A veces pasa: A veces te metes en
una tienda de ropa y una dependienta se acerca a preguntar si puede ayudarte. A
veces, la mayoría, contestas que no. Total, es poco probable que compres nada,
lo que quieres es matar el tiempo mientras esperas a alguien o enterarte de qué
van a llevar las demás esa temporada. Tú estás en medio de una dieta o puede
que apática. O, cosas más raras se han visto, encantada con tu fondo de armario
y concienciada de que el consumismo es una lacra y el síndrome de Diógenes una
amenaza mucho más seria de lo que parecía hace un par de películas.
Y en estas me encontré yo el otro
día, ya en el probador, con mis vaqueros pegados a las posaderas,
contorsionándome porque la opinión de Emilio es que no hay culo grande, lo que
me obliga a ponderar el aspecto del mío con cierta mesura, no vayamos a
terminar comprando pantalones con implantes y cantando salsa sobre unas
plataformas imposibles.
Yo, que había cogido una talla
más de lo que necesito porque estoy harta de marcar más que un fluorescente, le
contesté que no, que estaba muy cómoda, pero que no me convencía el color. Le
pedí que me trajera un par más claros, unos negros y otros con otro corte de
pierna. La chica, encantadora, me los trajo todos, me explicó la diferencia
entre ellos y se desentendió de mi espectáculo ante el espejo. Emilio se
desentendió también. Para eso se han hecho los smartphones: para que los novios
vayan contigo de compras sin posibilidad de desesperación.
Al final me llevé el par que me
había probado primero, di las gracias a la dependienta y me marché de allí
razonablemente contenta. Y eso que la mujer había sugerido que me veía
embutida. Estaría yo benevolente, no sé.
¡Qué narices! Claro que sé. Lo
que sucedió es que, antes de encontrarme al cuervo blanco de las dependientas
de textil en España, había estado en un Zara. Un zara de una sola planta en el
que pululaban al menos seis dependientes: cinco chicas y un chico. Y ahí mi
método de caza del vaquero perfecto había sido el que mencionaba como
infructuoso unas líneas más arriba. Tenía cierta prisa, sabía lo que quería y
creía que era sencillo. Culpa mía: nunca subestimes la complejidad del
shopping.
PDZ- ¿Pero los quieres de esta
sección?
ALICIA- Pues me da igual. Los quiero
rectos o con un poco de campana.
SDZ- ¿Los buscas en mujer? Yo
creo que igual en joven. Mira, pregunta a mi compañero.
SDZ- Es que mi departamento es
ese
Entendámonos, toda la tienda era
como dos veces mi casa. Máximo dos y media, o sea, no llegaba a doscientos
metros cuadrados. De todas maneras no discutiré la capacidad cognitiva de la
dependienta 1 ni de la 2. Me consta que no se trata de eso, sino de lo que
viene a ser no tener ganas. Y me consta porque sé que las trabajadoras del ramo
son las primeras en conocer al dedillo el género, que para eso tienen
descuentos en la tienda y es ahí donde compran regalos a porrillo para amigas y
familiares. Y no las acuso de nada, conste. Son muchas horas de pie soportando
a personas indecisas, tocapelotas y demás tonterías asociadas a la compra
compulsiva. A ver por qué iban a tratarme a mí como a un ser diferente. No
señor, el cliente es un tarado y yo no iba a ser menos.
Así las cosas, resignada a no
encontrar vaqueros jamás porque ya me lo había dicho el Vogue de septiembre
(suelo comprar el de septiembre y el de mayo, por el cambio de estación y
porque el contenido del resto es una repetición extenuante de lo dicho esos dos
meses y, además, tampoco le hago mayor caso): me había informado de que podía
hacer acopio de pantalones anchos antes de Navidad porque después sería más
difícil que lo de la aguja y el pajar. Eso sí, de lo que no advertía la revista
era de lo que encontré a continuación:
DMZ (Dependiente masculino de
Zara. Y Gay, debo decir): ¿Disculpa? ¿Butqué?
ALICIA – Boot cut, con corte
ligeramente acampanado… Como los que llevo puestos pero nuevos.
DMZ(YG) – Perdona, es que no
sabía lo que era. No, no tenemos ¿Has mirado en mujer y en TFR?
Ríete del vuelva usted mañana
funcionarial. Y ríete de la eficiencia y la sofisticación. Ahí lo tenéis: un
dependiente de una tienda de moda de la que ha copiado el escaparatismo de
Loewe que no conoce los nombres de los cortes de pantalón. Yo no podía bajar
las cejas de la estratosfera, Emilio me cogió de la mano y salimos de allí. Él
aliviado porque a mí no me había dado un patatús y yo víctima del patatús. De
uno discreto y callado.
Debe de ser la situación peor de
lo que la percibo cuando en todos los gremios se cuecen las mismas habas. Al
menos antes podías fiarte de que las dependientas conocían su género, de que
los agentes de viajes manejaban los precios de la competencia, de que los
libreros leían y los escribientes escribían. Ahora no. Ahora lo que hay que
hacer es facturar. El cliente comprará o no en función de sí mismo y no de la
labor del vendedor así que ¿Para qué esforzarse?
Llamadme loca, pero a mí esto me
asusta tanto como la concentración de sindicalistas en el edificio contiguo al
de mi oficina. Seré una cobarde…
Y mañana una profesional del taconeo. Con todos ustedes: Irene Comendador:
Por eso yo compro siempre mis Lee, misma talla, mismo largo. Hasta me los puede comprar otra persona... con tal de no ir de compras ....
ResponderEliminarYo ODIO ir de compras. Aun ODIO MAS dar vueltas sin tener claro que comprar. Cuando voy de compras, suelo tardar más en ir y volver que el tiempo que paso dentro del establecimiento, sea una tienda o unos grandes almacenes. Ade+ voy en dias y horas donde no haya cienmil personas dentro, porque eso me agobia. Llego, elijo, a veces pruebo, pago y me piro.
ResponderEliminarYo tengo un problema serio con los vaqueros. Debido al tamaño de mi "asiento acolchado" y la tripota (que no tripilla), los que son bajos de cintura me quedan más bien "altos de chichi". Y he descubierto que los únicos dependientes con la paciencia suficiente para sacarme 24 pares de vaqueros (contados) sin perder la sonrisa, y además encantados de ayudarte, son los de las tiendas outlet de Pepe Jeans tanto del Factory de Sanse como de Las Rozas Village.
ResponderEliminarYa no me complico la vida. Cuando quiero un vaquero, me voy a ellos directamente.