Andaba yo en mis cosas de rubia
cuando sonó el móvil.
Una voz muy varonil, profunda,
sería y sexi me dijo que tenía que mover el culo e ir a ver a un señor que se
llama Serafín y que tiene una imprenta.
Yo soy muy bien «mandá» con las voces
varoniles, serias y sexis que además mantienen cierta relación con manos
que firman cheques y me permiten seguir haciendo mis cosas de rubia.
Apunté la dirección y el encargo
en el reverso de un sobre de estos que te manda el banco informándote de como
andas de dineros respecto al mundo. Esto lo hago yo mucho, lo de apuntar en las
traseras de los sobres que nunca abro y dejo tirados encima de la mesa. Lo del
banco se resume en que si tienes algo de pecunia guardada te llaman señora
(creyendo que eso hace quedar bien) y si estás en rojos te llaman por el nombre
y el apellido como cuando estabas en el instituto. En un caso u otro, las
cartas del banco a mí me joden mucho a causa del remite. Lo mejor de los bancos
es que ahora te llaman a casa y te hacen una encuesta de satisfacción. ¡Oooooh
la encuesta de satisfacción! Las disfruto de verdad, sé que no valen para nada y que quien está al otro lado de la línea no
trabaja directamente para la entidad, pero les pongo tan a parir que, tras
colgar, me pide el cuerpo un capricho de cacao o de nicotina en plan post
coyunta.
Son pequeños placeres de la vida,
como el de pasar por una pastelería y comprarte el bollo que te da la gana
mientras recuerdas triunfante como tu madre te decía de pequeña: «Mañana, mañana te compro el bollo.
Cómete la fruta.»
Pero los bollos de ahora no son
como los de antes. Les han quitado el aceite ese industrial y todo su
colesterol y sus grasas saturadas. ¿Quién no recuerda ese Bollycao tan pringoso
que podías ver el cromo antes de abrir el sobre porque estaba totalmente
traslucido gracias a ese algo que parecía lubricante de motor?
Esa Pantera Rosa, hecha con vete
a saber tú qué, que dejaba las manos pringadas para toda la tarde y que solo
era comparable a su homólogo en forma, pero casi contrario en color y sabor,
que era el Copito de Nieve.
En fin, cualquier tiempo pasado
fue mejor. Excepto por el «cómete
la fruta».
El caso es que, una vez
interrumpida mi rutina, me tuve que plantear ejercer de representante entre los
nenes que hacen cosas de escribir y los nenes que hacen las cosas donde van las
cosas escritas.
Aquí es cuando surge el problema
que está dado por la condición intrínseca de ser mujer.
¿Qué coño te pones?
Esto parece una frase universal
en las nenas que los hombres se toman a
cachondeo porque ellos no se visten; se tapan. Un varón con un traje azul
marino, otro gris y otro negro tira todo el mes siempre que tenga camisas
limpias y unas cuantas corbatas. De casual,
se plantan unos vaqueros que alternan con camisetas y la americana de botones
marineros y van que chutan. Las mujeres tenemos la obligación de cambiar
nuestro vestuario a diario y adecuarlo para la ocasión. Si alguna vez repites
el modelito del día anterior, en el entorno laboral, normalmente otra mujer
será la que diga: «Eso lo
traía ayer, no ha pasado por casa. A saber con quién ha estado. Luego va de
super convencional pero miércoles y viene de empalme. Desde que lo dejó con el
novio está desfasada Qué pena de verdad.»
Todo esto en corrillo en la
maquina del café o en la fotocopiadora. Esos muebles han sido testigos de más
confesiones, fabulaciones y juicios morales que un potro de tortura de la Inquisición.
Para vestirse es conveniente
mirar por al ventana y ver qué temperatura hace fuera. Yo soy friolera y
siempre llevo una sobreprenda aunque haga tiempo primaveral, así que el brazo
izquierdo sirve de porta bolsos y perchero a un tiempo. Es en entre tiempo en
Madrid cuando puedes ponerte las cazadoras de cuero, que van sin forro para que
queden entalladitas, y que en invierno no sirven para nada porque en esta
ciudad o te cueces o te hielas sin remedio; clima mesetero puro y duro.
Vale, tiras de la chupa negra que
queda un poco rebeld pero elegante
por tono y ahora… ¿falda o pantalón?
Vas en plan de trabajo pero no
sabes si vas al taller de la imprenta o a las oficinas. ¿Serafín será un
business man o un currante de estos de la sal de la tierra? Te pones falda, la
gris con tablas que pega con la camisa blanca y los botines negros. Ya está.
Una mierda, te miras en el espejo
y parece que vas disfrazada de colegiala cachonda.
Nada de falda, los pantalones
camel con refuerzos en los laterales. Los metes por dentro de las botas
marrones y te plantas la camisa chocolate. Entonces la cazadora no pega, pues
la americana de tweed con coderas.
