito con pocos contactos, sobre todo de amigos y de grupos de trabajo, eso sí, es público, lo uso para promocionar algunos de mis escritos y para gilipollear que es para lo que se inventó el Face.
El caso es que me decidí a colgar un par de fotos mías y también algunas  de compañeras de este mismo blog. Normalmente tengo unos cinco "Me Gusta" cuando hablo de algún libro o me da por compartir algo que considero interesante. Mis allegados sueltan paridas que yo respondo con otras más grandes y, según el stadistics de Face, llego a entre a ochenta y cien personas.
Pero con las fotos no fue así. No estamos hablando que colgara imágenes de alto contenido erótico, no, son fotos normalitas hechas en casa con más o menos maquillaje y que se alejan de escotes de tirantes y culottes de avatars de adolescentes, ya tenemos una edad y eso conlleva un poco de sentido común y del ridículo.
El caso es que la interacción fue increíble, hay fotos con ciento y pico de "Me Gusta", hilos de noventaytantos cometarios, halagos que demuestran hasta talento para piropear, mucha baba y  también alguna puya que de envidiosas está el mundo lleno.
Genial, fabuloso, encantador. Me gustó, al resto les gustó. Somos mujeres, nos agrada sentirnos atractivas, nos esforzarnos en vernos llamativas por imposición de este mundo en el que la estética manda y en el que, si eres una fémina, estás obligada, social y sicológicamente, a estar divina de la muerte. Es lo que nos ha tocado, en otro tiempo lucharíamos por tener reservas de grasa para el duro invierno o caderas amplias para poder parir a docenas de hijos esperando que alguno sobreviviera al ataque de los mandriles.
Ese fue el primer paso del experimento, comprobar que el canal funcionaba, que los gritos llegaban a oídos y nuestras caras bonitas a los ojos de propios y extraños.
Entonces, con mi muro en plena ebullición, colgué enlaces a nuestras novelas, cuentos y blogs. Cerré el explorador porque creí que se había bloqueado ya que nada pasaba. Me fui a secar el pelo. Cuando regresé, en los enlaces a los textos, estaban mis habituales cinco "Me Gusta" y mis cuatro gatos que me leen y les leo.
Curioso.
Entre algunas de las cosas que hago para poder comprar postres trufa y patatas rellenas que son la base de mi alimentación, está algunas tareas de comunicación. En una ocasión tuve la suerte de poder contar con el autor Teo Palacios para que escribiese unas líneas sobre el mundo editorial, sobre su experiencia y su forma de trabajar. Para anunciarlo utilicé una foto provocativa, un vientre masculino musculoso y varonil que daba paso a unos vaqueros deep blue en los que se marcaba un miembro  viril que prometía dimensiones orgásmicas. Funcionó muy bien en cuanto a visibilidad y feedback con el público, pero cuando llegó el anunciado artículo, este pasó casi desapercibido. Estamos hablando de un autor comercial, publicado por una importante editorial, con una obra de características y temáticas muy atractivas, bien escrita y entretenida, que nos  mostraba sin censura  lo que hay detrás de las páginas. Tanto, para autores en ciernes como para lectores, creo que era una temática atractiva y una oportunidad poso usual.
El sexo vende, el mundo de la moda y la publicidad lo sabe y lo explota. A todos nos gusta el sexo, no por ser un lector empedernido o un escritor  intelectualísimo va a dejar de gustarte, por lo tanto no es incompatible. Pero quedarse en eso es pueril, más cuando hay múltiples direcciones que ofrecen desde erotismo sutil a porno extremo. Hay urls de chicas que solo buscan exhibirse y muchas lo hacen con clase y gracia como modelos amateur o por simple gusto.  Como decía Connie Jet el otro día en charla privada: "Nosotras somos escritoras coño."
 En este blog nuestro hemos utilizado nuestra condición de mujer- la hemos utilizado y no explotado como me insinuaba una imbécil el otro día en una muestra perfecta del talibanísmo idiota que hay en la Red-, las utilizamos porque es lo que somos, más o menos monas, más o menos pícaras y apoyadas por todos los artíficos que este siglo nos da en forma de potingues, alzas, gomaespumas y patrones, es decir como cualquier mujer normal, y hablamos sin tapujos como personas adultas que somos, utilizando para ello los recursos que tenemos como escritoras.
Una vez una Rubia, una auténtica preciosidad sevillana, me comentó que una mujer guapa ya sabe que lo es, que a ella lo que la ponía como una moto era que un hombre dijera: "Me encanta hablar contigo." o "Que divertida e interesante eres." Pues para una escritora no hay nada más excitante que saberse leída, la crítica podrá ser buena o mala, la podrás aprovechar o desestimar, aprender u olvidar pero sabes que tu trabajo  ha llegado a alguien.
Sobre estas líneas tenéis a un clic algunos textos, de muchas temáticas distintas, con estilos de lo más variado. Tal vez os interese leer alguno, ver si somos algo más que unas caras bonitas o, como diría mi señor editor, un juego completo de orificios en una buena carrocería.
Por el resto no os preocupéis, nosotras seguiremos mostrándonos para gustarnos y gustaros, tenemos planeada una sesión de fotos y espero poder convencer a un buen amigo para que le ponga un poco de su arte y así ofreceros algo bonito de verdad. Pero, sobre todo, seguiremos escribiendo, inventando historias, peleándonos con nuestras creaciones. Alejándonos de ser tan solo maniquíes.

