El Mundo está jodido, eso lo sabemos. Hay profecías
que se empeñan en decir que hemos llegado al final del calendario, que que el cajetín de monedas está lleno de
botones y chapas aplastadas y que no hay una vida extra más.
El Papa ha dimitido, hay un señor que se
llama Mariano en la Moncloa y al presidente de los Unites States no le dan ni
para el autobús.
Arrepentíos que llega el Apocalipsis con sus zombis
y todo, porque incluso en el libro de Jesusito
de mi Vida salían zombis que, en la espera para el tema del Juicio, seguro que
van a merendarse algunos cerebros (yo soy de zombi clásico y corte intelectual,
no de estos de ahora obsesionados por el físico que solo ven mollejas por todos
lados)
Bueno pues vale, nada nuevo bajo el sol. Es
que parece que no, porque ahora nos enteramos de más cosas gracias a la tele,
el internet y la Cuore, pero desde que el hombre es hombre y aprendió a
destilar a partir de cualquier cosa capaz de fermentar (lo que llevó a la
sociabilización, la cogorza y al bonito rito de «0s quieroooooooo, que alguien
me acompañe al baño a sujetarme el pelo que voy a potar») esto siempre ha sido
así, lo de quejarse, claro, y lo de que el mundo se acaba.
Podríamos tirar de referentes de los miles de
profetas que se han apostado la merienda diciendo que en tal fecha o en tal
otra todo esto se va a la mierda y
comprobaremos que todos perdieron el bocata y la bolsa de cheetos. Lo que
pasa es que, por mucho que nos pique, el ser humano tiene una tendencia muy de hacérselo
mirar al pataleo, al inconformismo y a la pena gorda.
La pena es lo que me tiene preocupada. Noto un
desanimo generalizado entre los nenes que juegan conmigo por el Face, en los
mails que me llegan, en las nenas con las que sudo y me retuerzo (cual gusano
preparado en anzuelo) en Pilates, incluso con las personitas que se cruzan
conmigo en la ofi.
Hace una semana utilicé un poco de lesbían soft chik emulation para que nos
dejaran entrar en un bar cerrado por fiesta privada en Toledo. Allí pude
disfrutar de la ya casi olvidad experiencia de beberme un roncola y fumarme un cigarro bajo techo (jo, no sabes lo que tienes
hasta que lo pierdes) y quizás fuera porque el Barceló fresquito entra muy bien
o porque sonaban los Scorpions, pero hice eso que hago yo de vez en cuando que es
salirme de la situación y verlo todo desde fuera. Es en plan experiencia extracorpórea
pero en cutre, vamos como la tele en comparación con el cine, pero te ayuda
luego a ver las cosas de otro modo.
Puede que sea triste que para ver un poco de
buen rollo se tenga que tirar de los excesos de Baco, pero es más triste saber
que la sangre es el motor de la Historia y eso es cierto. Necesitamos desinhibirnos
para poder dejar a un lado la mala leche, el mal humor, los problemas diarios y
las jodidas situaciones que nos sitian en el día a día.
Pero creo que es una cuestión de actitud. No os
hablo de que haya que sonreír, como un idiota puesto de pastillas, a la vida pero
tened en cuenta que con ese gesto también enseñas los dientes a los problemas
que nos vamos encontrando. El fruncir el ceño, plantarse en la condición de
víctima encabronada, tiene un efecto inmediato en todos nosotros: amargarnos, entristecernos,
anular nuestra capacidad productiva.
Me asombra el gusto que tienen algunos por
realizar actos de destrucción gratuita que tan solo tienen como objetivo el
herir a personas anónimas. En serio se me antoja igual que gilipollesco que
hacerte cositas con un guante de crin de esos de exfoliar (te ibas a dejar
aquello hecho un cristo).
Mucha gente me habla de karma, del quid
pro quo, de una cosa rara que es la biodescodificación universal (de esto todavía tengo que leerme
bien las instrucciones de uso) y pueden parecer chorradas pero, oye, tienen su
punto. No es que espere que el destino o la justicia divina me retribuyan cada
gesto amable, pero sí que los hago con un objetivo egoísta y este es que me
hacen sentir bien al instante. Repito, egoísta,
no vamos a engañarnos, pero al menos es útil y se pinta en blanco en la preciosa
circunferencia del ying y el yang.
Ya hay muchos cabrones de traje y corbata que
se dedican a añadir negro por todos los lados. Salen en las noticias todos los
días y lo que veo tras sus miradas sucias y viciosas, es una burla, es desprecio ante la indignación que producen sus
actos. Ellos piensan. «Me la suda vuestro dolor, vuestra rabia.»
Eso envenena el alma, creo que en realidad
ese es su objetivo. Lo están consiguiendo, nos tienen hundidos, encabronados,
enfrentados entre nosotros.
A mí no me da la gana, no voy a entrar en ese
juego, me niego a convertirme en un ser moldeado a palos, en un perro colérico
a causa de los golpes de sus amos, que solo sabe morder.
Podéis seguir siendo marionetas agresivas y amargadas
o podéis intentar cambiar eso con pequeñas cosas, ver a los demás como iguales
a los que ayudar y no como sacos de puching
en los que descargar vuestras frustraciones y traumas.
El mundo es feo ahí fuera, por eso he cuídalo
el maquillaje esta mañana, he cogido la coleta bien alta y, al salir al campo
de batalla, he hecho aparecer el marfil entre las dos líneas de púrpura
brillante que son mis labios.
Las sombras se apartaban a mi paso.
Mañana, ya sabéis:
:
Bueno. Me cuesta decir nada, aunque como eso no es lo mío tampoco es tan raro. Puede que a veces me de por hacerme la "víctima encabronada", así que debo mirármelo para no amargarle a nadie el día, tienes razón. Hay cosas que como decía uno de esos con corbata de la Moncloa, hay que hacerlo en privado. El mundo se acaba cada día, y cada día comienza de nuevo, así que aunque no sea capaz de deshinibirme, me acordaré de la peli del Día de la marmota, y ... que salga el sol por Antequera
ResponderEliminarSombras cobardes...
ResponderEliminarEl mundo no existe. Igual que el amor no existe. Existen los tres o cuatro metros que caen dentro de tu influencia directa y en esos has de plantar las margaritas, rubia. Rubia mayestática que vale por todas -y todos-. Usaré este comment como cupcake porque hasta el miércoles no hay galletas.
El amor no existe, existe gente a la que amas y a la que quieres hacer feliz. La Madre Teresa era tan egoísta como tú. Antes la despreciaba por ello. Ahora me alegro de que eligiese esa forma de egoísmo en lugar de cualquier otra. Porque sí: hacer el bien es el acto más profundamente egoísta puesto que es el acto que mayores y mejores y más bienes nos devuelve. Hagamos el bien. Sintámonos bien.
Cuesta mucho menos que sentirse mal y los resultados lo merecen.
pero miras que siempre te las apañas para decir la cosa apropiada Bru. Exacto
EliminarEl mundo no existe. El amor no existe. Solo existo yo. El resto es producto de mi imaginación. Tengo una imaginación excesiva. Me esta dando quebraderos de cabeza haciendome pensar tanto, sobre todo por ser lunes. Me voy a por unas galletas (ahora dudo entre chiquilin o napolitanas).
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