La escena de diez elefantes
saliendo de un seiscientos se quedaba corta con la imagen de las seis taconeras
saliendo de un baño minúsculo en el avión dirección Sidney, pero ellas habían
hablado en secreto allí dentro, So había explicado con minuciosidad cada
detalle de su plan y tenían claro lo que iban ha hacer. Era algo arriesgado
pero no les importaba en absoluto tener que sacrificar ciertas cosas en sus
vidas, de todos modos, una de las amigas estaba en problemas y necesitaba
ayuda, por lo que las demás harían lo que fuese para ayudarla.
Karol tenía la completa certeza
de que su ex novio llevaba aquel valioso objeto colgado del cuello, estaba
segura de que no lo habría dejado por ahí perdido para que ella lo encontrara.
La única amiga de la que el
piloto no se había percatado al hablar con Karol, era Connie, que durante todo
el altercado había permanecido tras una señora corpulenta que le quitaba
visibilidad. Ella (Connie, no la mujer con sobrepeso) sería la encargada de
realizar el primer punto de su alocado plan, siempre y cuando la quitaran de la
cabeza la absurda idea de que ir disfrazada era mejor.
— Nena, en serio, que no hace
falta que te pongas ningún disfraz, estamos en un avión, no en medio del
parque. Aunque no te reconozca podrá encontrarte sin problemas después, así que
deja de pintarte como una mulata con birriones y quítate ese horrible gorro de cabaretera
transexual, que de verdad estás más mona al natural— le decía So mientras
miraba con insistencia a Irene para que le ayudara a entrar en razón a su
amiga.
— No, no, a mí no me mires,
cuando Connie decide algo es imposible quitárselo de la cabeza, así que…—
contestó ésta levantando las manos y señalando el reloj para que se dieran
prisa con los preparativos.
Mientras la rubia disfrazada se
acercaba a la cabina de mando, el resto de chicas se alejaban en fila india hacia
la parte posterior del aparato, adentrándose en uno de los cubículos que las
azafatas usaban para guardar los carritos de comida vacíos y paquetes de mantas
con almohadas inservibles del pasaje.
— Menos mal que se me ha ocurrido
meter dentro del avión en el equipaje de mano la dichosa bolsa de la discordia.
Pro vamos, que me da la sensación de que el punto uno, la misión de distracción
de Connie, con esto queda totalmente anulada— decía Regina ladeando una ceja
mientras intentaba buscar cómo ponerse aquello.
— ¿Por qué crees que ha querido
vestirse con el gorrito y toda aquella parafernalia? Es que le ha sentado algo
mal que solo hubiese cinco modelitos y ella fuese a la única que el culo prieto
no ha reconocido— dijo Alicia al tiempo que imaginaba al ex de Karol en el
momento en el que volvía a su puesto de trabajo.
— Dejad de llamarlo así, que
tendrá muy buen cuerpo y cara de modelazo cabrón y voz de locutor de novelas
porno y…. — terminó Karol con la exposición al ver la cara de sus amigas. Si hubiesen
tenido gafas la estarían mirando por encima de la montura.
— Me da la sensación de que ese
paquete hinchado-tercera pierna, aun sigue moviendo cosillas entre las piernas
de la morena…— se burló So con un pequeño brillo de envidia sana en los ojos.
— Da igual lo bueno que esté, con
lo gilipollas que es y lo que me hizo en el pasado, ya no tiene importancia, un
polvazo con un tío así se puede conseguir donde sea— contestó la morena.
— ¡Já! Pues dame la dirección de “Donde
sea” que quiero entradas gratuitas y flayer para todas las noches, si hay más
como ese necesito asegurarme un par de ellos, por si acaso, claro— dijo Irene metiendo
sus pechos en aquellas cosas tan estrechas, definitivamente el trajecito no era
de su talla.
— ¿Quién ha sido la guapa que ha
comprado las tallas? No me lo digas, ¿So? — Preguntó Regina mientras que hacía
equilibrios para meter su minúscula cintura en aquella prenda infantil.
— Eso digo yo, que llevo una hora
esperando que mis tetas no se salgan por el lado contrario cada vez que las
empujo dentro de la tela. Esto es impracticable— siguió Irene increpando a So.
— No me toquéis el níspero, que
no tengo ganas de tonterías, si no me hubieseis dejado a mí sola en la tienda
cuando los compré, ahora tendríamos todas las tallas adecuadas. Aun recuerdo
vuestras palabras: “No pensarás que nos vamos aponer esas cosas en Acapulco…. Yo
no me visto así ni aunque me vaya en ello la vida… Que ideas más estúpidas que
tienes rubia… Mira que gastarte el dinero en trajecitos y disfraces raros…”
Ahora os jodéis y os ponéis lo que hay, y si no os gusta, en pelotas. Así vais
más fresquitas y hace mejor efecto la cosa— dijo So realmente enfadada,
mientras que se miraba en un pequeño espejo junto al carrito de bocadillos,
contemplando lo perfectamente bien que se amoldaba el traje a su cuerpo.
— Lo único que digo es que se
supone que tenemos que gritar y cantar y esas cosas, y con la cinturilla que
tiene esta cosa no podré ni respirar. Me voy a caer desmayada al tercer paso— contraatacaba
Regina contoneándose dentro del traje con la cara completamente roja por el
esfuerzo.
