miércoles, 13 de marzo de 2013

Galletas de la suerte - Respeto


Respeto.

Todos tenemos razón de sobra y a todos nos falta respeto. Es casi una fórmula matemática de la que se derivan consecuencias a porrillo. Por ejemplo: como todos tenemos razón, las cotas de injusticia se disparan.

De todas maneras, el respeto es una cosa rara, rara, rara. Se supone que uno le debe respeto a todo el mundo. Es un poco como los intermitentes, que vienen de serie en los coches aunque luego los conductores y las conductoras los usen o no según se acuerden. En mi mundo sin embargo, el respeto se pierde. No es estático ni se le pega a uno en la nuca al nacer con pegamento indeleble. Así que cuando me dice alguien que debo respetar a todo el mundo se me disparan las alarmas.

No todo el mundo es respetable. Se me ocurre, por ejemplo, Risto Mejide. Sí, siendo generosa admitiré que el Risto Mejide que sale en programas de talentos juzgando talentosos es en realidad un personaje que quizá no tenga nada que ver con la persona que lo sustenta. Vale. Me lo compro ¿Y? ¿Significa eso que debo respetar a la persona? Él ha escogido ese personaje. Amparado por unas gafas de sol, una actitud chulesca que me repugna y una retórica mediocre pero cortante, este personaje se gana la vida haciendo infelices a otros seres humanos ¿Por qué tengo que respetar a un hombre que decide de manera consciente hacer daño a otros?

Mi respuesta es que no tengo ninguna obligación de hacerlo. No puedo respetarle. Me lo impiden mis principios (Y eso me hace ver que tengo principios. No creáis que no es una sorpresa: lo es.). Hay una película de Kevin Bacon y Gary Oldman, Homicidio en primer grado, que me saca las lágrimas cada vez que la veo. En ella Gary Oldman interpreta al último alcaide de Alcatraz. La película narra unos supuestos hechos reales y hace tiempo que no la veo, así que no sé cómo de manipuladora es, aunque asumo que lo será en gran medida. El alcaide resulta ser un sádico que maltrata a Kevin Bacon. Le pega, le tortura, le aísla y, cuando se ve amenazado, le corta un tendón de Aquiles. Lloro porque no comprendo ese tipo de violencia gratuita, injusta, aleatoria que nace del poder y la enfermedad. No sé si aquel alcaide de Alcatraz fue un niño maltratado, un tipo muy frustrado o qué. Desconozco si tenía salvación, si la vida no fue justa con él. Desde luego la película no me lo cuenta y quizá mi visión de las cosas cambiara si me lo contase. A pesar de todo eso no le respeto. Me parece un ser pequeño, mediocre, malvado que merece probar lo que ofrece.


Risto Mejide y el presidente de la compañía en la que trabajo son iguales que el personaje de Oldman. Mejide lleva a la ficción televisiva un modo de humillación pública completamente innecesario. Y me avergüenza admitir que hay ocasiones en las que espero a ver qué dice. Así somos, señoras y señores. Así nos las gastamos. Tenemos en nuestras pantallas a un señor de traje gris que se encarga de poner en palabras todo eso que no nos atrevemos a decir: que si cantas como un sapo aplastado, que si te mueves como un hipopótamo desequilibrado, que si no tienes dignidad, ni respeto por ti mismo, ni nada que se le parezca. Mejide no estaría ahí si no le mirásemos.

Ahora bien ¿Es sólo culpa nuestra? Yo creo que no. Desde que me di cuenta de por qué veía sus intervenciones he dejado de seguir el programa. No me gusta esa parte de mí y procuro cambiarla porque creo que seré mejor persona si no me regodeo en las miserias ajenas. Yo he hecho ese cambio, pero el personaje sigue en televisión. Supongo que porque a alguien le da dinero. Supongo también que quienes hacen el programa saben que los valores que representa ese personaje no son positivos ni ayudan a nadie. Así que también ellos tienen la culpa. Lo programadores de televisión tienen una responsabilidad.

