¿Qué hacer antes de los 30? Aprender a cocinar...

Empiezo contando que ha pasado una semana de mi viaje a Bucarest y aún no he podido ver a Jóse, pues sí, hemos hablado por teléfono, pero me da largas para encontrarnos. ¡Y me encanta!

¡Somos raras las mujeres! Ya lo sé.

En fin después de mi súper rollo mental explicándole sobre mi escape y mi vuelta a España y al planeta Tierra, lo he notado igual de colgadito como siempre, pero se está haciendo el interesante y eso mola, pues jugamos un poco en plan adolescente por mensajitos.

Lo sé, tengo que madurar, pero este desvío, me da tiempo y yo lo necesito.

El problema es que si Jóse me perdona, tendría que empezar a comportarme como la novia ideal que me he propuesto ser antes de los treinta, y que quede entre nosotros…

¡No estoy preparadaaaaa!

Aunque lo intente, el destino no para sorprenderme, por eso compartiré dos de las fantásticas cosas que me sucedieron esta semana.

La primera y no por ello la más importante ha sido la puntería de Irene, más guapo no podía ser éste Yago, ¡valeeee! lo confieso no es guapísimo de la muerte, pero tiene algo.

Por empezar todo un brazo tatuado que me pone a cien. Su físico no está nada mal porque el día que le arrebatamos unos segundos de su vida, él estaba entrenando para el “ironman”, (Yo también me pregunté ¿eso con qué se come?) pues el niño es muy deportista y su cuerpazo lo demuestra. Su carita está bien, moreno de ojos negros, labios en su justa medida aunque me gustan más carnosos pasan la prueba y las orejas un pelín grandes, pero como lleva melena no es problema.

¡Qué sí que le he hecho un scanner! Pues cuando fui a visitarlo estaba dormido, y me quedé ahí más de una hora fantaseando hasta que despertara.

Hablamos un poco y a pesar de que le he dicho que había sido una de sus atropelladoras, él soltó con gracia declarándose un afortunado.

Voy a verlo todas las tardes al salir del trabajo, me quedo una hora y le cuento mi vida, ya voy por el tema Jóse, hemos pasado por mi ex, por cómo conocí a las taconeras, por la primera vez que robé y mis viajes sorpresivos. El escucha y hace preguntas, no lo sé si se aguanta mi discurso porque le interesa o porque no puede levantarse de la cama. Lleva una pierna rota, y muchos rasponazos, además sigue en control médico por quedarse inconsciente la primera noche.

Segunda fantástica prueba del destino:

Una noche al llegar a casa estaba esperándome en el sofá Ali, (sí mi chica tiene la llave) y me dice:

―¿A qué te has olvidado?

―Dos besos, ¿no?... ¿Y de qué hablas guapa? ―contesto abalanzándome sobre ella cariñosamente.

Mientras intentaba hacer memoria, la observaba, como estaba toda emperifollada con vestido de noche y en tacones.

―Hoy tenemos que ir al taller ese  exclusivo de cocina, hace meses que reservamos ¿te acuerdas?

―¡Ah! Yo y mis retos treintañeros ―protesté.

―No, no, princesa, esto es para conocer chicos, lo de la cocina es una excusa.

Sin perder tiempo, me metí también en un vestidito ajustado y salimos con Ali hacia el misterioso taller de cocina. Pues frente al portero de una lujosa finca teníamos que decir una palabra en clave con nuestros nombres.

Subimos y en la sala de espera nos encontramos con tres parejas, y dos chicos pero que claramente también eran pareja entre ellos.

―¿Dónde me has traído? ―pregunté a Ali, mientras soltaba una carcajada en su oreja.

―Ha sido la cabrona de So, tela el taller que nos recomendó ―contestó ella riéndose.

De repente un hombre y una mujer en albornoz de seda abren la puerta de par en par y nos invitan a ubicarnos por pareja detrás de las cinco cocinas que había en aquel moderno ático.

El ambiente estaba iluminado sólo por velas, y cuando los anfitriones dieron la señal para encender las encimeras, se quitaron la única prenda que llevaban quedándose completamente desnudos.   

―Vámonos ya de aquí ―le dije a Ali―.Esto no es para nosotras.

―¡Mujer! Relaja, ¿sabes cuánto hemos pagado? El menú consta de langosta y champagne, al menos cenemos ―clamó Ali mientras luchaba tratando de abrir la botella.

El anfitrión desnudo, claramente excitado, comienza acercarse a cada una de las parejas y nos invita a desnudarnos y a relajarnos, sirviéndonos además las primeras copas de la noche.

Al ver que Ali ya estaba en la tarea, le susurra algo al oído, mientras le baja lentamente el vestido. Ali sonrojándose se lo vuelve a acomodar y se bebe dos copas al hilo, yo hago lo mismo por solidaridad y nervios.  

Comienza la lección de cocina: la dueña de casa, indica dónde se encuentran los calabacines y sensualmente se mete uno del tamaño de un bate de beisbol, entre sus pechos, mientras espera que todo el mundo se acaricie con las verduras.

―¡Estamos locos! ―le solté a mi taconera―.Mataré a So, con mis propias manos, lo prometo.  

Al terminar la primera botella, nos animamos a entrar en juego. Y como buenas alumnas nos quitamos los vestidos, quedándonos en ropa interior. La verdad que con tanto fuego y alcohol era insoportable estar vestidas. Además éramos las únicas rebeldes.

Entre risas silenciosas, Ali toca mi culo mientras me pide que le pase un cuchillo, yo le sigo el juego, lo cojo y con él, le rozo suavemente la espalda hasta quitarle el sujetador.

Al ver que nos estábamos riendo, la anfitriona, una mujer de muy buen ver, se acerca y nos felicita por nuestro tentempié erótico de calabacín y queso, para luego pegarnos un morreo a cada de esos que dejan sin aliento.

―¡Muy bien chicas! Lo estáis haciendo genial, hacéis una fantástica pareja. ―comenta sin pudor y agrega―.Pero por favor quitaros toda la ropa, tenemos que estar en conexión con los alimentos y aprender a despojarnos de nuestra pertenencias.

 

―¿Los tacones también? ―pregunta Ali mientras obedece y se quita las braguitas.

―¡Eso! ¡Los tacones son intocables! ―respondo aún en shock por el besazo de aquella mujer, que de pronto venía a darnos órdenes.

―Lo siento chicas, los tacones también.  

Continuará… 

Mañana no te pierdas a las Gemelas recién llegaditas de Sitges y a la maravillosa Karol Scandiu con sus ¡¡¡novedades!!!! ¡¡¡Hay tacones!!!