martes, 25 de septiembre de 2012

Galletas de la suerte - Madres no hay más que una


Ser hija es difícil. De hecho viene dado con el nacimiento y tienes que lidiar con ello toda la vida. Que si eres igualita a este o al otro; que si tienes los ojos de aquel y la sonrisa del de más allá. No han pasado tres horas desde tu nacimiento y ya te han convertido en el monstruo de Frankenstein redivivo a fuerza de colocarte miembros de unos y de otros. En mi caso, además, con causa: nací de color azul porque a mi madre se la olvidaron en un pasillo de la residencia. Un poco más y no estáis leyendo esto, queridas y queridos. Vosotros sabréis si os alegráis o no.

Yo he tenido ratos que no. Una nace y se pasa no sé cuánto tiempo colgada del pecho de su madre primero y de los caprichos de su madre después; de los principios, la ideología y las buenas intenciones de su madre. Tu madre te alimenta y te alimenta bien. En el caso de la mía, por cuestiones de su propia infancia, me alimentó tan bien que siempre fui una niña regordeta de mejillas sonrosadas y ojazos verdes (conservo mejillas y ojos). La mujer era FELIZ si yo me acababa todo lo que hubiera en el plato. Luego llegó mi hermana, que la hacía profundamente infeliz al no comer nada, pero ese es otro cantar.

A los pocos años, a nada espabilado que seas, ya has aprendido que si recitas todos los colores del arco iris, los números del 1 al 10 y las letras del abecedario, hay premio. Si además eres como yo y no te callas ni debajo de las piedras mientras sueltas trisílabos o cuatrisílabos, la cosa está hecha: te has convertido en la joya de la corona. Te exhiben, te muestran, se sienten tan orgullosas las madres de ti… La tuya y las otras, no os creáis.

Cuando creces te toca ponerte delante de esa mujer a la que le debes, para empezar, la misma vida y decirle: mamá, no quiero este pichi de cuadritos. Todas mis amigas llevan camisetas de la muñeca de Matutano (ahora Ruffles) y vaqueros. Este pichi de cuadritos me convierte en la manzana de Guillermo Tell, hazme el favor. Pero el pichi se queda en su sitio, las dos coletas se quedan en su sitio, los zapatos de tira se quedan en su sitio y tú vas muy pintona, eres la delicia de las familias y nadie parece ver esa flecha que llevas en medio de la cabeza. No nos engañemos, además: con el tiempo te acostumbras a la flecha y ya ni te molestan las gotas de sangre que se deslizan por tus cejas y enmarcan tu carita de princesa pepona. Con algo más de tiempo la haces tu seña de identidad. Ya sabéis: Alicia, la tía esa de la flecha en la frente. Sí, sí, esa.

Más tarde, muy poco más tarde, cuando ya puedes salir sola, empiezan los problemas gordos de verdad. Es verano, anochece a las diez de la noche o más, tus amigas las de las camisetas de Matutano se han comprado zapatillas y pantalones de marca, comen pipas sentadas en un banco de la plaza, se estrena “V” y tú tienes que estar en casa a las ocho y media porque es la hora inamovible de la cena. Ocho y media. Es posible que tu madre no tenga ni idea de en qué consiste el horarios europeo, pero tú lo cumples a rajatabla porque al día siguiente hay clase y en clase se está despierto. Consecuencia directa número 1: ocho sobresalientes de media. Ni hablamos de las flechas en la cabeza, los brazos, las extremidades partidas y la cantidad de motes inverosímiles de la gorda empollona y gafosa. En fin.

Instituto. Las zapatillas dejan paso a unos zapatos de tipo payaso con los que tu madre no comulga pero que tolera (Yiiiihaaaaa!). De escotes ni hablamos, claro. Las pipas se convierten en pubs e intercambios culturales con extranjeros. Sí, sí, extranjeros. En el País Vasco, donde me crié, los chicos vivían en un país paralelo al nuestro, así que cuando entrabas en contacto con ellos era como irse de Erasmus pero en el instituto y sin moverte de casa. Mamá decide a qué fiestas vas y qué fiestas te pierdes. Lo que además decide –y tú crees que lo sabe, porque si no, no tiene sentido- es cuántas posibilidades de liarte con el extranjero que te gusta pierdes por cada fiesta a la que no vas. Así te mantiene virgen y pura hasta los cuarenta, o al menos todo lo que pueda. Y las madres pueden. Creedme, mi madre tenía poderes que ni las seis superchicas de la Comendador. Cuando se trataba de sexo mi madre mutaba en una especie de Batwoman, Superwoman y Magneta enfocada a impedir cualquier tipo de contacto intercorporal.



