jueves, 6 de diciembre de 2012

Encuentro en tacones. Unos tacones de altos vuelos (III)



Primera parte AQUÍ
Segunda parte AQUÍ


La escena de diez elefantes saliendo de un seiscientos se quedaba corta con la imagen de las seis taconeras saliendo de un baño minúsculo en el avión dirección Sidney, pero ellas habían hablado en secreto allí dentro, So había explicado con minuciosidad cada detalle de su plan y tenían claro lo que iban ha hacer. Era algo arriesgado pero no les importaba en absoluto tener que sacrificar ciertas cosas en sus vidas, de todos modos, una de las amigas estaba en problemas y necesitaba ayuda, por lo que las demás harían lo que fuese para ayudarla.
Karol tenía la completa certeza de que su ex novio llevaba aquel valioso objeto colgado del cuello, estaba segura de que no lo habría dejado por ahí perdido para que ella lo encontrara.
La única amiga de la que el piloto no se había percatado al hablar con Karol, era Connie, que durante todo el altercado había permanecido tras una señora corpulenta que le quitaba visibilidad. Ella (Connie, no la mujer con sobrepeso) sería la encargada de realizar el primer punto de su alocado plan, siempre y cuando la quitaran de la cabeza la absurda idea de que ir disfrazada era mejor.
— Nena, en serio, que no hace falta que te pongas ningún disfraz, estamos en un avión, no en medio del parque. Aunque no te reconozca podrá encontrarte sin problemas después, así que deja de pintarte como una mulata con birriones y quítate ese horrible gorro de cabaretera transexual, que de verdad estás más mona al natural— le decía So mientras miraba con insistencia a Irene para que le ayudara a entrar en razón a su amiga.
— No, no, a mí no me mires, cuando Connie decide algo es imposible quitárselo de la cabeza, así que…— contestó ésta levantando las manos y señalando el reloj para que se dieran prisa con los preparativos.
Mientras la rubia disfrazada se acercaba a la cabina de mando, el resto de chicas se alejaban en fila india hacia la parte posterior del aparato, adentrándose en uno de los cubículos que las azafatas usaban para guardar los carritos de comida vacíos y paquetes de mantas con almohadas inservibles del pasaje.
— Menos mal que se me ha ocurrido meter dentro del avión en el equipaje de mano la dichosa bolsa de la discordia. Pro vamos, que me da la sensación de que el punto uno, la misión de distracción de Connie, con esto queda totalmente anulada— decía Regina ladeando una ceja mientras intentaba buscar cómo ponerse aquello. 

— ¿Por qué crees que ha querido vestirse con el gorrito y toda aquella parafernalia? Es que le ha sentado algo mal que solo hubiese cinco modelitos y ella fuese a la única que el culo prieto no ha reconocido— dijo Alicia al tiempo que imaginaba al ex de Karol en el momento en el que volvía a su puesto de trabajo.
— Dejad de llamarlo así, que tendrá muy buen cuerpo y cara de modelazo cabrón y voz de locutor de novelas porno y…. — terminó Karol con la exposición al ver la cara de sus amigas. Si hubiesen tenido gafas la estarían mirando por encima de la montura.
— Me da la sensación de que ese paquete hinchado-tercera pierna, aun sigue moviendo cosillas entre las piernas de la morena…— se burló So con un pequeño brillo de envidia sana en los ojos.  
— Da igual lo bueno que esté, con lo gilipollas que es y lo que me hizo en el pasado, ya no tiene importancia, un polvazo con un tío así se puede conseguir donde sea— contestó la morena.
— ¡Já! Pues dame la dirección de “Donde sea” que quiero entradas gratuitas y flayer para todas las noches, si hay más como ese necesito asegurarme un par de ellos, por si acaso, claro— dijo Irene metiendo sus pechos en aquellas cosas tan estrechas, definitivamente el trajecito no era de su talla.
— ¿Quién ha sido la guapa que ha comprado las tallas? No me lo digas, ¿So? — Preguntó Regina mientras que hacía equilibrios para meter su minúscula cintura en aquella prenda infantil.
— Eso digo yo, que llevo una hora esperando que mis tetas no se salgan por el lado contrario cada vez que las empujo dentro de la tela. Esto es impracticable— siguió Irene increpando a So.
— No me toquéis el níspero, que no tengo ganas de tonterías, si no me hubieseis dejado a mí sola en la tienda cuando los compré, ahora tendríamos todas las tallas adecuadas. Aun recuerdo vuestras palabras: “No pensarás que nos vamos aponer esas cosas en Acapulco…. Yo no me visto así ni aunque me vaya en ello la vida… Que ideas más estúpidas que tienes rubia… Mira que gastarte el dinero en trajecitos y disfraces raros…” Ahora os jodéis y os ponéis lo que hay, y si no os gusta, en pelotas. Así vais más fresquitas y hace mejor efecto la cosa— dijo So realmente enfadada, mientras que se miraba en un pequeño espejo junto al carrito de bocadillos, contemplando lo perfectamente bien que se amoldaba el traje a su cuerpo.
— Lo único que digo es que se supone que tenemos que gritar y cantar y esas cosas, y con la cinturilla que tiene esta cosa no podré ni respirar. Me voy a caer desmayada al tercer paso— contraatacaba Regina contoneándose dentro del traje con la cara completamente roja por el esfuerzo.
¡¡RAS!!
— ¿Ves? Así ya no tendrás problemas, nena— dijo Karol dando un tirón de la cremallera trasera y dejando la espalda de Regina al descubierto, además de parte del pompis.
— Te has pasado tres pueblos, que ahora se me ve la raja del culo, ¡joder!
— Que va, te pones las plumillas por aquí, y esta por allá, y esto lo sujetamos así, y si no te mueves mucho seguro que tu trasero estará a buen recaudo— dijo Alicia mientras magreaba a la rubia intentando reprimir una carcajada.
— Ahora parezco un pollo con cola y todo— refunfuñó Regina más cabreada.
— Venga, ya vale, en menos de dos minutos, y si Connie no se echa atrás, escucharemos la señal y habrá que salir a escena. No os piséis las unas a las otras si no queréis quedar como un amasijo de brazos y piernas en plan los payasos de la tela. Ale, al lío— dijo Alicia poniéndose la primera de la fila.

