Respeto.
Todos tenemos razón de sobra y a todos nos falta respeto. Es casi una
fórmula matemática de la que se derivan consecuencias a porrillo. Por ejemplo:
como todos tenemos razón, las cotas de injusticia se disparan.
De todas maneras, el respeto es una cosa rara, rara, rara. Se supone que
uno le debe respeto a todo el mundo. Es un poco como los intermitentes, que
vienen de serie en los coches aunque luego los conductores y las conductoras
los usen o no según se acuerden. En mi mundo sin embargo, el respeto se pierde.
No es estático ni se le pega a uno en la nuca al nacer con pegamento indeleble.
Así que cuando me dice alguien que debo respetar a todo el mundo se me disparan
las alarmas.
No todo el mundo es respetable. Se me ocurre, por ejemplo, Risto Mejide.
Sí, siendo generosa admitiré que el Risto Mejide que sale en programas de
talentos juzgando talentosos es en realidad un personaje que quizá no tenga
nada que ver con la persona que lo sustenta. Vale. Me lo compro ¿Y? ¿Significa
eso que debo respetar a la persona? Él ha escogido ese personaje. Amparado por unas
gafas de sol, una actitud chulesca que me repugna y una retórica mediocre pero
cortante, este personaje se gana la vida haciendo infelices a otros seres
humanos ¿Por qué tengo que respetar a un hombre que decide de manera consciente
hacer daño a otros?
Mi respuesta es que no tengo ninguna obligación de hacerlo. No puedo
respetarle. Me lo impiden mis principios (Y eso me hace ver que tengo principios.
No creáis que no es una sorpresa: lo es.). Hay una película de Kevin Bacon y
Gary Oldman, Homicidio en primer
grado, que me saca las lágrimas cada vez que la veo. En ella Gary Oldman
interpreta al último alcaide de Alcatraz. La película narra unos supuestos
hechos reales y hace tiempo que no la veo, así que no sé cómo de manipuladora
es, aunque asumo que lo será en gran medida. El alcaide resulta ser un sádico
que maltrata a Kevin Bacon. Le pega, le tortura, le aísla y, cuando se ve
amenazado, le corta un tendón de Aquiles. Lloro porque no comprendo ese tipo de
violencia gratuita, injusta, aleatoria que nace del poder y la enfermedad. No
sé si aquel alcaide de Alcatraz fue un niño maltratado, un tipo muy frustrado o
qué. Desconozco si tenía salvación, si la vida no fue justa con él. Desde luego
la película no me lo cuenta y quizá mi visión de las cosas cambiara si me lo
contase. A pesar de todo eso no le respeto. Me parece un ser pequeño, mediocre,
malvado que merece probar lo que ofrece.
Risto Mejide y el presidente de la compañía en la que trabajo son iguales
que el personaje de Oldman. Mejide lleva a la ficción televisiva un modo de
humillación pública completamente innecesario. Y me avergüenza admitir que hay
ocasiones en las que espero a ver qué dice. Así somos, señoras y señores. Así
nos las gastamos. Tenemos en nuestras pantallas a un señor de traje gris que se
encarga de poner en palabras todo eso que no nos atrevemos a decir: que si
cantas como un sapo aplastado, que si te mueves como un hipopótamo
desequilibrado, que si no tienes dignidad, ni respeto por ti mismo, ni nada que
se le parezca. Mejide no estaría ahí si no le mirásemos.
Ahora bien ¿Es sólo culpa nuestra? Yo creo que no. Desde que me di cuenta
de por qué veía sus intervenciones he dejado de seguir el programa. No me gusta
esa parte de mí y procuro cambiarla porque creo que seré mejor persona si no me
regodeo en las miserias ajenas. Yo he hecho ese cambio, pero el personaje sigue
en televisión. Supongo que porque a alguien le da dinero. Supongo también que
quienes hacen el programa saben que los valores que representa ese personaje no
son positivos ni ayudan a nadie. Así que también ellos tienen la culpa. Lo
programadores de televisión tienen una responsabilidad.