Mañana la abeja reina entre tanta zángana, Regina Roman y su "Mota Rosa".

Vaya par de gemelas. De nuevas amigas, celos y planetas, va la cosa...


De nuevas amigas, celos y planetas, va la cosa...


Anda, ven tú también, si nos lo pasaremos en grande, ya verás…
Claro que sí, ahora que si puedo ir… ¿Quién estuvo contigo en el hospital? ¿Quién te cuidó y te aguantó tus viajes mentales y el unicornio de las narices? No me suena haber visto ninguna rubia por allí… ah, sí que la había… ¡yo! No ella.
Rubia, no te me pongas así, sabes que eres única…
Sí, sí, única, pero te llama esa y te pregunta “si te parece quedar para hablar de la columna de la semana que viene” y hasta saltitos con el teléfono en la mano dabas. Y a tomar por saco nuestros planes… vete ya con la rubia esa de bote, que yo me las puedo arreglar solita con Bruce Willis. No te necesito.
Joer, nena, ya te lo he dicho, me llamó a mí porque tiene mi número no el tuyo, que si no, seguro te hubiese llamado a ti antes…
No te me pongas en plan condescendiente, no te pega, morena. Haz uso del cabronismo de fábrica y deja sola a tu amiga, hermana, gemela… ¡sangre de tu sangre!
Cloe, nena, ¿tantos celos tienes? Ya sabes que lo que nos une no separa ni el tiempo… en ocasiones molestas, pero yo no sabría vivir sin ti…
Sí, tú sigue arreglando… ahí te dejo…
Cloe… ¡rubia, abre la puerta!
¡Vete! Y dile a la rubia esa que se ponga ella a hacer críticas contigo, a depilarte, a aguantarte el mal humor, ah, y por supuesto, ¡a cuidarte cuando te pongas mala, que al hospital te lleva ella! Eso si ve la carretera mientras conduce detrás de tanto pelo teñido tapándole la cara…
La que se ha liado en dos minutos… nunca te pusiste así, nena, sabes que mi unicornio es tuyo, y te prometo que, pase lo que pase en la cita, la rubia por excelencia eres tú. Eres mi mitad, mi apéndice, no te cambiaría ni por diez rubias, por muy potentes, listas, o cabronamente compatibles que fueran conmigo.
Dijiste lo mismo cuando conociste a la rubia aquella que es escritora… no creas que no sé que hablas con ella durante horas en el skype. Te escucho reír, que lo sepas.
Anda, abre la puerta, Cloe. Ni mil amigas sustituirían a mi hermana, lo sabes.
Pero eso te costará caro.
Dame un abrazo… y dime cuántas horas de rayos uva elogiando a Edward Cullen me va a costar.
Na, na, na… será mucho, pero mucho peor que eso. Nos tomaremos una tarde de chicas, tú y yo: compras, sección de pedicura, maquillaje…
Pues tampoco es que sea tan horrible, tendré que aguantarte pero…
Que te lo has creído tú, no he terminado todavía; luego iremos al museo, haremos la visita guiada, y… nada de caras, mírame… y luego ¡al planetario!
¡Amo a los Cullen! Enserio, mírame, los amo…
Ni lo intentes, Jean; tú quieres irte de cita con tu “nueva mega power amiga ergo jefa” mientras me como “nuestro” domingo a lo Jungla de Cristal yo solita, pues éso, hay que pagarlo…
Más le vale a la rubia esa que sea tan cañera como lo parece...