Joder, qué seria. Demasiado cottage, ¿unos vaqueros para quitar
hierro? Pero con las botas negras, sí, que combina otra vez con la cazadora y
te pones la blusa burdeos para dar algo
de vidilla. Genial, ahora vas de motera.
A tomar por saco. Cambio de tercio en plan
ejecutiva agresiva. El traje negro, no, el negro no que queda demasiado working
girl. El vainilla tres piezas, que el chaleco se puede llevar sin nada debajo.
¡Hostia, qué corta es la falda! Si te pones los zapatos marrones parece que vas
pidiendo guerra. No, con estos lo que vas es enseñando directamente el made in
China.
A todo esto ya tienes toda la
cama llena de prendas y empiezas a estar un poco nerviosita. No te ves adecuada
con nada y el stress aparece exteriorizándose en la frase: No tengo nada que
ponerme.
Estás en un pozo oscuro y frío
maldiciendo tu gusto por las minis, tu pobre fondo de armario y el entretiempo
que no sabes si te va a hacer tiritar o sudar.
Ya son las doce y Serafín te
espera antes de la una.
Vestido. El mini black dress, con
tacón: de noche; plano: de entierro. Poco adecuado en todo caso.
El safari en verde, te saca
cadera, te hace la pierna corta ¡puta mierda si hasta te queda grande en la
cintura! A tirar. No mejor que te lo arreglen que es de Levis y luego vete tú a
comprarlo.
¿Cuándo, para quién y puesta de
qué te has comprado este de vinilo rojo?
Con cremallera integral en la espalda y todo.
¿Esto es un vestido corto o una
camiseta larga? Pues te lo pones con leggins y un cinturón y hala. Ya te visten
la chaqueta y las botas. Eso es sí, ¿dónde están ahora los leggins negros?
Azules, estampado jeans, estos tienen un agujero, con pitufos, estos de rayas que pueden ser
una opción, los de leopardo, esto son unas mallas del gimnasio.
¡Aaaaaaaaaaaaaaag!
Y sonó el teléfono.
Como sea la encuesta de
satisfacción del banco se va a cagar la perra- pensé relamiéndome.
Pero era una voz varonil,
profunda, sería y que ya no me pareció tan sexi, que dijo:
—Serafín ha llamado, que no puede
quedar hoy. Ya me encargo yo mañana. Tú sigue a lo tuyo.
En pelotas, con todo lleno de
ropa arrugada, los zapatos fueras de sus cajas y sus hormas, las perchas
tiradas por ahí y los cajones abiertos, suspiré agradecida por poder volver a
ponerme el albornoz piojoso de estar por casa y los calcetines con deditos.
Colgué y me senté en el sofá. El
especial de moda de otoño del XLSemanal reza esta semana en la portada: «Básicos. 100 looks para estar
perfecta en cualquier ocasión.»
Fui a la cocina, donde no hay
bollos pues yo me cuido, cogí algo de fruta y mientras me la comía comencé a
ojear la revista.
Posdata: El colorante de la Pantera Rosa es muy
posible estuviera hecho con cochinillas que son escarabajillos muy feos los
pobres.
Mañana es martes pa´tó el día. Es
cuando Regina Roman se pone a vuestro servicio regalando paciencia y sabiduría
infinita desde su consultorio “La
Mota Rosa ”. ¿Andas encelá? ¿Te sientes achuminaó? ¿Se te
destiñe el negro al lavarlo? ¿Se te ha enquistado un pelo en la ingle? Regina
es el nombre a invocar para darte una
solución.
Y digo yo...¿qué será eso de "cosas de rubias" en las que andabas?
ResponderEliminarEl caso es que me ha dado hambre tanto recordatorio de la bollería de mi época, aunque cuesta hilar con la vestimenta jajaja Menudo estrés. Ahora recuerdo porque me "tapo" en vez de vestirme. Menudo fondo de armario amiga!!.
Después de esa sesión yo me tiro a por el cigarro post - coyunta sin duda. Feliz noche
Manu
Cuanta razón con esos bollos de antes que no son los de ahora, ains... pobre de mí y mis papilas gustativas ^^ y la verdad es que es bueno eso de enterarse que no soy la única a la que le vuelve loca el jodido fondo de armario, que dificil somos mecagüentó ^^
ResponderEliminarAle, a ver si a la Regi le escriben muchos y esperemos que no sean con el pelo enquistao ¬¬ jajajajaj me parto
¡¡UUff!!
ResponderEliminarPero mucho uf. No me habrá pasado eso veces, ni nada, madre mía. Y si encima tienes medio armario en la lavadora te mueres. Pero de morirte de verdad. Sin posibilidad de resurrección...
Yo lo de los bollos y la fruta como que se me ha pasado por alto.
ResponderEliminar¡¡¡Dior mio!!! Creo que no me había reido tanto en mi vida, imaginándome los cambios de ropa con el pensamiento negatifo incluido, creciendo la montaña de trapitos sobre la cama a alta velocidad...
Por cierto, los de bollycao se emperran en mantenella y no enmendalla que no han cambiado la fórmula del cocholate..., nos han tomao por tontos...