¡¡RAS!!
— ¿Ves? Así ya no tendrás
problemas, nena— dijo Karol dando un tirón de la cremallera trasera y dejando
la espalda de Regina al descubierto, además de parte del pompis.
— Te has pasado tres pueblos, que
ahora se me ve la raja del culo, ¡joder!
— Que va, te pones las plumillas
por aquí, y esta por allá, y esto lo sujetamos así, y si no te mueves mucho
seguro que tu trasero estará a buen recaudo— dijo Alicia mientras magreaba a la
rubia intentando reprimir una carcajada.
— Ahora parezco un pollo con cola
y todo— refunfuñó Regina más cabreada.
— Venga, ya vale, en menos de dos
minutos, y si Connie no se echa atrás, escucharemos la señal y habrá que salir
a escena. No os piséis las unas a las otras si no queréis quedar como un
amasijo de brazos y piernas en plan los payasos de la tela. Ale, al lío— dijo
Alicia poniéndose la primera de la fila.
Tras una breve pero eficaz
maniobra de distracción, Connie hizo salir al piloto en cuestión de la cabina
de mandos, interpretando como una verdadera estrella de cine un ataque de pánico
dando fuertes puñetazos en la cabina del avión. Cada vez que las azafatas
intentaban sujetarla y llevarla a su asiento, esta se ponía a híper ventilar,
fingiendo un ataque, como si sintiera antropofobia de las chicas uniformadas.
Una vez estuvo fuera el blanco de
la “broma”, Connie le pidió que le ayudara a regresar a su asiento, alegando
que gracias a la seguridad que le daba su traje ella se sentía mucho menos
intimidada. La cosa funcionó, tras contemplar la preciosa carita suplicante de
la rubia, Paulo no pudo resistirse a concederle esa petición.
Una vez llegaron al asiento,
Connie grito la palabra acordada y nuestras amigas taconeras salieron de detrás
de la cortina vestidas con sus trajes de carnaval, con velos de sedas y plumas
por doquier, contoneando las caderas y cantando la famosa y antigua canción de
las “Mama Chicho”
A paso ligero llegaron donde
Connie retenía al piloto que a causa del asombro del espectáculo se había
quedado paralizado que, como el resto de espectadores, se habían quedado con la
boca abierta por la estupefacción. Al llegar hasta él, entre todas lo
acorralaron. La mole de chicas sobre aquel hombre era surrealista, unas le
sujetaban por los brazos y otras por las piernas, mientras que Karol e Irene le
iban desvistiendo, hasta dejarlo en ropa interior, un boxer de color violeta que
hacía contraste con su piel.
Karol, encolerizada, soltó un
grito al comprobar que no tenía colgado del cuello lo que estaba buscando,
mientras le agarrada de los pelos del flequillo y le exigía que le devolviera
lo que era suyo.
— Conociéndote, ¿tú crees que voy
a dejarme engañar de nuevo? Hace mucho tiempo que aprendí que no tienes limites;
jamás lo encontrarás, lo tengo en lugar seguro, preciosa— dijo con tono burlón
aquel hombre retenido, que miraba a sus compañeras de trabajo, advirtiéndolas
con la mirada que no se metieran en la pelea.
Karol le miró esta vez con una
sonrisa de satisfacción, sabía dónde lo había escondido y por fin saboreó la
miel de la victoria en sus labios. Le tenía cogido por los huevos, y nunca
mejor dicho.
— Como se te haya ocurrido rozar
con tu asqueroso… lo que es mío, te lo cortaré, quedas advertido, guapete— dijo
la morena mientras tiraba de los calzoncillos hacia abajo y se los sacaba por
las piernas.
Y allí estaba, en una cadena que
colgaba de su cintura, rozando casi el vello púbico, el anillo de su bisabuela,
la joya de su padre, que desde hacía más de diez años le pertenecía por
herencia. Aquel desgraciado en un alarde de superioridad, creyó que arrebatándosela
conseguiría ver a Karol de nuevo, pero le salió el tiro por la culata.
Una vez recuperada, y victoriosa de
ver la frustración de Paulo en sus facciones, se levantó y ordenó a sus amigas
dejarlo libre.
— Y ahora mi querido capullo, das
media vuelta y nos llevas a casa, de regreso a Madrid, si te portas bien, quizás,
y solo quizás, acceda a esa última cita que me rogaste hace tanto tiempo.
Paulo se incorporó y tras recoger
su dignidad a modo de uniforme extendido por el suelo, encaminó sus pasos hacía
su puesto de trabajo, sonriendo por lo bajo y albergando la esperanza de que
aquella morena (que lo volvió loco en el pasado) reapareciera en su vida aunque
solo fuese por un día.
FIN
Dios mio!!! Estais todas zumbás!!!
ResponderEliminarDe esta ponen una foto vuestra en todos los aeropuertos del mundo para evitar secuestro de aviones y demás...
Por cierto:
- Tocar el níspero..., +10 puntos :-)
- Enseñar el pompis..., -4 puntos :-( si es un culo se le llama culo...
Jajajajajja, pero si luego lo arreglo con eso de enseñar la raja, ains.... que mira que eres tiquismiquis oye :P Un besote mi Gustau!!!!!!!!!!
ResponderEliminarSoy Irene con este perfil que no me deja cambiar :((((