El presidente de la compañía donde trabajo ha despedido recientemente a una persona que no merecía ser despedida. Lo ha hecho porque quería una cabeza. Ha habido un problema, una serie de errores en cadena que han desembocado en una situación incómoda. Yo soy una de las personas que se ha equivocado. Mis jefes, el jefe de otro departamento, dos o tres personas más de departamentos diferentes también han colaborado en esta serie de catastróficas desdichas. Cuando el desastre llegó a oídos del presidente, este montó en cólera, cólera se encabritó y jinete y montura exigieron una cabeza. Cayó la más débil, la más barata y más fácilmente reemplazable. No se ha buscado una solución, se ha buscado un culpable. La persona con más poder dentro de esta empresa no ha actuado como un gestor responsable sino como un tirano irracional ¿Qué tipo de respeto merece este hombre? Se trata de un ser humano colérico que se ofusca y pide sangre. Un hombre que, según dicen, ha sacado a la compañía de una mala situación, pero que carece de una serie de valores que a mí me parecen básicos.

Personas con poder que ejercen ese poder de manera irresponsable no merecen mi respeto. Personas con talento, con capacidad de visión, con unos dones o una situación que les permitirían hacer del mundo un lugar mejor y que se ocupan en empeorarlo no merecen mi respeto.

Y digo esto con la boca pequeña. Porque cada vez que cocino una galleta es como si me mirase con más atención en un espejo y lo que veo no me gusta. Lo único que puedo decir en mi defensa es que no uso maquillaje, que cuando doy con una mancha procuro eliminarla de raíz. A eso me aferro para poder respetarme a mí misma.




Mañana una mujer que se merece todos nuestros respetos.


4 comentarios:

  1. Ufff..
    Coincido. No todos merecen una actitud de respeto, porque pierden ese derecho actuando de una determinada forma. Pero todos tenemos nuestra cuota de poder... como amigos, unas veces somos lideres y podemos arrinconar o dar la entrada a un grupo a alguien. Tenemos poder. O laboralmente puede que acabemos teniéndolo. ¿Cómo se ejerce? Sin improvisar. Sale lo que llevamos dentro. Lo que somos.

    Pero depende de nuestra forma de mirar. Lo vemos cuando miramos a alguien. Si vemos a la persona o hacemos una clasificación de cosas buenas y malas , según mi santo criterio. Mirar con ojos abiertos y vivir con amplitud de miras haría que el respeto fuera natural. De otra forma..no es posible

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    1. Se me hacía muy largo el artículo para explicar el respeto del que hablas tú. Ese que merecemos todos los que no hacemos daño a sabiendas. El que reclaman muchos para sí mismos y que se daría de forma natural, como dices, si todos nosotros fuésemos personas sanas con una autoestima y seguridad en nosotros mismos dignas de llevar ese nombre.

      El problema es que, cuando uno carece de seguridad, las formas de vida diferentes a la propia, las ideologías discordantes, le amenazan. Si yo no creo con total firmeza que mi forma de vivir es la más adecuada para mí; si no creo, a la vez, que esa forma de vida puede no ser la mejor para otros; si no admito que ideas divergentes de las mías pueden ser tan buenas para otros como las mías para mí, no puedo respetarlas.

      No puedo mirar con amplitud, aceptación y respeto a los demás si no me libero de la inseguridad que provoca el sentimiento de amenaza.

      Nuestro poder como indivíduos es el único que podemos ejercer. Y debemos hacerlo con mucho tiento. Toda la razón, MAnu ^^

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  2. Hasta en las respuestas que das encuentra uno motivos de profundizar. Hay que tener la valentía de sentirse libre para liberarse de esas inseguridades.
    Querida amiga...sigue dándonos galletas de estas. Dulces o saladas alimentan

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  3. Es del todo lícito no respetar a quien según tus principios no es respetable. Hasta aquí la canela espolvoreada encima de la galleta.

    Luego está la "zona gris", en la que ciertos comportamientos te obligan (o no) a mirarte a ti mismo y a veces lo que ves dentro se parece a lo que ves fuera. En parte por eso tienen audiencia los mejode de las televisiones, porque son personajes que hacen lo que esa zona gris de ti mismo "querria hacer pero no está bien" o que a veces "hace sabiendo que no debería".

    Nobody's perfect.

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