***

—¡Muéstrate!
—A lo mejor no habla español...
¡Chou diour selfi!
—¿Qué cojones has dicho?
—Es inglés, morena, no lo entenderías. Chou diour selfi... ¡modar focar!
—Joder... ¿dónde estudiaste inglés? ¿Compraste un cursillo made in Taiwan?
—Cállate, ¿quieres? ¿Es que acaso tienes una idea mejor?
—Sí, sí que la tengo: no haber venido. ¿Te gusta mi idea?
—Sí, ahora todo es mi culpa. Culpemos a la rubia, ella siempre tiene la culpa.
—No te hagas la víctima, nena. Siempre haces lo mismo. Cómo aquella vez que me convenciste a ir al show de aquella estúpida banda New Age y nos quedamos tiradas en medio de un polígono industrial, porque, claro, no podíamos haber ido en coche, teníamos que ir con los demás tarados en el autobús que olía a pies y marihuana.
—¿Sabes qué, morena? Te quejas y te quejas, pero si no fuera por mí, no saldrías de casa nunca. Y además, me lo debías, un trato es un trato.
—Oh, claro. Qué mejor que estar encerradas en el maldito planetario un sábado por la noche cuando podía estar viendo una película o en mi sofá tirada.
—Sí, o con tus amigas las rubias escritoras... o sentada delante del ordenador buscando blogs de tíos en pelotas en Google. ¡Todo un planazo!
—Yo al menos...
Shus... ¿Has oído eso?
—No he oído nada, ¡quita! Lo único que he sentido ha sido la mezcla de ganchitos, gominolas y algo sospechosamente avinagrado en tu mano. ¿Es que no te lavas o qué?
—Son patatas a la campera. Y sí, me lavo las manos, pero sabes que en los baños públicos por mucho que te laves el solo hecho de cerrar el grifo te contamina más que...
¡Shus! Sí... ahora sí lo he oído.
—No, ahora que lo has oído tú sí que nos tenemos que callar...
—Espera un momento, rubia. No hables. Escucha... viene de allí...
—Me estás asustando ya... por favor, vámonos de una vez. Seguro que podemos explicarlo todo, no será para tanto...
—Excelente idea, rubia. Solo tenemos que cruzar el hall, pasar por todas las alarmas láser como si fuéramos aquí ninjas, llegar a la recepción y explicarle a los de seguridad que nos hemos quedado encerradas porque nos quedamos dormidas mientras explicaban que Plutón ya no es planeta. Fácil, sencillo, y para toda la familia.
—¿Por qué eres siempre tan negativa? “Haremos lo que tú quieras”, ¿recuerdas? Ese era el trato.
—El trato, rubia, era que si dejabas de llorar porque tenía una reunión de negocios, iría contigo a tu paseo de mormones, no que acabaríamos en la cárcel.
—Es lo que tiene traicionar a tu propia hermana...
—Venga,vamos ya de una vez... si acabamos en la cárcel siempre podemos llamar a nuestra jefa la rubia, tiene muchos contactos...
—Seguro que sí, contactos a tope...
—¿Sigues con la peluza? Ya te lo he dicho, rubia, cómo tú, ninguna...
—No me hagas la pelota, morena, cuando estemos en casa y hayas desinstalado el skype, hablaremos de que soy la única hermana rubia que tienes...
—Menos mal que somos solo las dos de hermanas....
—¿Menos mal para ti o para mí?
—Empiezo a pensar que para la humanidad, rubia. Para la humanidad...
—Y todavía no han empezado tus problemas, ya verás cuando tu amiguísima vea que no has escrito una reseña literaria ni leches...
—Te recuerdo que las dos trabajamos para ella..
—Ya, pero a ti te importa, a mí no...
—Empiezas a asustarme, rubia.
—Lo malo se pega... culpa tuya, morena...
—Tengo que leer más, la vida en el mundo exterior no está hecha para mí...


jueves, 23 de agosto de 2012

Encuentro en tacones. Tarde de calor, chat y sorpresas.


