Una
semana de crucero por las islas griegas, lo que significa buffet libre desde
las siete de la mañana hasta las doce de la noche. De ahí que no vaya a probar
ni una sola galleta hasta el día de Noche Buena. Llegué el lunes a casa, agotada, un poco
triste, con las ganas de escribir bajo mínimos. No pasé por la cocina porque
tras los siete días de orgía hipercalórica lo único que me cabía en el cuerpo eran las horas de sueño que me
faltaban. Me acosté.
Desperté
el martes, ayer, con la sensación de que a mi cuerpo le faltaba algo y,
entonces sí, entré en el la habitación que constituye el centro neurálgico de
cualquier hogar mediterráneo. Bebí agua y vi la latita roja, tan mona, tan
británica, tan extraña a la semana que había terminado, donde todo había sido
blanco intercalado de azul.
En
seguida supe que no podría hacerlo: no sería capaz de estirar el celofán
crujiente hasta que se rompiera y llenase mis manos de migas anticipatorias. No
lograría quebrar la galleta ni leer el mensaje. Todas las fibras de mi cuerpo
se llenaron del CONOCIMIENTO: Una galleta más y la muerte por hiperglucemia
llegaría a mí rauda, inclemente y veloz.
Esto,
por supuesto, suponía que mi entrada semanal corría peligro. Con mi botella de
agua desintoxicante me senté en el sofá, puse Los Soprano, me acurruqué y…
bueno, me quedé dormida. Eso debió de servir para algo, porque esta mañana me
he levantado con una idea inocua que no compromete mi ingesta alimenticia y que
ha dejado fuera de la ecuación a mi estómago: si no quieres comértelo, pregunta
a Google.
He
llegado de las vacaciones con dos ideas. La primera es una idea antigua, una
vieja conocida con la que convivo desde hace años. Es una idea del tipo marido
vetusto: te sabes sus recovecos, cómo reacciona y te adaptas a él de la misma
manera que él a ti. Tiene la mala costumbre de roncar, pero como ya te has
aprendido su ciclo del sueño, te duermes antes que él y así nada perturba tu
descanso. Hasta que te relajas. Entonces la idea-marido brilla sobre la
almohada como un cartel de neón de los años 80. Lo tienes todo por aprender,
mona.
Sí,
tengo mucho que aprender. Sobre mí misma, sobre todo. La mayor parte de las veces aprendo sobre mí
observando a los demás. Luego me comparo y saco conclusiones. Por eso viajar es
una experiencia tan enriquecedora y agotadora a la vez. Sales de tu casa
cargadita de ilusión y buenas intenciones y te encuentras encerrada en un barco
con otras 1.799 personas, sus buenas intenciones y su ilusión.
Esos
1.799 seres humanos comparten contigo la costumbre de comer tres veces al día
(300 debido al buffet libre que comentaba antes), la manía de echar la siesta
al sol con un mojito en la mesita de al lado, el interés por sacarle fotos al
Partenón y el asco monumental a los otros 1.799 pasajeros del barquito que
hacen lo mismo que ellos.
Mucho
que aprender. Por ejemplo, que a casi nadie le gustan las desventajas de los
viajes organizados. Casi nadie disfruta haciendo colas interminables para
conseguir un café. Así que ¿Para qué hacerse mala sangre insultando mentalmente
a las señoras de las varices y la pamela de paja que parecen incapaces de
aumentar su propia velocidad de crucero? Lo sensato sería relajarse, mirar al
horizonte, disfrutar del olor a pan tostado, del atuendo ridículo de las
adolescentes que se las verán con sus tacones y las cuestas insufribles de
Santorini, de las caricias escondidas…
Es
un poco como quejarse de que en el metro va uno muy apretado. A nadie nos
gusta, pero ya no lo decimos. Porque lo hacemos por necesidad. Es cierto que algunas
personas se olvidan de la higiene personal y que eso no es agradable, pero se
asume la incomodidad del metro. Por algún motivo resulta más difícil asumir la
incomodidad durante el ocio. Quizá porque el ocio es caro. Así que nota para el
futuro: los demás están tan incómodos como tú. Trata de sentirte mejor y no
colaborar al malestar general, anda, guapa…
La
segunda idea tampoco es nueva. Tiene que ver con que es más necesario respetar
al prójimo que el comer y con el resultado que me ha dado Google hoy para la
galleta dietética de la suerte: El extraño ve de inmediato los defectos, las
virtudes le cuestan un poco más.
Estambul,
Mezquita Azul, más conocida por sus usuarios como Mezquita del Sultán Ahmed. Un
edificio espectacular, con seis minaretes, miles de azulejos con diseños de las
mil y una noches, más visitantes que el buffet de marras, de entrada gratuita y
lugar de culto en uso a día de hoy. Los turistas se sentaban por las esquinas:
japoneses, europeos, americanos y árabes. Muchísimos y sobre todo muchísimas
árabes con sus velos, sus trajes típicos, algunas con sus burkas y cámaras de
fotos más o menos caras que se llevaban a casa sus propios recuerdos gráficos.