En la universidad las cosas cambian, aunque no demasiado. Se establece una especie de relación comercial con tu madre en la que la supuesta moneda de cambio son las notas. Y no es que tu libertad aumente en función de tus calificaciones. Si fuese así, tus ocho sobresalientes de media te habrían catapultado a la popularidad más rutilante en lugar de al abismo de los nerd;  sino que tu sentimiento de culpa disminuye. Si apruebas, la cosa va más o menos sobre ruedas. Si suspendes, sobre tu cabeza pende la espada del Damocles ese, que te grita al oído que en casa no sobra el dinero, que tu madre se sacrifica para que tú tengas un futuro. Así que agarras los libros de derecho, te haces amiga a la fuerza de Diéz Picazo y Gullón, te aprendes hasta las erratas y vas tirando.



Cinco años después te vas de casa.

Muchísimo tiempo más tarde, ayer mismo, te encuentras sentada en el jardincito de la oficina con un compañero de trabajo. El día anterior habías visto “Navajeros” porque te ha dado por el cine quinqui de los ochenta. Se te ha quedado un cuerpo regular porque ya tienes unos años, claro, y las cosas parece que cambian. Ya le vale al pasado, que tiene esa cualidad meliflua y oscura que convierte a los malos en menos malos y a los buenos en otras cosas. Entonces se te ocurre que, joder, igual tu madre no era el monstruo neofascista que tú creías.

Sigues pensando que se pasó de estricta, que no sabía lo que te estaba haciendo cuando te mandaba acostarte antes que las gallinas, te vestía como una perfecta niña obediente, te enseñaba a hablar con corrección, te obligaba a lavarte los dientes y te prestaba libros de Dumas para que no creyeras que los mosqueteros eran perros. No, ella no tenía ni idea de que te estaba haciendo diferente de los otros niños, que su manera de tratarte te estaba creando una serie de inseguridades y complejos que tardarías años en superar, si los superabas. De eso no sabía nada.

Tampoco tenía ni la más remota idea de que deseabas que te besaran a escondidas en un parque, que si te impedía irte de campamento te condenaba al ostracismo postvacacional, que si te ponía una hora tope para volver a casa de las fiestas del pueblo te convertía en una rara oficial. No sabía que te hacía infeliz, diferente. Sabía en cambio que esas decisiones suyas te apartaban de ella. Y debía de dolerle.

Pero es que también sabía que hay que estar despierto para estudiar, que hay que aprender el valor del dinero, que hay que tener una personalidad propia para no morir arrollado por las personalidades ajenas como por una manada de caballos desbocados. Eso sí lo sabía. Y sabía que, si permitía que sus hijas se doblegaran a las exigencias de cualquier grupo, se convertirían en carne de manipulación, en cuerpos huecos e infelices con menos posibilidades que otros de tomar decisiones propias.

Así que hoy toca, señoras y señores, echar la vista atrás y agradecer a nuestras madres sus errores. Todos los errores que cometieron por nuestro bien y que nos alejaron de realidades que nos habrían convertido en personas menos felices, menos ricas, con menos posibilidades. Porque quizá sin esos errores no estaríamos leyendo estas palabras.

Y sí, la galleta de hoy iba de eso de respetar a tus mayores, de que más sabe el diablo por viejo que por diablo y de todas esas zarandajas que cobran un sentido u otro según avanza uno por el camino de la edad.

Me debo de estar quedando caduca.








Para relatos más animados, modernos y audaces, no os perdáis mañana el Encuentro en Tacones de Irene Comendador!!!!!


24 comentarios:

  1. ¡Madre, no hay más que una! Eso es lo que le dije el otro día a mi mami cuando me pidió un par de galletas para desayunar. (lo siento, es ver la posibilidad de un juego de palabras y me pierdo).

    Niña..., que te me haces mayor..., si ya justificas lo que tu madre hizo de ti (con su mejor intención) eso es que ya estás preparada para hacer lo propio con una cria salida de tu propio cuerpo cual octavo pasajero :-)

    A mi lo que más me jodia era lo de:

    Yo: Es que a fulanito le dejaaaaan.