— Estás muy vaga— decía Irene.
— No estoy vaga, solo es este calor— se defendía Alicia, abanicándose con una revista.
— No, estás vaga hasta decir basta. Qué parsimonia que llevas desde hace dos días.
— Que nooo estoooy vaaaaaga.
— Sí lo estás.
— Que no.
— Que sí.
— Que noooo.
— Que síiiii.
— Vale, pá ti la perra— terminó por decir Alicia.  
— ¿Lo ves? Estás vaga hasta para seguir discutiendo.
— No es ser vaga, es que no quiero seguir con esta conversación de besugos.
— Claro, por vaguería.
— Paso de ti.
— Anda que yo…
— ¡So, mira lo gilipollas que está Alicia hoy! —Gritó Irene. 
— Llevo media hora aguantándome para no daros una hostia a las dos por gilipollas; y dejadme que estoy escribiendo— respondió So sin quitar la vista del portátil.
— ¿Ves? Ella no está vaga—dijo Irene con gesto de suficiencia.
— ¿Por qué no vais a dar una vueltecita por el parque, niñas, y dejáis a los mayores trabajar?
Alicia e Irene la miraron con cara de pocos amigos y luego se echaron a reír estrepitosamente. So levantó la mirada, ceñuda.
— ¿Y ahora, de qué coño os reís?
— Pues que también estás vaga, cualquier otro día te habrías levantado hace rato para darnos dos guantás— decía Irene sin dejar de reír a punto de hipar.
— Lo que no sé es dónde se han metido Regina y Karol, ya lo habrían hecho por mí hace tiempo. ¿Sabéis dónde han ido esas dos brujas? 

— Creo que están en la nueva tienda de la esquina, intentando conseguir el teléfono del dependiente de culo masticable— contestó Alicia.
— ¿Y por qué no las habéis acompañado? Seguro que necesitan refuerzos. “Y yo descanso”—dijo So en voz baja poniendo los ojos en blanco.
— Lo mejor sería despertar a Connie, lleva veinticuatro horas hibernando, y así íbamos todas a por el chavalito en cuestión. Con seis mujeres al acecho nos haríamos con él en un santiamén— maquinaba Irene con lágrimas en los ojos a causa de la risa.
— Pobre chaval, bastante tendrá con esas dos lagartas poniendo las tetas sobre el mostrador— contestaba So aporreando las teclas del PC.
— Por cierto, ¿qué escribes tan concentrada? —Preguntaba Alicia al tiempo de se bebía el último vaso de coca cola.
— Una carta para mi novio.
— Pero si tú no tienes novio. A ver…—dijo Irene levantándose del sofá.
— Si te acercas al portátil, te doy la guantá que debí daros hace dos horas—amenazó So, entrecerrando los ojos y bajando mínimamente la tapa del portátil.
— So tiene un secreto… So tiene un secreto… So tiene un secreto… So tiene un secreto…— canturreaba Alicia.
— Mira que sois porculeras cuando os lo proponéis. Anda, id a despertad a Connie, no es normal que duerma tanto, le van a doler hasta los empastes cuando se levante—intentaba convencerlas So para que la dejaran un rato tranquila.
Irene y Alicia se miraron cómplices y con tan solo esa mirada decidieron qué hacer.
            Las dos chicas se levantaron al mismo tiempo del sofá e hicieron el amago de ir hacia el pasillo que conducía a las habitaciones. Antes de entrar se dieron un toque en el brazo y se abalanzaron sobre So. Irene sujetó a la rubia y Alicia le quitó el portátil con un movimiento rápido. Corrió hacia su dormitorio a toda velocidad mientras que Irene forcejeaba con So para que no se moviera.
Una vez estuvo Alicia dentro del dormitorio, pegó un grito. Irene soltó a So de los hombros y fue a encerrarse con Alicia.
— Abrid la puerta y dadme el portátil, como lo rompáis…— amenazó So, dando fuertes golpes en la puerta de Alicia.
Las dos amigas habían cerrado el pestillo, tirándose sobre la cama para investigar qué era aquello que So quería esconder.
— ¡Hostia! So tiene un ciber novio— decía Alicia sin poder evitar el asombro.
— ¡No jodas! A ver…— contestaba Irene más sorprendida aún.
— Sí, mira, mensajitos con corazones y todo en los privados del face. De cualquiera no me sorprendería, pero de So…
— ¿Qué pone? ¿Qué pone? — Preguntaba Irene curiosa.
— Habla de literatura, de no sé qué de editoriales, algo sobre un gato…Mira, aquí, ¡jooooder!
— ¿Qué pasa? ¿Qué pone? Tía, no seas acaparadora, déjame mirar— refunfuñaba Irene.
— ¡Ala! Qué fuerte, ¿no? Esto no lo ha podido escribir So, ella no tiene ese tipo de delicadeza, y menos aún, utilizaría las palabras “Dulce de tiramisú”
Las dos chicas rieron con ganas, ignorando las voces de una So a punto de tirar la puerta abajo.
— Espera, tengo una idea— dijo Alicia.
Las dos espías se miraron fijamente a los ojos por una milésima de segundo y, empezaron a decidir qué contestar al ciber novio de So.
— ¡Ni se os pase por la cabeza!
— Calla, que te vamos a ayudar nena, verás que divertido— voceaba Irene al monstruo en el que se había convertido So tras la puerta.
— Quiero quedar contigo. No, mejor, quiero que nos veamos esta tarde. Venga, ponlo, a ver qué dice el maromo.
“Ya sabes que no puedo, al menos hasta dentro de un par de semanas”
— ¡Dejad de tocar mis cosas, os juro que lamentareis haber nacido! — Amenazaba cada vez más alto So.
— Pero me gustaría verte, podríamos quedar…— escribía Alicia.
— No pongas aquí, que a saber quién coño es este— recomendaba Irene.
— Ok, pondré en Madrid centro, en la Vaguada, ¿vale? — Irene asintió y Alicia escribió detalladamente el lugar y la hora exacta de la cita, utilizando las palabras que So había dejado en mensajes anteriores.
“Está bien, allí estaré, tengo muchas ganas de verte. Te invitaré a un helado y al fin podremos hablar tranquilamente de nuestras cosas. Llevaré incluso un pequeño regalo que te compré el otro día. A las cinco en la puerta del Starbucks. Allí te veo. Ahora me tengo que ir, pero recuerda que…” 
— Y yo a ti, luego nos vemos— escribía Alicia, cortando al hombre para no dar paso a una retahíla de amorosos comentarios.
Cerraron el chat y se dispusieron a comunicarle a So su cita de por la tarde, estaban seguras de que se alegraría de acelerar un poco el proceso de encuentro. Aunque eran conscientes de que al salir de la habitación la histérica rubia se les tiraría al cuello.
— ¿Preparada para la batalla? — Dijo Irene con un atisbo de terror en la mirada.
— Preparada.
So las esperaba en el pasillo, apoyando la espalda contra la pared, con la cara agachada, resoplando como un toro enfurecido y con la mano extendida para que le devolvieran el portátil.
— Dádmelo— dijo con voz gutural y amenazante.
Antes de que pudiera dejar el aparato en el suelo, para que no se rompiera por los golpes que les iba a dar a sus amigas, Connie salió de su cuarto, con los pelos revueltos y una sonrisa en el rostro.  
— Chicas, esta tarde tengo que salir, voy a la Vaguada de compras y creo que llegaré tarde, no me esperéis para cenar— dijo la recien llegada para sorpresa de todas.












