— Deberíamos decírselo ya— dijo
Connie mientras descorría las cortinas del piso.
— En serio, que la rubia no es
tonta— contestó Karol con aire despreocupado.
— Ya, pero no creo que haya
llegado a la conclusión acertada ella solita, la cosa es complicada— habló
Regina, un tanto absorta en sus planes para la noche.
— Vamos a ver, ¿en serio creéis
que no se huele nada? Lo de que todas nosotras tengamos turno de noche no es lo
más común— agregó Alicia antes de calzarse sus tacones de aguja.
— Yo pienso lo mismo, Irene no
tiene ni idea de lo que pasa en esta casa, ella ha sido la última en llegar y
¿qué se ha encontrado? Una panda de nenas que trabajan en turno nocturno, que
visten como vestimos, siempre con el maquillaje intacto y sobrecargado…—
puntualizó So mirando con deseo los tacones de Alicia.
— Os repito que la rubia no es
tonta y sabe muy bien dónde está metida— dijo Karol absorta entre las páginas
de su libro.
— Pienso lo mismo que So, no solo
por ese tipo de cosas, lo de las visitas constantes de hombres en casa ya raya lo
peculiar. Podemos pasar por chicas jóvenes y promiscuas, que se divierten y
saben montárselo divinamente, pero la cantidad de machos que entran por esa
puerta es para levantar sospechas a cualquiera— intentó convencer Regina a la
morena mientras se pintaba las uñas de rojo chillón.
— Si queréis que os sea sincera,
lo único que no logro entender de Irene es porqué sigue tan campante— contestó
Karol, mirando concentrada a sus compañeras de piso.
— ¿A qué te refieres con seguir
tan campante? — Preguntó Alicia.
— Es que me resulta extraño que a
ninguna de nosotras, por no decir todas, no la veamos apetecible, lleva varios
meses viviendo aquí y ya nos deberíamos haber tirado encima de ella. No sé a
vosotras, pero a mí es la primera vez que me pasa— confesó Karol levantando una
ceja.
— Sí, yo también lo he notado,
¿curioso, verdad? Alguna vez me he levantado por el día y la he encontrado en
el baño tomando una ducha. En cualquier otro momento me habría metido con ella
y… pero no, nunca me ha atraído en ese sentido. Es muy raro sí, y más raro que
nos pase a las cinco— dijo So arrugando el entrecejo.
— Pues yo no lo había pensado
hasta ahora, pero tenéis razón, nunca he pensado en Irene de esa manera— agregó
Connie.
— Lo dicho, ya ha anochecido y no
tardará en llegar a casa, deberíamos contarle nuestro secreto. Se lo debemos— propuso
Regina convencida.
— ¿Y crees que no se irá
corriendo asqueada? No sería la primera vez que eso sucede— preguntó Alicia.
— Bueno, también podríamos
incorporarla a nuestro plan de vida, por llamarlo de alguna manera. Es una
chica fuerte, lo mismo hasta le interesa— propuso So imaginando en su mente la
escena.
— No, no, no, nada de eso,
dejadla tranquila que ella tiene una vida feliz según está. No necesita mierdas
como las nuestras, bastante tenemos nosotras con soportar lo que nos ha tocado—
dijo Karol, en su tono de voz había cierto tono de tristeza.
— Lo dices como si nuestras vidas
fuesen un asco. Perdona, bonita, pero yo estoy muy orgullosa de ser lo que soy,
y bien que nos lo montamos, te quejarás — Contraatacó So ofendida.
— No estoy diciendo que sea algo
por lo que avergonzarse, pero vivir así tiene muchas desventajas y en eso no me
podéis contradecir— aclaró Karol.
— Se lo podemos proponer y que
ella decida. Aunque para eso, tenemos que contarle nuestro secreto. Yo no estoy
tan segura de que se huela la tostá, seguro que la tenemos hecha un lío con
nuestros horarios y manías extrañas— dijo Regina mientras se ponía la segunda
capa de maquillaje.
