Vuelve
la navidad, atrás quedó la distanciaaaaaaaaa, y una madre con nostalgiaaaaaaaaa
recuerda su felicidaaaaaaaad. Vuelve…Vuelve…vuelve a casa, al hogaaaaaaar.
Esto hay
que leerlo con la voz un poco tocada por la sidra.
Otro
año más nos encontramos en estas fechas, que cada vez, me parece a mí, se adelantan
más, serán cosas de la edad. En esta ocasión debido a las circunstancias serán
más sobrias que en otras (además ya ha sido el sorteo de la lotería y sé que no
soy rica, joder que rabia que yo tengo vocación y aptitud para rica) con los
tiempos convulsos que nos ha tocado vivir. Terry Prachett lo definiría como «tiempos
interesantes» basándose en un refrán oriental (oriental lo pongo porque no me
acuerdo si era chino o japonés), esto es: aquellos que se estudian en los
libros de Historia, pero que, a aquellos que les toca experimentarlos en sus
propias carnes preferirían no sufrirlos. Resumiendo: Jodidos.
En todo
caso, con lluvias, truenos y chaparrones la vida sigue y esta noche es
Nochebuena y mañana Navidad. Las familias se sentaran juntas en mayor o menor
armonía, con sonrisas más o menos fingidas, entre charlas y risas. Llegará el
mensaje de felicitación del rey (este año el esperado retorno del monarca va a
ser muy grande de ver, ni Aragorn ni hostias) y el cotillón de turno de la cadena que toque,
se dará buena cuenta de las viandas preparadas con amor, con toda probabilidad,
por una madre cariñosa que habrá invertido sus buenas horas en hacer la compra,
preparar entrantes, primeros platos, asado y postre.
Así
pues, hagámonos un favor a nosotros mismos y a los que nos rodean y démonos una
tregua, reconciliémonos con el mundo durante unas horas e imaginémonos que el
espíritu ese de amor y cariño del que hablan los anuncios nos inunda. Quién
sabe, lo mismo se torna realidad. ¿Os imagináis? En plan Gaiman en Sueño de un
millar de gatos. Todos deseando con tanta rabia que algo ocurra que al final
ocurre por pelotas.
Yo, por
mi parte, debo reconocer que me encantan las Navidades. Me gusta pasear por
Madrid de noche cuando las lucecitas adornan mi ciudad, me alegra escuchar los
villancicos y pararme a contemplar los distintos Belenes que se montan en
casas, centros comerciales y plazas significativas; todos muy parecidos, unos
más grandes, otros más humildes pero todos bonitos a su manera. Me gusta comer
cosas ricas y regalar (en realidad me gustan los papeles brillantes y hacer
paquetitos por un trauma laboral muy malo) y estas fechas son excusas para
esto. Comerciales, mercantilistas, desvirtuadas y todo lo que querías pero son
gestos amables para con uno mismo y otros, así que buena sea esa justificación.
Quizás sea porque me traen recuerdos muy
queridos para mí, de una infancia que en algunas ocasiones me parece muy lejana
y en otras que fue a la vuelta de la esquina como quien dice. Por supuesto no
todo en el pasado fue mejor, no, pero la
mente tiene la cualidad de dar un valor especial a aquello que ocurrió y que ya
no puede volver. Tal vez por eso me empeño en vivir siempre estas fiestas con
la mejor de mis disposiciones, porque hoy estás aquí y mañana no. Y hay seres
queridos que, por su edad o por alguna
otra circunstancia, quizás no puedan acompañarte en las siguientes ocasiones,
con lo cual mejor aprovechar al máximo mientras se pueda y del futuro dios
dirá.
Tengo
que acordarme de quienes estarán solos,
aislados del mundo en su corazón acorazado con wiski y tabaco. En su mundo de
lecturas de autores muertos y jóvenes promesas. En su negación de cualquier
sentimiento que no sea rabia. Alzaré una
copa.
Algunos
estaréis ilusionados y otros fastidiados. A mí en algunos círculos me llaman
mosca cojonera por mi afán de repetir mis errores una y otra vez. Toda la razón,
no lo voy a negar, sin embargo, a pesar de lo hipócrita que pueda sonar, en
épocas señaladas no pierdo la ilusión de que las cosas salgan bien, de que la
gente me sorprenda con algún gesto positivo, con alguna muestra de cariño o con
alguna sonrisa inesperada, si no lo consigo, me consuelo con un socorrido y
optimista: siempre se podrá volver a intentar el año que viene.
Celebramos
el nacimiento del hijo bastardo de un carpintero en un pesebre. Celebramos la
estúpida creencia de que llegó el salvador del mundo. Si podemos tragarnos eso también
podemos tragarnos por unas horas que todo va bien.
Nenes y
nenas, deseo de corazón que esta noche y mañana lo paséis genial rodeados de
los vuestros, que comáis mucho turrón y sobre todo que nada se os atragante. Enfundad,
ya habrá tiempo de recargar y seguir disparando.
Besos
de carmín.
Mañana Regina Roman se viste de fiesta y pone la mesa de gala en La Mota Rosa, que la que es super diva es super diva para todo. Ya verás para fregar todo.
Pues sencillez, presentes, guitarra y algo de tiempo. Y también, tiempo para recordar a los amigos. Los de siempre y los recientes. Aunque en lo que creo, no me parezca estúpido. Feliz Nochebuena
ResponderEliminarLa definición de Terry es muy adecuada, estos son unos tiempos "interesantes". Es casi casi como yo defino a veces los proyectos en que trabajo, digo que prometen ser "divertidos". Cosas de tener un humor británico, negro, o como quieras llamarlo.
ResponderEliminarDurante una semana, esta rana verde con gafas de sol azules va a degustar las mejores mariposas y las más dulces polillas, y con cuidado pero sin pausa, va a convertirse al buferismo, celebrando que aunque el viernes no se acabó el mundo, medalomismo que lomismomeda.
Feliz vida a los hombres y mujeres de buena voluntad (aunque en el fondo "me la bufa" :-)
Ya he volvido...
EliminarJoder como cuesta vivir el buferismo!!!
A ver si como propósito de año nuevo...