                                     Y no os perdáis mañana viernes a ...   







martes, 21 de agosto de 2012

Galletas de la suerte - procrastinación, divino tesoro

Procrastinación, divino tesoro


Tres días después me siento, abro la lata roja y saco una galleta. Me da en la nariz un tufillo como a rancio. Y eso que cada una viene envuelta en su celofán sellado. Miro el calendario y tampoco ha pasado tanto tiempo… A ver, el primer miércoles ilusionada, el segundo en el bus, el tercero me dio la angustia vital ¿Cómo? ¿Qué hoy cumplo un mes? ¡Un mes entero comiendo galletas!


Corro a la báscula. El otro día me puse a contar los aparatos que tengo acumulados en la habitación del ordenador y me quedé loca: móvil, tableta gráfica, ordenadores de sobremesa dos, tres portátiles, la tablet de leer en el metro, dos ipods, una máquina de coser, una de quitarle pelotillas a la ropa, la plancha y la báscula. Creo que además hay dos discos duros sin padre ni madre ni perrito que les ladre. Con lo de recordarme a mí misma la cantidad de chismes electrónicos que tengo en la habitación hago como que se me ha olvidado que buscaba el peso. Hago como que se me olvida que llevo un mes desempaquetando dulces chinos para ver el mensaje. Confieso: no escribo acerca de lo primero que me dice la repostera oriental que envasó todo esto. Como hasta que me sale una frase inspiradora.