— Pues ahí suena la puerta, así
que decididlo rápido que la rubia ya está aquí— habló Connie.
La llave en la puerta sonó y tras
ella apareció Irene con cara de pocos amigos. Pasó al salón donde sus compañeras
de piso y amigas estaban reunidas, y tras un breve vistazo a sus caras de circunstancias,
se acercó a la ventana para asomarse por ella.
La luna llena saludaba en el
firmamento, una brisa cálida acompañaba a las primeras luces artificiales de la
noche. Era verano y el bochorno se palpaba sobre la piel en forma de sudor
pegajoso. Irene se dio la vuelta y encaró a sus cinco amigas que la observaban
con demasiada atención.
— Vale, ya veo que como todos los
días habéis dejado la casa cerrada a cal y canto, esto parece un horno, a ver
cuándo os convencéis de que hay que poner aire acondicionado aquí dentro. Y ya
me estáis contando qué es eso que os está pasando por la cabecita, huelo charla
desde dos manzanas de distancia. Desembuchad— dijo Irene con los brazos
cruzados y una ceja levantada.
— Pues verás, hemos estado
hablando… el caso es que hemos decidido que lo mejor sería contarte qué hacemos
todas las noches cuando salimos de casa— dijo Connie, a la que apoyaban todas
sus amigas menos Karol, que miraba frustrada cómo su opinión no había contado
para nada.
— Mmm...… confesiones… — Irene
dejó en el aire la palabra y acto seguido se echó a reír a carcajadas.
La risa de la rubia era a cada
segundo más alta y estridente. El resto de mujeres dentro de la habitación se
miraban entre ellas confundidas.
Irene paró de reír abruptamente y
se dio la vuelta, dando la espalda a sus compañeras de piso y encarando el
ventanal. Su pelo empezó a crecer a una velocidad pasmosa; pasó de tener una
melena por los hombros hasta llegarle los cabellos a la cintura, las uñas de
sus manos crecieron un par de centímetros, largas y afiladas como cuchillos, arañando
el cristal de la ventana; los vellos de sus piernas, brazos y pecho se
alargaron considerablemente. Su espalda se curvó imperceptible y de su garganta
salió un alarido gutural que dejó clavadas en el sitio a las cinco taconeras
tras de ella.
Al darse la vuelta todas abrieron
la boca con asombro. Un gran lobo de pelaje blanco y ojos grises se erguía sobre
sus patas traseras, esbozando una mueca en su rostro que bien podría tratarse
de una sonrisa.
Las cinco chicas, alucinadas,
escucharon dentro de sus cabezas:
“¿En serio pensabais que no sabía vuestro secreto? La que os ha dado la
sorpresa he sido yo, ¿a que sí? Lo único que os tengo que decir es que en mi
faceta lobuna apestáis de una manera muy desagradable, pero aún así os quiero
mucho, chicas. Supongo que es raro que una mujer lobo como yo viva con un grupo
de vampiras como vosotras, pero el mundo está loco, y desde un principio me caísteis
bien. Bueno, no es por romper la magia del momento, pero tengo hambre y me gustaría salir con vosotras esta noche, montaremos una fiesta a todas
luces épica. ¿Qué me decís?”
El caso es acojonarnos a todos no? Vampiras. Mujer lobo. Como para acercarse :P
ResponderEliminarGracias cieloooo!! Lo cierto es que me encanta descolocaros jajajaj Un besote muy fuerte y acércate que aunque lo parezca no mordemos (bueno, solo un poco :P )
EliminarComo siempre tus relatos te llevan por un camino y luego ¡zas! apareces en otro sitio...
ResponderEliminarAunque ahora me cuadra tu frase de ¡yo no me depilo, no sirve de nada! :P
Mi chicoooooooooo!!! De todas formas tú me miras siempre con muy buenos ojos, está vez me miras un poco más peluda de lo normal, pero es que me lo he buscado yo solita jajajaj. A ver si busco hueco y me voy pá tu tierra y nos tomamos algo juntos, que ya hay ganitas :D Besos mi Gus!!!!!
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