Estamos terminando septiembre y el verano ha
tocado ya a su fin. Con ello decimos adiós a los vaporosos y ligeros vestiditos
característicos del estío, a las sandalias y también a las tardes largas y a
las noches cálidas que invitan a pasear y a tomar algo en las terrazas.
Yo me despido como cada año de mi estación favorita
con un poco de tristeza. Me encanta el sol y el calorcito, la piscina y la
alegría que para mí, desde siempre, ha venido asociada con el verano. Pero tras
haberme cogido el primer resfriado de la temporada ya no me quedan excusas para
seguir alargando lo inevitable, esto es, hacer orden en el armario y el
necesario aunque engorroso intercambio de ropa. Hay que sacar las maletas de debajo de la cama y una a
una ir guardando las prendas (que hibernarán cual osos o marmotas durante los
meses de frío) mientras las abrigadas van retornando otra vez al lugar que
ocuparon el año anterior, pero no sin antes pasar por un necesario y merecido
baño que les quite la pereza y el polvo acumulado en su obligado retiro.
Total un engorro mayúsculo, que además trae
aparejado un montón de obligaciones.
¿Cuáles?
Por ejemplo cuando sacas del inframundo de
debajo de la cama cosas que llevaban tiempo inactivas ¿qué descubres? Pues que
hay algo más que lo que esperabas encontrar.
¿Cómo qué? Pues como un montón de pelusas del
tamaño de gatos monteses que te miran amenazadoras desde abajo. Tú te armas con
la aspiradora y te diriges hacia ellas con decisión, con firmeza, fingiendo que
no tienes miedo cuando en realidad eres consciente de que te encuentras en
inferioridad numérica y que ellas conocen mejor el terreno.
No titubeas, la mejor defensa es un buen
ataque y, rápido sin darles tiempo a reaccionar, pulsas la palanquita de on.
Entonces te quedas con cara de "alelá". Donde tendría que haber una fuerza
desbordada de succión, no hay nada. Miras el pitorrito y repites la operación,
on, off, on. ¡Mierda! Aquí hay algo que no funciona y para colmo ya has perdido
el factor sorpresa. Las pelusas que antes te miraban acojonadas ahora se descojonan
de ti. Tú te debates en retirada pero con un último gesto que salve un poco el
malparado orgullo de guerrera que llevas en el interior, alzas el puño y
exclamas: —Habéis ganado esta batalla pero la victoria final será mía.
Después, durante un rato rumias en silencio
la derrota y te lames las heridas sin atreverte a entrar de nuevo en el
dormitorio porque sabes que has sido expulsada de tú hogar por enemigos
extranjeros; hay que idear un plan. Revisas el estúpido artefacto aquel que tan
caro te costó mientras maldices la tecnología alemana. Cuando descubres que no
lo has conectado a la red. (Je je cosas así suceden a los más versados en la
materia. La excusa no da mucho de sí pero tú eres indulgente contigo misma).
Ya sí que sí, das una patada a la puerta e
irrumpes en la habitación entonando un grito
salvaje a lo banshee; blandes en tu mano el tubo metálico (ya encendido)
a lo bestia, sin ningún accesorio que lo limite, solo la furia asesina de no sé
cuantos vatios a su máxima potencia contra los peludos seres que ahora tratan
de huir en desbandada.
—Esto no os lo esperabais ¿Eh?
Pero cualquier intento es inútil contra la Megalaleche Strapon
Power Chust, que en pocos segundos se traga a las criaturas y, con sed de sangre, engancha la funda nórdica y
empieza a absorberla sin dar muestras de diferenciar a amigos de enemigos.
— PAAAAra jodía –la gritas- que ya está.
Ella ruge:— HAMBRE .
Eres una xenocida luchando por su hábitat. Los
abstractos de la piedad o la compasión quedan tan relegados en tu alma como el
impulso racional de llevar a cabo la regeneración moral de Rousseau y de alcanzar el “Hombre Civil”.
Y tú te envalentonas, algo oscuro y maligno
se ha despertado dentro de ti y no dejará de aullar hasta que el ataque de
limpieza compulsiva de cambio de estación quede totalmente satisfecho, pero sabes que eso tardara en ocurrir, porque
llevas sin limpiar a fondo…..(Uf que lo piense, digamos mucho sin entrar en más
especificaciones, casi mejor hacer una mudanza….).