Miro el MAC, mi compañero de tardes domingueras y sé que lo que debo hacer es sentarme al amparo de su teclado, cálido y familiar, para terminar el procesado de la última sesión de fotos que hice allá por junio. Me acuerdo de mi amiga y fisioterapeuta Noelia, de lo bien que lo pasamos a pesar de su lesión en la pierna,  del maquillaje, de que la calle estaba desierta, del calor que hacía… Y es que hoy también hace mucho calor. Anoto que en cuanto me haga el té de hibisco con hielo y las brochetas de fruta me siento a editar. Marcho a la cocina, donde me espera la lata roja, abierta de par en par. La cierro, cambio la agenda de la tarde para encajar la redacción de la entrada del próximo miércoles y un gato se refrota contra mis piernas.



Me agacho y cojo a Verano en brazos. Verano es el más pesado de los cuatro que viven conmigo. El que me chillaba por la mañana temprano si había llegado tarde la noche anterior. Por lo general le encanta que le abraces y le acaricies, pero en esta ocasión se ha tirado al suelo y ha salido corriendo en dirección a la entrada. Le he seguido y le he pedido disculpas: cuenco de comida vacío, agua vieja. Les he puesto ración doble de comida (no, no ha sido para compensar, sino porque así tengo que rellenar el bol menos veces) y he cambiado el agua.

En el baño me he dado cuenta de que me toca mascarilla exfoliante. Me noto la piel un poco mate estos días y es verdad que con la cosa de los doce blogs, los relatos, la novela de las narices, comer fatal (todo culpa de las galletas chinas) y el calor este que me mata, he dejado un poco de lado los básicos: limpiar, exfoliar, hidratar. Me he puesto mi diadema roja favorita, lo que quiere decir que la he encontrado. Sin tratamiento ni nada me he sentido mucho mejor. En el fondo del tarro de cristal del que ha salido la cinta, he visto mi bolígrafo favorito.

Con todo el pelo hacia atrás he vuelto a la habitación del ordenador, donde esperaban báscula y MAC. Me he sonreído con mucho cariño, he pasado por el salón a coger el último sobre de hibisco para infusión y ya estaba poniendo la tetera al fuego cuando ha sonado el teléfono.

Bingo: mi madre, a quien no le cojo las llamadas desde hace dos semanas porque siempre estoy demasiado ocupada y ella lo entiende. Lo malo de todo esto es que no es culpa suya. Desde hace unos meses, algo más de un año, me encanta hablar con mi madre. Es una tía divertida, inteligente, un poco desperdiciada, la verdad. Pero bueno, a lo que vamos, que hablar con ella es enriquecedor y útil. Si no fuera por mi madre nos abría apenas nada de mi familia.

El caso es que no le cojo el teléfono a mi madre porque tengo que escribir, no escribo porque tengo que editar, no edito porque no sé trabajar sin algo que llevarme a la boca y el te no se hace solo, no me hago el te porque ha pasado una mosca… Y cuando me quiero dar cuenta estoy mucho más cerca de mis fechas de entrega con la casa por barrer. Y me diréis que exagero, que seguro que no es para tanto, que a todo el mundo le pasa.

Toda la razón, pero mi galleta hoy decía que no dejara para mañana lo que pudiera hacer hoy, ya son las doce de la noche y la lata roja sigue cerrada en medio de la mesa de la cocina porque no he tenido tiempo de devolverla a su armario, no he hablado con mi madre, tengo la cara hecha unos zorros, Noelia casi ni me habla y ni siquiera he podido terminar la entrada de blog de hoy…


La Mota Rosa

Mi pregunta es la siguiente: 

¿Qué puede hacer una mujer excesivamente celosa para no serlo? 

Ismavi 

Más viejo que el hilo negro: los celos excesivos e injustificados son síntoma de inseguridad. Ahora bien, echemos un vistazo al supuesto de que no sean tan “injustificados”: 

 a) hombres mujeriegos e infieles: no pueden remediarlo, no desperdician la menor oportunidad; comunmente apodados “los albañiles”, agujero que ven, agujero que tapan; su concepto del enamoramiento, el respeto y la fidelidad no coincide con el nuestro ni con el de la mayoría. A menos que compartas su especial modo de entender la pareja, mejor no lo escojas como compañero o sufrirás mucho, muchísimo. Y sobre todo no cometas el error de convencerte de que contigo será diferente o que lograrás cambiarlo. Huye mientras puedas. 