    Madre de yo: Me da igual. Si a fulanito le dejasen tirarse por la ventana, tu también querrías? Pues eso.

    Bueno, y lo de que le decías basta en el cuarto cucharón de lentejas y te ponía un quinto, y después de servir a todos decía "va, que lo que queda no lo voy a tirar" y repartia entre todos lo menos otro cucharón más.

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    1. Sí, me hago mayor. Y lo mejor de todo es que no es tan malo como parecía hace diez o doce años ^^

      Hijos, no. No me gustan los críos, no he querido nunca perpetuarme ni perpetuar "cosas" familiares que es mejor que se queden atrás. El futuro es de otros mejores y más sabios :)

      Un besín y a comer lentejas, majo :)

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  2. Querida Alicia, el antepenúltimo párrafo es para enmarcarlo. La sencillez de la sabiduría de un padre o una madre la otroga el amor, y aciertan generalmente hasta cuando se equivocan (a nuestros ojos). Como padre que soy, con esta magnífica disertación voy a acostarme (para no dar mal ejemplo) y reflexionar sobre los mios.
    Mil gracias amiga.
    Manu (si, soy yo, no Martín :P)

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    1. Ya sabía yo que me iba a ganar a un padre o a dos con esto. jejejejejej.

      Si es que vi Navajeros y di gracias cien millones de veces. No pude evitarlo.

      Un besazo!!

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  3. Demasiada vida para dejarla escrita Bru. Ahora me vas a matar pero... y tú para cuándo nena? Hay que perpetuar esos ojos verdes.

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  4. Alicia en estado puro y sin cortar, con todas sus vitaminas, y un regusto a mejor entrada del mundo mundial, que lo sepas. Lo que me hizo pensar tu entrada, además de que las madres por querernos tanto nos dan la vida y no veas lo difícil que es ser madre, es que todos tenemos alguna jodienda, hasta las chicas de camisetas de matutano, todos, unos acogen la jodienda en casa, con la familia, otros la soportan en el colegio, con los compañeros, y otros por el resto de sociedad, pero todos tenemos ese punto de chic@s raros que nos hace al mismo tiempo especiales e infelices. En mi caso fue todo lo que rodea los muros exteriores de mi casa, dentro era inmune, pero de puertas para fuera carne de cañón. Si crees que es difícil decirle a una madre que ya no quieres más lentejas, prueba a decírselo a una abuela, no digo más ^^
    Genial mi brujita, una entrada, como dice Manu, para enmarcar, bravo cielo, bravo! Y un beso inmenso también, me encanta que seas como eres, así perfecta.

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    1. Tienes toda la razón, Irene: cada uno tiene su cruz y sus cosas. Hasta los mas chic, estoy segura.

      ¿Te criaste con una abuela? Madre mía.

      Muchas gracias por tus palabras, cielete. Siempre con tanto entusiasmo y con tanto cariño.

      Millones de besos!!!!

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  5. Todo se resume a... "cuando seas madre comerás huevos" ;-D Afirmación memorable donde las hayas y, muy a nuestro pesar, cierta.

    Una entrada para recordar!! La difundo porque, sencillamente me ha encantado.
    Un besito

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    1. No sabes cuánto me alegro de que te haya gustado :)

      En mi casa el dicho de los huevos se hacía con el padre, jejejejeje. Pero yo no he parido más que letras y como los huevos que quiero. jajajajajajaja.

      Muchas, muchas gracias por compartir.

      Un abrazo!!

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  6. De caduca nada. Vas gastando los años y te van gastando, y de vez en cuando el tiempo trae chispazos que ayudan a ver mejor y comprender esa oscuridad... no sé, siempre me ha parecido que la relación madre-hija es bastante compleja, más que la que se establece entre padres e hijos (masculinos). Hay que forjar el carácter y tener personalidad, claro. Y es muy difícil educar 8bien) a un hijo. Así que olé, espero que lo hayan conseguido.

    Mi frase favorita: "Ya le vale al pasado, que tiene esa cualidad meliflua y oscura que convierte a los malos en menos malos y a los buenos en otras cosas. Entonces se te ocurre que, joder, igual tu madre no era el monstruo neofascista que tú creías."

    Brillante. Un saludo :)

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    1. Muchas gracias :)

      Pero eso de que los años desgastan... No no no. Yo estoy a todos los niveles, mucho mejor que a los 10, a los 20 y a los 30. En serio. No cambiaría esta época por ninguna de las anteriores. Los años te dan cristales distintos para ver las cosas y eso está muy bien.

