(PRIMERA PARTE AQUÍ)
Hola me llamo…no, mejor no diré
mi nombre porque quiero que escuchéis la historia desde el principio sin que se
sepa quién soy, aunque muchos de vosotros quizás adivinéis a la primera mi
identidad.
Pues bien, empezaré diciendo que
yo he vivido toda la vida sin muchos contratiempos, hasta que un buen día
encontré a un grupo de chicas que me hicieron la existencia más entretenida,
por así decirlo, aunque a veces me haya metido en problemas a causa de nuestras
neuras o de lo locas que todas estábamos, nuestra relación siempre ha sido como
tener otra familia aparte de la que dan los lazos sanguíneos.
Exacto, muchos ya lo habréis
adivinado, más que nada por el lugar donde estáis leyendo esto, me refiero a las comúnmente conocidas como
taconeras, yo soy una de las integrantes de este grupo tan peculiar y
maravilloso.
Hace unos meses, todas pasamos
por diversas fatalidades en nuestras vidas que, sumadas al saco que ya teníamos
a nuestras espaldas, desencadenó una serie de acontecimientos que produjo la
destrucción del mundo conforme lo conocemos. Supongo que al leer esto habréis
pensado que estoy exagerando, que no puede ser para tanto lo que seis chicas
monas y con tacones le pueden hacer al mundo en general, pero en este caso, se
nos fue la mano y de lo lindo.
Una de mis compañeras, cansada de
ver tantas injusticias y aberraciones a su alrededor, nos reunió a todas en el
salón de casa, nos contó que había encontrado una sustancia poco común y
peligrosa en una de sus investigaciones literarias, según ella, solo estaba
buscando nombres chulos como documentación para su nuevo libro, y que por
accidente logró colarse en uno de los servidores secretos de la Nasa, no tengo
ni idea de cómo cojones hizo aquello, pero creo que incluso ella misma estaba
mucho más impresionada que nadie.
Ella imaginó y nos hizo imaginar a
todas un plan que terminaría con todo rastro de humanidad y que daría una
segunda oportunidad al mundo y a los humanos que lo habitamos. Era un proyecto
descabellado en el que había estado pensando durante mucho tiempo y que por lo
visto, no podría llevar a cabo si no tenía nuestra aprobación y ayuda.
Algunas de las del grupo se
mostraron reticentes con la idea, otras, como yo, le dimos el visto bueno en cuanto
captamos lo maravilloso que sería poder curar la tierra en tan solo unos días,
terminar con tantos males que el mismo hombre había sembrado sin compasión.
Al cabo de unas semanas, todas
estuvimos de acuerdo y nos involucramos en cuerpo y alma a la tarea de subsanar
las heridas terráqueas.
Lo primero que había que hacer
era ponerse en contacto con diversas personas que creían en el fin del mundo o
que en su defecto, estaban conformes con el nuevo diluvio universal, donde todo
quedaría arrasado y sobrevivirían los más fuertes para un nuevo comienzo. No
fue fácil, pero entre las seis conseguimos el grupo perfecto para llevar a cabo
el plan, escogiendo a diversas personas de todo el mundo, que tuvieran el
suficiente poder para reclutar a su vez a más adeptos y así conseguir nuestro propósito.
No quiero decir nombres, pero algunos de los sujetos se trataban de actores famosos
de Hollywood, científicos de la India o eminencias de Japón, ellos fueron carne
de cañón para nuestra red de conspiración.
Incluso, un chaval muy majo y
agradable que vivía cerca de nuestro piso, se entregó como conejillo de indias
para hacer experimentos con su cuerpo, probando ese brebaje de aspecto
sospechoso y así poder comprobar si verdaderamente cumplía con nuestras
expectativas.
El experimento fue todo un éxito,
el chaval en tan solo tres días perdió la memoria por completo, hasta el punto
de no saber pronunciar si una sola palabra. Lo metimos en un centro de salud
para que estuviera atendido hasta el día del juicio final, en el que no importaría
nada, puesto que perdería la memoria y sus recuerdos nuevos en cuestión de
segundos. Quiero deciros que el chaval en cuestión se llamaba Pancracio, un
nombre que además, agradecerá haber olvidado.