Al
principio me resultó extraño. Hasta que caí en la cuenta de que yo he visitado
Notre Dame y la catedral de Burgos cámara en ristre y soy tan cristiana como
musulmana la señora de la foto de abajo (tomada junto al bazar de las especias
y la mezquita nueva) ¿Por qué no van a hacer turismo las señoras que cubren sus
cuerpos?
Un
rato después de terminar con Santa Sofía comí en un lugar con música en vivo.
Frente a mí una chica joven (tenía las manos perfectas y los ojos almendrados
sin ninguna arruga) tomaba café con un amigo. Llevaba un burka negro que sólo
dejaba al descubierto esas dos partes de su cuerpo y el lenguaje corporal
dejaba claro que no había una relación sentimental entre los dos. No podía
dejar de mirarla. Lo intentaba, pero no era capaz. Mientras yo esperaba que me
trajeran mi guiso de cordero con verduras cocinado en una vasija que el
camarero rompería en mi presencia, la chica cogió su taza de café y la alzó
hasta sus labios. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando la dejó de
nuevo sobre la mesa.
Desde
ese momento imagino que los limpiadores de cristales de mi edificio de oficinas
venden entradas a turistas extranjeros que me sacan fotos mientras trabajo. De
hecho, algunos incluso me graban en vídeo cuando mi jefe da un grito y yo me
levanto como accionada por un resorte.
Ahora
he vuelto, estoy en casa, reviso mis 16 gigas de imágenes y me doy cuenta de
que no importa lo que creamos, cómo nos vistamos. Todos tenemos derecho a
hacerlo a nuestro modo siempre y cuando no dañemos a alguien. Y con el
propósito de ser más tolerante preparo mis próximas vacaciones a Thailandia,
Vietnam o algún lugar lejano lleno de gente que haga cosas extrañas.
Y
mañana, jueves, Irene Comendador vuelve a reunirnos sobre nuestros tacones
Jjejejejee, una crónica de viaje genial y a la vez instructiva, con mucho más transfondo del que parece a primera vista, nena, que chulada de entrada ^^
ResponderEliminarNo te jode que casi no he echado de menos tus suculentas y apetecibles siempre galletas... ains.... esa mente pensante y esas salidas ingeniosas hacen que leerte sea un autentico placer, tanto o más que comerse un buen estofado de carne de cordero ;)
Un beso mi bellezaaaaaaaaaaa, te adoro!
Y lo que me está costando la re-entré, majaaaaaaa.
EliminarLos viajes le descubrena una muchas cosas y no todas exóticas y lejanas.
Muchísimos besos, guapaaaaaaa.
Pues querida Ali, me ha resultado muy edificante en montones de aspectos tu blog de hoy. ^Pausado, reflexivo, ... incita a darle una vuelta a algunas cosas y formas de ver la vida. gracias y ¡¡bienvenida!!
ResponderEliminar¡Vaya! Muchas gracias, paseandoporlavida69 (que fijo que tienes un nombre más corto, ¿eh?) ;)
EliminarMe alegra que te haya resultado edificante. Intento compartir mis descubrimientos personales, aunque para algunos sólo sean verades de perogrullo.
Y gracias por la bienvenida!
La red es a veces tan hostil... (suspiro coqueto^^)
Un beso!!!!
Soy Manu (Manu Tomas) ;) mira que no saberlo jaajaja Es que no sé como hacer con wordpress para que salga el nombre jajaja
Eliminarlela me dejas!!!!!!
Eliminarjajajajajaja
Has trascendido las galletas de la suerte.
ResponderEliminarLa galleta "está en ti".
TU eres la galleta de la suerte.
A partir de ahora no hace falta que abras la galleta de la suerte si no quieres, solo cierras un momento los ojos, inspiras..., espiras..., inspiras..., espiras..., inspiras..., espiras..., y aparecerá ante ti el mensaje. Sobre todo..., sobre todo..., asegúrate de que "espiras", y no "expiras", que se equivoca tanta gente en eso..., los foros están llenos de gente expirando, y es que internet mata :-)
Welcome back, darling.
Ya expiraré cuando toque... Si es que no salgo corriendo.
EliminarTengo el resto de las vacas agotador sólo con cienes de cosas que quiero enseñaros. Ay!!!
Gracias for being around.
Beso gordo, gordo.
Jajjajajajjajajja, Gorda como una nutria.
ResponderEliminarMorsa, como una morsaaaaaaaaaa
EliminarAli ha vuelto!!!! Esta entrada lo confirma, es cierto que en modo ocio, tenemos menos paciencia y encima algunos can de listos!!! Excelente entrada Ali!! Besos
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