Tras una breve pero eficaz maniobra de distracción, Connie hizo salir al piloto en cuestión de la cabina de mandos, interpretando como una verdadera estrella de cine un ataque de pánico dando fuertes puñetazos en la cabina del avión. Cada vez que las azafatas intentaban sujetarla y llevarla a su asiento, esta se ponía a híper ventilar, fingiendo un ataque, como si sintiera antropofobia de las chicas uniformadas.
Una vez estuvo fuera el blanco de la “broma”, Connie le pidió que le ayudara a regresar a su asiento, alegando que gracias a la seguridad que le daba su traje ella se sentía mucho menos intimidada. La cosa funcionó, tras contemplar la preciosa carita suplicante de la rubia, Paulo no pudo resistirse a concederle esa petición.
Una vez llegaron al asiento, Connie grito la palabra acordada y nuestras amigas taconeras salieron de detrás de la cortina vestidas con sus trajes de carnaval, con velos de sedas y plumas por doquier, contoneando las caderas y cantando la famosa y antigua canción de las “Mama Chicho”


A paso ligero llegaron donde Connie retenía al piloto que a causa del asombro del espectáculo se había quedado paralizado que, como el resto de espectadores, se habían quedado con la boca abierta por la estupefacción. Al llegar hasta él, entre todas lo acorralaron. La mole de chicas sobre aquel hombre era surrealista, unas le sujetaban por los brazos y otras por las piernas, mientras que Karol e Irene le iban desvistiendo, hasta dejarlo en ropa interior, un boxer de color violeta que hacía contraste con su piel.
Karol, encolerizada, soltó un grito al comprobar que no tenía colgado del cuello lo que estaba buscando, mientras le agarrada de los pelos del flequillo y le exigía que le devolviera lo que era suyo.
— Conociéndote, ¿tú crees que voy a dejarme engañar de nuevo? Hace mucho tiempo que aprendí que no tienes limites; jamás lo encontrarás, lo tengo en lugar seguro, preciosa— dijo con tono burlón aquel hombre retenido, que miraba a sus compañeras de trabajo, advirtiéndolas con la mirada que no se metieran en la pelea.
Karol le miró esta vez con una sonrisa de satisfacción, sabía dónde lo había escondido y por fin saboreó la miel de la victoria en sus labios. Le tenía cogido por los huevos, y nunca mejor dicho.
— Como se te haya ocurrido rozar con tu asqueroso… lo que es mío, te lo cortaré, quedas advertido, guapete— dijo la morena mientras tiraba de los calzoncillos hacia abajo y se los sacaba por las piernas.
Y allí estaba, en una cadena que colgaba de su cintura, rozando casi el vello púbico, el anillo de su bisabuela, la joya de su padre, que desde hacía más de diez años le pertenecía por herencia. Aquel desgraciado en un alarde de superioridad, creyó que arrebatándosela conseguiría ver a Karol de nuevo, pero le salió el tiro por la culata.
Una vez recuperada, y victoriosa de ver la frustración de Paulo en sus facciones, se levantó y ordenó a sus amigas dejarlo libre.
— Y ahora mi querido capullo, das media vuelta y nos llevas a casa, de regreso a Madrid, si te portas bien, quizás, y solo quizás, acceda a esa última cita que me rogaste hace tanto tiempo.
Paulo se incorporó y tras recoger su dignidad a modo de uniforme extendido por el suelo, encaminó sus pasos hacía su puesto de trabajo, sonriendo por lo bajo y albergando la esperanza de que aquella morena (que lo volvió loco en el pasado) reapareciera en su vida aunque solo fuese por un día.


FIN







Y mañana viernes no te puedes perder una entrada que nos hace volver antes de los 30 a los que ya los hemos pasado y que enseña a divertirse a los que aún no los han cumplido, nuestra Connie....imperdible!!!! 

2 comentarios:

  1. Dios mio!!! Estais todas zumbás!!!
    De esta ponen una foto vuestra en todos los aeropuertos del mundo para evitar secuestro de aviones y demás...
    Por cierto:
    - Tocar el níspero..., +10 puntos :-)
    - Enseñar el pompis..., -4 puntos :-( si es un culo se le llama culo...

    ResponderEliminar
  2. Jajajajajja, pero si luego lo arreglo con eso de enseñar la raja, ains.... que mira que eres tiquismiquis oye :P Un besote mi Gustau!!!!!!!!!!

    Soy Irene con este perfil que no me deja cambiar :((((

    ResponderEliminar