El presidente de la compañía donde trabajo ha despedido recientemente a una
persona que no merecía ser despedida. Lo ha hecho porque quería una cabeza. Ha habido
un problema, una serie de errores en cadena que han desembocado en una
situación incómoda. Yo soy una de las personas que se ha equivocado. Mis jefes,
el jefe de otro departamento, dos o tres personas más de departamentos
diferentes también han colaborado en esta serie de catastróficas desdichas.
Cuando el desastre llegó a oídos del presidente, este montó en cólera, cólera
se encabritó y jinete y montura exigieron una cabeza. Cayó la más débil, la más
barata y más fácilmente reemplazable. No se ha buscado una solución, se ha
buscado un culpable. La persona con más poder dentro de esta empresa no ha actuado
como un gestor responsable sino como un tirano irracional ¿Qué tipo de respeto
merece este hombre? Se trata de un ser humano colérico que se ofusca y pide
sangre. Un hombre que, según dicen, ha sacado a la compañía de una mala
situación, pero que carece de una serie de valores que a mí me parecen básicos.
Personas con poder que ejercen ese poder de manera irresponsable no merecen
mi respeto. Personas con talento, con capacidad de visión, con unos dones o una
situación que les permitirían hacer del mundo un lugar mejor y que se ocupan en
empeorarlo no merecen mi respeto.
Y digo esto con la boca pequeña. Porque cada vez que cocino una galleta es
como si me mirase con más atención en un espejo y lo que veo no me gusta. Lo
único que puedo decir en mi defensa es que no uso maquillaje, que cuando doy
con una mancha procuro eliminarla de raíz. A eso me aferro para poder
respetarme a mí misma.
Mañana una mujer que se merece todos nuestros respetos.
Ufff..
ResponderEliminarCoincido. No todos merecen una actitud de respeto, porque pierden ese derecho actuando de una determinada forma. Pero todos tenemos nuestra cuota de poder... como amigos, unas veces somos lideres y podemos arrinconar o dar la entrada a un grupo a alguien. Tenemos poder. O laboralmente puede que acabemos teniéndolo. ¿Cómo se ejerce? Sin improvisar. Sale lo que llevamos dentro. Lo que somos.
Pero depende de nuestra forma de mirar. Lo vemos cuando miramos a alguien. Si vemos a la persona o hacemos una clasificación de cosas buenas y malas , según mi santo criterio. Mirar con ojos abiertos y vivir con amplitud de miras haría que el respeto fuera natural. De otra forma..no es posible
Se me hacía muy largo el artículo para explicar el respeto del que hablas tú. Ese que merecemos todos los que no hacemos daño a sabiendas. El que reclaman muchos para sí mismos y que se daría de forma natural, como dices, si todos nosotros fuésemos personas sanas con una autoestima y seguridad en nosotros mismos dignas de llevar ese nombre.
EliminarEl problema es que, cuando uno carece de seguridad, las formas de vida diferentes a la propia, las ideologías discordantes, le amenazan. Si yo no creo con total firmeza que mi forma de vivir es la más adecuada para mí; si no creo, a la vez, que esa forma de vida puede no ser la mejor para otros; si no admito que ideas divergentes de las mías pueden ser tan buenas para otros como las mías para mí, no puedo respetarlas.
No puedo mirar con amplitud, aceptación y respeto a los demás si no me libero de la inseguridad que provoca el sentimiento de amenaza.
Nuestro poder como indivíduos es el único que podemos ejercer. Y debemos hacerlo con mucho tiento. Toda la razón, MAnu ^^
Hasta en las respuestas que das encuentra uno motivos de profundizar. Hay que tener la valentía de sentirse libre para liberarse de esas inseguridades.
ResponderEliminarQuerida amiga...sigue dándonos galletas de estas. Dulces o saladas alimentan
Es del todo lícito no respetar a quien según tus principios no es respetable. Hasta aquí la canela espolvoreada encima de la galleta.
ResponderEliminarLuego está la "zona gris", en la que ciertos comportamientos te obligan (o no) a mirarte a ti mismo y a veces lo que ves dentro se parece a lo que ves fuera. En parte por eso tienen audiencia los mejode de las televisiones, porque son personajes que hacen lo que esa zona gris de ti mismo "querria hacer pero no está bien" o que a veces "hace sabiendo que no debería".
Nobody's perfect.