La ciclotimia es muy
mala. Creo que en eso estamos todos de acuerdo. Por desgracia, la mayoría de
las mujeres, y si me apuras, también muchos hombres, la llevamos de serie.
¿Eso qué significa? Pues que debemos estar preparados para
que sin previo aviso se presente y amenace con jodernos bien. Sin embargo, el
entendimiento, la aceptación y la comprensión de nuestro estado es un primer
paso en la lucha contra ese agente patógeno que amenaza con doblegar nuestra
voluntad y alterar nuestros planes.
Revisemos los síntomas:
Tú estás tan tranquila, normal, haciendo tus menesteres de rubia sin molestar a
nadie y, de pronto, notas que algo en el mundo no va bien, (esto no es ninguna
novedad todos sabemos que el mundo está hecho una mierda). Las cosas están
raras y lo que es peor, a ti, te empieza a entrar una pena enorme y a
cuestionártelo todo; ¡pobrecitos topillos! Viven bajo tierra y nadie los
quiere; los anuncios, no ya las noticias, te arrancan lagrimitas que te sientes
incapaz de reprimir porque cualquier cosa es superemotiva, también tienen la
culpa los cabrones estos de la publicidad que buscan tocarte al fibra sensible.
¿A qué viene que un banco te cuente la historia de Mengana, que salió de su
pueblo para estudiar en la capital en un alarde de superación personal, después
de que ocho generaciones de su familia se dejaran la espalda breando con los
mares y sus tormentas, o se partieran el lomo de sol a sol en un campo de
nabos, para que, por fin, Mengana, con ayuda de una entidad desinteresada,
pudiera romper el círculo de perpetuación a la miseria y acceder a alguna de
las becas Chusgins? No, no, no, así no vale porque, claro, tras haber conocido
a Mengana ya no te sientes igual cuando acudes a la sucursal a que te intenten
vender unas preferentes, o que después de diez años trabajando con ellos te
dejen la cuenta al descubierto si te faltan diez céntimos para pagar un recibo,
o traten de endiñarte una hipoteca basura para que puedas cumplir tu sueño
burgués de ser propietario de una choza tercermundista.
En definitivas cuentas, debe quedar bien claro que este no es
un buen momento para tomar ninguna decisión importante. O incluso podría decir
más, este no es un momento en el que tomar decisión alguna.
De hecho, lo ideal, sería
quedarse en casa y hacer lo menos posible, pero como soy consciente de que esto
es una quimera, ya que siempre hay obligaciones que nos reclaman; jefes a los
que aguantar, niños y mascotas a las que alimentar, trabajos urgentes que
entregar, etc. Entonces, lo más conveniente es tirar de esas clases de teatro
que creo que casi todos recibimos sino en el colegio, en el instituto, y nos
imaginemos un personaje que interpretar. No voy a ser este flan gelatinoso y
llorica, voy a fingir que soy una mujer segura y de mi tiempo, que puede ir a
tres reuniones, hacer la casa, la compra, me escribo tres entradas, me recorro
ocho kilómetros con tacones y ¡Oye! Ni me despeino. ¡Qué gran actriz se ha
perdido el cine español!
Después llegas a casa, te bajas de los stilettos, te quitas
el maquillaje y te preparas un té. Te duele la mandíbula de apretar los dientes
y sonreír cada vez que sentías deseos de estamparle a alguien algo en la
cabeza; y los ojos te es escuecen de intentar reprimir las lágrimas cada vez
que algo te frustraba. Pero ya estás en tu hogar, calentita, y a salvo y puedes
dar rienda suelta a todas tus majaderías. Te comes cinco bollos de chocolate,
dieta que para hacer más variada y equilibrada alternas con unas patatas fritas
y algo de helado. Tras esto, te sientes culpable y te recriminas, te flagelas y
prometes hacer propósito de enmienda, pero ya si eso empiezas mañana o pasado;
que el día de hoy ya está echado, y, a fin de cuentas, no te apetece una mierda
hacer ná. Te mientes a ti misma, la auto indulgencia es un acto de caridad hacia
quien más lo necesita. Y, hala, el resto de la tarde libre, chupi. Opciones:
Irse de compras, no, por muchas razones; la primera que con el ánimo que llevas
seguro que vuelves cargada con un hábito de monja o un uniforme de puta (que en
esto de la ciclotimia no hay términos medios). Segundo salir a la calle te da
una perezaaaaaa; y, tercero, y más importante, la tarjeta de crédito echa tanto
humo que amenaza con arder y provocar un incendio. Así que, mejor meto el
monedero en el congelador para que se refrigere un poco y, con suerte, me
olvido de su existencia.