      A veces es un poco desconcertante descubrir cambios propios de opinión, pero sería horrible no cambiar nunca de nada!

      Un beso y gracias por leer y comentar!

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  7. Ali qué entrada más bonita!!! Justo esta noche soñé que mi madre se moría, y aún estoy con la tristeza a cuestas, aunque haya hablado por teléfono... tenerla lejos es duro... y esta entrada me ha hecho pensar en mi infancia y adolescencia, la verdad que aprovecho y cuento cosas, porque hoy estoy con mi mamá....

    Mi mami, era la mamá de todas mis amigas y aunque las demás le decían mami tmb y yo me ponía loca de celos, ahora con el tiempo me enorgullece. Mi madre además de ser madre y padre a la vez (xq mi padre siempre viajó mucho), era extraordinaria, si leía libros podía salir a jugar, podía ir a la discoteca, etc, y ella leía los mismo libros y luego me preguntaba... en fin, estoy media nostálgica y me enredo!!! Qué mi mamá decía, si quieres fumar me lo pides a mí, si quieres un tatuaje mamá te acompaña, jajaja ¡¡¡Qué grande!!! Y pensar que no fumé hasta los 23 porque no tuve que hacerlo a escondidas, que no me tatué hasta los 25 porque no sabía que hacerme y no, porque no me dejaban... en fin! Madre hay una sola y a mí me tocó la mejor. (lo siento está escrito de un tirón, así como los sentimientos y la lluvia de recuerdos que me atropellan) Gracias Ali!

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    1. Qué bonito, Connie.
      Es muy emocionante que las palabras de una despierten las emociones de otra.
      Y muy flipante que en este grupo nuestro siempre parece que una da con las claves de las demás.
      Quítate esa trsiteza, anda, que los sueños sólo son sueños y mami te queda todavía un rato :)

      Muchos besos y achuchones, guapa!

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  8. Dioooooosssssss!!! Almas gemelas a cascoporro!!! Me he visto reflejada... en el pichi de cuadritos, en el horario de vuelta a casa, en el mote de empollona gafotas, en la virginidad estirada...

    Voy a tomarme un café doble... Increíble, me tienes en el bote :)

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    1. Que no sea en el bote de café, vaya estrés si no.

      Me alegro de que te guste, de la identificación no tanto, que fue mu duro. Ahora se ve con otros ojos, pero fue muuuuuu duro.

      La virginidad estirada es una lacra XDDDD

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  9. Sí, fue duro, pero nos hemos resarcido, ¿a que sí?

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    1. Jajajajajajaja. Y seguimos resarciéndonos :)

      Oye, que es tu perfil ¡Felicidades!

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  10. Madre no hay más que una, y lo que dice va a misa... aunque lo que esté diciendo sea la orden de ir a misa y no nos guste. Como bien dices, si no fuera por sus errores, qué sería de nosotros...
    Saludos.

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    1. Sería ideal que sólo tuvieran aciertos, pero a veces se nos olvida que son humanas.

      Gracias por pasarte, Elvis :)

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  11. las madres siempre nos acaban marcando... unas veces para bien, otras para mal... pero es el paso del tiempo lo que nos lleva a pensar que igual no estaban tan equivocadas en sus pensamientos y acciones... la mejor muestra de ello, es que con los años, al tratar de establecer nuestros propios esquemas... acabamos adaptando algunos de los suyos... genial tu entrada!!

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    1. Es cierto. A veces me miro en el espejo y veo a mi madre. Afortunadamente eso ya no supone un trauma :)

      Muchas gracias, Minino. Esperamos verte por aquí a menudo.

      Un beso!

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  12. Pues yo no perdono sus errores! precisamente por eso, porque me han hecho como soy!!

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  13. Madre es madre, por supuesto que sí, Alicia, y esa es la belleza, aunque en el pasado, no lo viéramos con los ojos correctos o al menos, desde su punto de vista...
    Yo he tenido dos madres, mi mamá y mi abuela, ambas con sus manías tan diferentes, las dos inculcando cada una lo suyo (y mira que eran madre e hija, y más distintas no pueden ser...), y ahora soy madre, y espero que mis hijos, por muy raras que sean las cosas que ante sus ojos pueda intentar hacer, un día lo vean así, con la belleza de que he hecho todo por ellos.

    Besos, preciosaaa ^^

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