La
contienda se alarga durante horas en las que como una loca posesa alternas el
salón con la cocina y la cocina con el baño, pero no estás sola, no. La fuerza
demoledora del guerrero Ajax, en su
versión pino, te acompaña, y, tocada con la cinta para el pelo de Nike, la
victoria será tuya (Atenea la de los ojos glaucos mediante).
Eres diosa de la creación pero tu útero pide
un sacrificio de sangre. Solo las deidades paganas y complacientes aceptan
presas no cobradas. Tú buscas tu propio sustento. Las alabanzas y las súplicas
se alzan ante ti al verte aparecer en toda tu gloria con tus poderosas
zapatillas rosas con gato bordado que pisotean tronos conseguidos por endogamia
política.
Ejércitos enteros rinden sus estandartes al mostrarte
con tu camiseta vieja de Berska que termina en el mismo lugar que las bragas
feas que te has plantado porque con todo esto no has puesto aún la lavadora.
Hasta
que, por fin, caes molida y agotada en
el sofá, miras la casa y te sientes satisfecha.
— Porque está mal decirlo pero
esto es casi mejor que un polvo.
— Bruuuuuuuuum- Te confirma la Megalaleche Strapon
Power Chust
Nada ha cambiado, sigue haciendo frió y no te
apetece que las noches sean cada vez más largas, pero has culminado el ritual
de cada año, ya has cumplido. Y como no queda más remedio que aceptar lo
inevitable, decides hacerlo con alegría. Así que coges la revista de moda que
te pilla más a mano y comienzas a hojear sus páginas. Qué mono lo que viene esta temporada; se
vuelven a llevar los abrigos largos de cuero y las tachuelas en su versión
macarra chic vienen pisando con fuerza.
—Seguro que algo de esto me cae.- Sonríes entre dientes con picardía.
Algo bueno tenía que traer el mal tiempo.
Mañana martes Roman, de las Roman de toda la vida y buena familia. Regina con su "Mota Rosa."
Me voy a la cama riéndome con tu historia (no de ti, de tu historia), con la que me identifico un poco (no por las bragas feas, claro), aunque lo de "esto es casi mejor que un polvo." todavía no lo he experimentado, deberé practicar más (lo del polvo) para comparar mejor.
ResponderEliminarjajaja No sé como lo haces pero al final siempre hay una batalla. Pero cuidado..que la guerrera ha quedao con las zapatillas rosas y un aspecto que mañana ni 15 minutos ni una hora. Yo, como mi amigo de arriba, seguiré buscando el consuelo de la batalla en otros lodos, o polvos, o como sea ;)
ResponderEliminarManu
Esto...
ResponderEliminarlamento lo indecible tener que devolverte algunas cosas que has ido repartiendo por ahí, peeeeeeeeeeeeeeero:
!Haber estudiao!
¿Cuándo te vienes a mi casa? Tres contra mi armario,(tú, la megalaleche Strapon Power Chust y yo) ¡Venceremos! Besos ¡Magnific!
ResponderEliminarPues me sumo a la peticion de Connie. Me haces el favor, te pasas por casa y echamos un rato. Prometo tener listo el te y las pastas.
ResponderEliminar¿Qué quieres que te diga? A mí, el ritual de cada año, en cierta forma me mola. Eso sí, me dura una semana (por el escaso tiempo que puedo dedicarle) durante la cual, mi habitación es un pantano farragoso en el que entro de puntillas. Pero luego... guays!!! Mejor que un polvo no, pero satisfactorio, un taco, jejejejeje
Besossssss
Ey, guerrera, cuando quieras te echo una mano y vamos a por esas desgraciadas de las pelusas, que mira que son escurridizas y se esconden que no veas, pero será una experiencia chulísima eso de poder pelear juntas ^^ Besos
ResponderEliminarCaray, si llego a saber que limpiar es tan emocionante, y sobre todo tan satisfactorio, me voy al vertedero a buscar un par de sacos de porquería para extenderlos por todo la casa... Deberíamos incluirlo en los tours turistas, seguro que les sacábamos unos euros a los giris jajajaja
ResponderEliminarSaludos.
¡Malditas pelusas asesinas!
ResponderEliminarHa armarse se ha dicho, de espadas y aspiradoras, que el cambio de clima no sea impedimento para lidiar esta batalla... se nota que llevo una mañana entre galletas, divanes, misiones antes de los treinta y y... ¿se nota? ^^
A seguir, que más me toca^^
besoss