Otra alternativa muy rica, buscar en internet algún
melodrama, de estos finos filipinos que te ponen los pelos como escarpias y
dejar que el río de los sentimientos reprimidos se desborde, pero ¡mala suerte!
Los clínex se han terminado, el papel de cocina está casi en el cartón y el
higiénico no es que abunde tampoco y, con dos nenas a punto de bajarles el periódo,
esto se puede convertir en un escatológico inconveniente.
Bueno, todavía queda una tercera posibilidad, tengo varios
libros que hacía tiempo que me apetecía leer y que, por cosas de la falta de
organización y eso, han ido quedando aparcados en un montón que cada día es más
grande, tanto que cuando lo miro, me entra ansiedad.
Pero hoy no estamos para obligaciones, así que decido,
escogeré el título que más me llame la atención. Veamos; El Ojo Ajeno de
Alfonso Rojo, ¡huy! no estoy yo ni para mi propio ojo como para aguantar el
ajeno, quita, quita. Terenci Moix, El Sueño de Alejandría, puf, ¡qué desgana!
Este señor escribe muy bien y sus personajes alcanzan un grado de humanidad y
profundidad que acojona, pero la forma, magnifica lo reconozco, no es apta para
días tontos; El Viaje del Amor de Punset, mira esto suena bien, a todos nos
gustan los viajes y si encima viene también el amor, pues un ratico muy bueno
de divagación de los que a mí me gustan y luego te pasas toda la noche dándole
vueltas a la perola.
Preparación en curso para día del perro: pijama piojoso, en la mesa una cola zero que se contrarresta con las aperitivos de turno;
cojín en la cabeza; mantita en el cuerpo; tomo en una mano; gata, en la otra
y chaladura en la mente. Perfecto.
Tras leer cien páginas, llego a la conclusión de que me
siento estafada. ¿Dónde está el amor? Aquí solo habla de unas células
eucariotas a las que no tengo el placer de conocer y de que si tienen unas
mitocondrias que sirven para no sé qué leches, y luego unos neurotransmisores y
atacan de nuevo las mitocondrias, y digo yo, ¿para qué me engaña este nene con
el título? Con lo majete que parecía él, anunciando su pan, con su pelo blanco
y su acento gracioso y pegadizo. ¡Coño! Pero si no pasa nada. Llamas al libro El
viaje de las mitocondrias, y ya está.
Claro, por eso mi hermano siempre estaba haciendo la coña esa
sobre él, en la que hablaba de la retículas endoplasmaticas.
¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyy! Si es que siempre me pasa lo mismo; y
es que, cuando un nene habla de amor, seguro que en realidad tiene otra cosa en
mente.
En fin, hasta aquí hemos llegado y mañana será otro día en el apasionante devenir de la ciclotimia.
Yo empiezo la semana y la continúa Regina Roman, lo bueno de ser la Roman es que nunca eres la segunda en nada, tú marcas el comienzo de las cosas. Mota Rosa.
Pues debo tener la ciclotimia esa..porque me he perdido. A ver si con mi lata de La Lechera me encuentro
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ResponderEliminarSeñor, señor... "Haciendo tus menesteres de rubia sin molestar a nadie..." ¡¡Me encanta!!
Esa frase me impulsa a pedirte "escribamos algo a pachas, anda, rubi, anímate y dime que sí..."
R.R. (Martin. Sí, también)