Cuando
digo hablar con el espejo me refiero al acto (sublime) de conversar con el
propio yo. Sí, es sano. No, no es estar majareta ni para que te encierren. ¿No
has oído miles de veces a esa vocecita que te chilla y te dice cosas en tu
conciencia? Llámalo como te dé la gana, yo lo llamo Pepito Grillo desde tiempos
inmemorables. Bueno, no, desde que vi la película de Pinocho y me quedé mosca
convencida de que, como la mayoría de los cuentos y fábulas en apariencia
infantiles, oculta una tenebrosa moraleja y un mensaje que se me escapa.
A lo
que voy, que divago y me convierto en la reina del irse por los cerros de
Úbeda. Lo aceptes o no, esa vocecita la tenemos todos. Y suponiendo que la
escuches, que es lo mejor que podemos hacer, te propongo que contabilices las
veces que sus frases, protestas y consejos son amables.
Yo
te lo diré: un 3% de las ocasiones.
Siendo
tremendamente generosa.
¿Y
por qué? Porque somos duros y exigentes con nosotros mismos, porque nos
hablamos como jamás nos atreveríamos a recriminar a un conocido, porque nos
echamos en cara cosas que perdonaríamos a otro sin dudar. Eso hace de nosotros
nuestro peor enemigo.
Recapitulemos
entonces: ¿Somos nuestro mejor amigo o todo lo contrario?
Si
lo pensamos despacio, estaremos de acuerdo en que a gritos y a ofensas, nadie
aprende. No se nos ocurriría corregir a una amiga que ha cometido un error a
base de aullidos de dragón cabreado pero sí lo hacemos con nosotros mismos.
Pobres niños escondidos en nuestro interior, siempre asustados, atemorizados e
intimidados por un sinfín de reproches y poquísima comprensión.
Si después
de meditarlo caes en la cuenta de que nunca lo has hecho, empieza hoy mismo.
Cambia radicalmente ese tono abrupto con el que te reprochas lo que deberías
haber hecho, lo que deberías haber sabido, lo que deberías haber evitado… ¡Ay,
esos debería” cuantísimo daño hacen y qué poca utilidad tienen! Gana peso, gana
espacio, congratúlate porque te has percatado de lo que no funcionaba,
restablece las pautas de un diálogo interior amable y fructífero.
Y
salúdate al espejo cada mañana y dite cosas bonitas. ¿Qué puedes perder? No perderás nada, todo lo
contrario.
Y el
miércoles, mi Brownie: Alicia Pérez Gil y sus galletas de la suerte. ¿Os he
dicho que el Brownie es mi pastel favorito?
Creo que mañana, al afeitarme, invitaré a Pepito Grillo a café y tostadas, a ver si así se ablanda un poco. lo cierto es que creo que le había puesto un bozal, pero ahora se ha vuelto un deslenguado.
ResponderEliminarComo siempre certera querida amiga