El día en el que todo se fue a la
mierda empezó muy movidito, problemas con la batería de la furgoneta que
habíamos escogido para el transporte del tablero de corcho con el mapa mundial,
y los bidones de líquido oscuro; luego a una de las chicas le empezó a doler el
estómago y tuvimos que retrasar un poco el numerito, no queríamos que todo se
fuese a la mierda por una minucia de aquel tipo.
Una vez estuvimos todas de
acuerdo y comprobamos que todos nuestros vasallos extranjeros habían cumplido
con su tarea, decidimos hacer lo mismo a nuestros cuerpos ingiriendo el veneno
y causándonos la amnesia prometida.
Hasta ahí todo bien, hasta ahí
todo maravilloso, el problema vino cuando yo, una de las taconeras, empecé a
sentirme mal, tosiendo y mareándome con aquella sustancia del demonio, intenté
no vomitar pero me fue imposible, el resto de mis amigas estaban tiradas en el
suelo inconscientes, sin memoria.
Las metí a todas en la furgoneta
y las llevé a casa, las dejé a cada una en sus camas y cerré la puerta de la
calle, sabía que en cuanto nuestras familias recibieran las cartas de despedida
irían a buscarnos, por lo que tenía que buscar un plan alternativo, escondiéndonos
en cualquier otro sitio para no ser localizadas, hasta que el resto del mundo
cayera en la más profunda oscuridad, volviendo a la edad media, y recuperando
la tierra por completo, desde el principio.
Pasé una semana encerrada en un
piso, con mis amigas en la puerta de al lado, intentando no coincidir con
ellas, no quería que me vieran hablar o reconocer sus caras, ya que ellas no tenían
ni idea de dónde se encontraban y mucho menos quiénes eran.
Una vez me cercioré de que toda
la gente a mi alrededor estaba en las mismas condiciones, tomé la decisión, me
bebería de nuevo el brebaje y empezaría con la nueva vida que habíamos creado.
Ahí fue cuando lo supe, cuando
caí en la cuenta de que si un poco, una mínima molécula de aquella sustancia había
contaminado el cuerpo de una persona, ésta caía en el olvido al poco tiempo.
Entonces, ¿por qué yo después de haber bebido un vaso entero, no había olvidado
ni la hora que era? Incluso habiendo vomitado aquella mierda, mi cuerpo estaba
infectado, el gas tóxico que se desprendió en el ambiente a las setenta y dos
horas de nuestra reunión también me había llegado, era imposible que los
efectos no me hicieran daño si había estado expuesta como el resto de la raza
humana.
Yo, soy inmune.
Y ahí está el problema. Vivo en
un mundo que no recuerda, donde las personas ancianas no tienen fuerzas para
buscarse la vida solas y terminan muriendo, los niños si no han tenido la
suerte de encontrar algún adulto cerca terminan muriendo por inanición, los
enfermos tras varios días sin su medicación ya no aguantan y su sistema se
paraliza o agonizan hasta su día final. No funciona nada, ni luz, ni radio,
televisión, no hablemos ya de Internet o los teléfonos móviles. No hay nadie
que recuerde sus trabajos o los conocimientos adquiridos para desempeñar las
tareas más sencillas. No hay nadie inteligente, solo bebés con cuerpos adultos
paseando y buscándose la vida para sobrevivir, para conseguir alimentos o lo
que ellos creen que son alimentos, muchas personas han fallecido por ingerir
productos de limpieza y otros venenos, confundiéndolos con cartones de leche
que el día anterior les quitaron el hambre. No hay familias, no hay lazos que
unan a las personas más allá de la compañía que se puedan hacer al encontrarse
cerca tras despertar a esta pesadilla.
Las taconeras, bajo todo
pronostico, siguen juntas, son cinco chicas que se cuidan en la medida de lo
posible, incluso ya han empezado a utilizar una especie de sonidos en forma de
idioma para comunicarse, todo el mundo está haciendo algo similar.