b) Hombres simplemente coquetos: sin intención de engañarte o rematar sus conquistas, disfrutan sabiéndose admirados; desplegar sus encantos y embobar al personal es parte de su modus vivendi. Pero no te quepa duda de que sigues reinando en su corazón y que al final de la noche enganchará tu brazo y os marcharéis juntos. 
En este caso puedes optar por 2 posiciones: relajarte y disfrutar viendo cómo a las “lagartas” que no dudan en tontear con él en tus narices se les hace la boca agua sabiendo el resultado, al final tú te llevarás el gato al ídem y ellas se quedarán a dos velas. En lugar de observarlo, espiarlo y comerte las uñas hasta los codos, puedes tomártelo como un juego: replicar su actuación, ser la más simpática y atrayente de la fiesta. ¡¡Acabarás poniéndolo celoso a él!! 
Si esta actitud es más de lo que tu corazoncito puede soportar, se impone una charla seria pero sin amenazas. Hacerle entender lo humillante que resulta verlo ir de flor en flor contigo presente en la misma sala, lo que pensará la gente, lo mal que te sientes… bla, bla, bla. Si de verdad te quiere hará lo posible por comedirse (eso sí, no te digo que no tengas que repetir la charla más adelante cuando se le olvide…). 

Fuera de estos casos, l@s celos@s compulsiv@s son personas que sufren mucho gratuitamente. Y convivir con ell@s es realmente difícil. Ven rivales donde no los hay, infidelidades donde no existen, controlan cada paso, gesto y palabra de sus parejas y en ocasiones llegan a coartar su libertad de un modo inadmisible haciendo de sus vidas un calvario. Dime la verdad, ¿votarías por vivir junto a alguien así? La existencia se les convierte en un continuo drama con broncas y peleas por cualquier nimiedad. Por debajo se esconde la inseguridad, el miedo atroz a perder al ser amado, olvidando que dándole esa vida “de perros” los incitamos mucho más y más deprisa, a que nos abandonen. Se impone reflexionar sobre qué ganamos con esos celos (nada) y por qué tenemos tan poca fe en nosotr@s mism@s y nuestra valía (gilipuertas). Si nuestra pareja nos eligió es porque nos encontró bellas, inteligentes, simpáticas y atractivas (ni más ni menos que lo que somos). Recordémoslo cada vez y contemos hasta diez antes de aullar como hienas en celo (nunca mejor dicho).




Te voy a mandar una pregunta muy chorra pero que en ocasiones me preocupa. Siempre se recomienda que cuando vayas a comprar un sujetador te dejes asesorar por un profesional para escoger la talla y el modelo adecuados. ¿Qué clase de profesional? ¿La dependienta? ¿Qué tiendas aconsejas para que te puedan asesorar bien? Ya sabemos que en la mayoría de tiendas españolas el dependiente sólo sabe cobrar en caja... Gracias y un beso.

Wonder Girl


Jajajajaja. Chorra, chorra, pero fundamental. Tienes toda la razón. Hoy día falta profesionalidad en muchos dependientes, no solo en lencería, en cualquier departamento y aunque la culpa no la tienen ellos (es obligación de la empresa formarlos adecuadamente), el comprador paga el estropicio. Yo tuve que entrar en internet para enterarme de qué va eso de las copas (ya sabes, copa A, copa B, copa C…) y siglos de equivocaciones hasta aprenderme de memoria cuál es la mía. Nadie supo decirme y aún hoy cometo errores. Te aconsejo que acudas a una tienda de lencería especializada, un comercio pequeño, a ser posible de barrio, tipo boutique, donde, no me atrevo a asegurarlo, pero tienes más probabilidades de que te atienda alguien entendido en la materia. No en vano puso una lencería en lugar de un video-club, sera porque adora la ropa interior femenina por encima de las pelis y otras hierbas, ¿no? Y cuando gracias a sus acertados consejos tengas muy claro el tipo de prenda que te ajusta al dedillo, ya puedes volver a los grandes almacenes tipo self-service, donde los dependientes, básicamente, como dices, cobran. Eso sí, con una sonrisa.


Ya sabéis, las consultas a info@reginaroman.com
Tenemos lista de espera pero todas tendrán su respuesta, es el compromiso de LA MOTA ROSA.

Y mañana, las galletas de la suerte.
¡¡¡¡Prohibido perdérsela!!!!