Tengo momentos en los que entre teoría
narrativa, estructura de trama, ritmo argumental, tono de la obra y varios
tecnicismos más, se me olvida dejar de pensar y sentir un poco las palabras.
A esto que hoy os escribo, un
nene, que tiene la paciencia de leerme y regañarme, lo llama «ejercicio de
estilo». Es como limpiar los pinceles antes de encarar la realización de un
cuadro. A veces hay suerte y sale algo más que manchas de pintura.
Has encontrado un fallo en la
talla del diamante. Es algo imperceptible a simple vista pero, si lo miras a través
del prisma de las lágrimas, puedes verlo. Una bala de diamante podría atravesar
el corazón más duro, nada puede pararla, pero no deja de ser un cristal y el
cristal es frágil. Todo puede hacerse añicos en un segundo y estos fragmentos
hieren más cuanto más pequeños son. Puedes esquivar enormes hojas trasparentes si
eres lo bastante rápida, pero no puedes hacer nada contra las agujas, pequeñas,
ínfimas, agudas y afiladas que vas engullendo con el vino día tras día. Simplemente
llegará un momento en que no podrás tragar más y vomitarás sangre para
descubrir, en el reflejo del charco que se forme, tu cara de asombro.
Entonces te asaltará una duda: ¿Cómo
has llegado a esto? Puedes mirar en las cicatrices de tus muñecas, el mapa de
tu vida e intentar averiguar en qué bifurcación del camino fue dónde estabas
ciega y no vistes que el recodo que tomabas no te llevaba al final de cuento de
hadas.
Pero nunca fuiste una princesa,
¿verdad, nena? Nadie puede negar que tienes clase y que marcas un estilo, pero
este está muy lejos de los elegantes salones de palacio alguno. Eres carne de
callejones, de salas a punto de cerrar y de ángulos muertos en los ojos de las
cámaras de seguridad.
Todo eso se nota por mucho que lo
acicales, por mucho que lo escondas, y tu cinismo deja de ser una coraza para
convertirse en el hueco hambriento de una doncella de hierro. Aun así estás más
segura ahí dentro que fuera de esa piel de metal donde podrían tocarte, verte y
herirte. Al menos sabes que los clavos no son hipócritas y que sus anzuelos ni
miente ni ofrecen falsas esperanzas.
No te creas ni por un momento que
alguien vendrá a recogerte si caes de tu pedestal; nadie quiere las ruinas de
antiguas deidades. Tienes que mantenerte firme pasando tu mirada sin pupilas
por las vidas del resto. Eso es a lo máximo que puedes aspirar; observa como un
voyeur que espía el amor de las parejas cuando estas buscan sus cuerpos en la
intimidad del ocaso.
Eso debe ser bueno a juzgar por
el ansia con el que sus bocas que se funden.
«Que nadie sepa nunca lo que
duele». Verdadero y triste, pero en otro tiempo el problema sería tan solo no
transformarte en comida. Oscura es la noche plagada de garras y colmillos cuyo brillo
puedes confundir con el de las luciérnagas que marcan las sendas.
El humo del cigarrillo crea palabras en el
aire que nadie leerá y que tú te empeñas en atrapar antes de que su efímera
existencia salga por esa ventana que promete tanta libertad. Un solo paso y
todo concluirá a velocidad terminal. ¿Qué melodía sonará en ese momento? ¿Alguien
tocará un réquiem? ¿Será un rifft de guitarra o un solo de flauta? Ojalá fueran
los bramidos de las gaitas. Los violines están fuera de tu alcance. Esa es una
marcha fúnebre reservada para las exequias de las doncellas que murieron sin
conocer el deseo o la soberbia. Esos serán los términos más repetidos en tu panegírico.
Seamos sinceros, nadie escuchará
esa última tonada. El mundo está sordo en su propio ruido y siquiera tus gritos
le hacen inmutarse, así que ahorra aliento; te hará falta. Porque, por mucho
que las ninfas feéricas te prometan gloría y placeres, ya sabes que el oro de
los duendes se transforma en cenizas cuando llega el sol.
Ningún ejército te quiere en sus
filas aunque valoren tu talento para sobrevivir. Ninguna horda te hará un hueco
en su hoguera aunque admiren tu capacidad para matar.
Eres una mujer sin tribu y cuando
llegue el invierno caminarás por el páramo sin nadie para despedirte, si nadie
para encender las antorchas de tu pira. Será entonces cuando dejarás de estar
sola pues Ella nunca falta a una cita. Será como rencontrarse con
una vieja amiga. Hubiera sido bueno haberla conocido antes.
Ya has leído el final, así que traza
tus pinturas de guerra, peina tu bandera y enfúndate en acero y oro blanco, en
pelaje de animal y cuero curtido. Aumenta tu peso con la carga de los venablos,
el arco y tus dagas de matarife en las sombras. No olvides tus pócimas, son las
que te dibujan esa sonrisa y te mantienen caliente.
¡Qué pobre hechicera, qué torpe
pitonisa, qué mala bailarina que tropieza con sus propios pasos sobre la nieve!
Esconde tu vergüenza, tus
anhelos, tu hambre, tu soledad con esa máscara que usas. Ahora mírate en el
espejo y siente la fuerza y el fuego azul que desprendes.
No templa ni sirve para formar
hogar alguno.
No atraerá amigo ni compañero.
No creará chispa para un vientre
yermo.
Pero los dioses lo temen pues saben que puede hacer arder el cielo.
Regina Roman sigue y no para. En cuanto cambie el reloj y la fecha del calendario tendréis, una nueva entrega de "La Mota Rosa" su regalo semanal para vosotros.
Finales de cuento de hadas, y ángulos muertos en las cámaras de seguridad. ¿Mejor dentro que fuera? Shrek dice lo contrario. Para ser un ejercicio de estilo refleja un estilo a tener muy en cuenta. Me quedo con esa doncella sin tribu, y que seguro que pese a las cenizas dispondrá de unos acordes que ya escucho en mi guitarra. Felicidades nena
ResponderEliminarManu
Por cierto.. música muy acorde, y justo la escuchaba esta tarde. ¿Simplemente escribiendo? Eleige bien las palabras rubia .. de simplemente nada
ResponderEliminarA veces las personas se sienten solas por usar esa coraza de hielo y acero, como mi abuela me decía siempre, para amar y ser amado solo hay que arriesgarse al fracaso, a veces todo sale bien y no se cumple el mal final que esperamos. Me ha encantado esta historia de mujeres y secretos, deberías dejarte llevar más veces ^^ Besossssssssssss
ResponderEliminarPues si es un "ejercicio de estilo" por mi puedes seguir asi toda la vida, lo tendré que volver a leer un par de veces porque me da que tiene varias capas..., de pintura :-) Brava!
ResponderEliminarMe gusta cuando se lo cree señorita Blonde. Me gusta mucho.
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