En las cárceles, los presos están
muriendo poco a poco por falta de comida, nadie va ha atenderlos, pero
igualmente pasa en psiquiátricos, hospitales, asilos y demás sitios donde la
gente no puede moverse a placer para sobrevivir.
Poco a poco van muriendo las
personas débiles y solo los fuertes parecen despuntar, se ha creado una anarquía
que da miedo, y salir a la calle por la noche es sumamente peligroso, por la
falta de luz artificial y los ladrones de alimentos y otras cosas menos
vitales.
La gente se protege con todo lo
que encuentra. El mundo es un caos en el que no quiero vivir, y me da miedo
seguir como hasta ahora.
Cada día que pasa estoy más
desesperada, puesto que si llegara a encontrar la manera de infectarme, no sé
si mis compañeras me acogerían en la familia que han formado, incluso dudo de
que yo misma las encontrara para que me aceptaran en el grupo, una vez perdida
toda la información que ahora poseo en la cabeza. Información por otra parte
que no me sirve de nada, puesto que con mi lengua no puedo comunicarme, así que
intento no hablar en voz alta y eso me está volviendo loca de remate.
Esto que os escribo no lo leerá
nadie, ya nadie sabe leer, nadie lo comprenderá, ni siquiera sé qué tipo de
dialecto se utilizará con el tiempo.
Pero lo que si sé, es que tengo
que escapar de este infierno lo antes posible y esta tarde he decidido que me
quitaré la vida para siempre, iré a ver a Pancracio (o el chico sin nombre que
sea ahora) para saber qué es de su nueva vida; quiero comprobar que tras ser
nuestra rata de laboratorio ha tenido una nueva oportunidad como todos los demás.
Al entrar en el centro de salud
donde lo ingresamos, hace ya unos meses, oigo gritos ensordecedores y me quedo
paralizada, no sé qué está sucediendo, pero no quiero meterme en una pelea por
un par de sándwich de alguna máquina expendedora o un refresco que varios tipos
se estén disputando. Me escondo dentro de un armario y espero que todo pase.
¡No puede ser! Consigo escuchar
parte de los gritos y encuentro en ellos palabras conocidas, frases a medio
hacer que me dejan helada.
Corro como loca por los pasillos,
y allí, en el centro de una sala iluminada con velas, veo a Pancracio dando una especie de
clase frente a varios individuos que lo miran con asombro.
El chico no habla correctamente,
pero si sabe expresarse en nuestro idioma, intenta enseñar cómo se utiliza un
abrelatas, usando como ejemplo un bote enorme de melocotones en almíbar. Entró
en la sala y lo miro directamente a los ojos, él me mira a mí y me indica con la
mano y una sonrisa radiante, que me siente en una de las sillas al fondo del
aula.
— ¿Dónde has aprendido a hablar?
— Digo en voz alta y con cierta incredulidad en el tono.
El chico tras quedarse atónito
con mi pregunta, se acerca rápidamente y me agarra de los brazos con fuerza.
— Tú sabes palabra. Cómo haces—
me pregunta alterado.
— Yo he preguntado primero, ¿quién
te ha enseñado a hablar y qué se supone que estás haciendo con esta gente? — Le
vuelvo a preguntar.
— Meses hace estaba así— dijo
señalando a los asistentes— ellos enseñaron poco que sé. Luego pasó ellos, yo enseño
ahora. Me llamo John Doe. Ayúdanos.
Y como cada viernes, mañana nos sorprende nuestra taconera más radiante, Connie Jett con esa historia que nos tiene a tod@s enganchados, ¿qué hacer antes de los 30? Ella seguro que os resuelve todas las dudas....
Aysss chicas, que no contabais con que el ser humano es capaz tanto de lo más horrible como de lo más asombroso, mientras hay esperanza, ilusión y ganas hay luz y mientras quede alguien con eso aún hay un poquito de esperanza por negro que se vea todo, al menos quiero pensar eso, que quedan personas asombrosas que hacen estoy un poco mejor como todas vosotras. ;) por cierto: Felices fiestas Taconeras :)
ResponderEliminargugu tata
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