En fotografía se dice que una imagen está quemada cuando, debido a una
sobreexposición, se pierde información en la zona de las luces altas. En el ejemplo
de más abajo sólo se ven los labios oscuros, un poco de pelo, se esboza la
posición de los ojos y el perfil del rostro de la modelo. El resto de la imagen
es blanco. No aparecen más detalles.
Una fotografía subexpuesta, por el contrario, es la que pierde información
en la zona de las sombras. Son imágenes más o menos oscuras en las que la parte
iluminada cobra especial relieve. En el ejemplo, lo que destaca es la
atmósfera, cierto ambiente de misterio o amenaza.
Como todo el mundo, los fotógrafos tienen reglas acerca de la exposición
correcta. Se supone que una fotografía está expuesta en su punto justo cuando
muestra toda la información que debe mostrar. Las luces no se queman, las
sombras no se empastan y todo se ve estupendamente. Sin embargo, existe un buen
número de grandes fotografías sobreexpuestas y el mismo número de grandes fotografías
subexpuestas. Por supuesto, también hay muchas fotografías expuestas en su
justa medida capaces de conmover al más pintado.
En cualquier caso, esto no es una lección de fotografía. Volvamos a la
primera imagen, el retrato blanco de la chica: la luz ha impactado durante
tanto tiempo en el sensor que no se ve nada excepto esos pocos rasgos que
comentaba más arriba. El diafragma se ha abierto tanto… Está tan expuesta… Y es
una buena foto. A mí me gusta. Me parece evocadora. Disfruto mirándola. Y no
conozco más a la modelo a pesar de ese exceso de exposición. Precisamente porque
es un exceso.
En el caso del bosque oscuro, todo se insinúa, todo está velado, se intuye
más de lo que se ve y eso presta a la imagen un aura de misterio que quizá
atraiga o quizá repela al espectador.
Hay quien odia la sobreexposición. Hay quien detesta la subexposición.
En fotografía y en la vida.
Hace unas semanas una amiga se lamentaba en su estado de Facebook porque
había escrito algo –no decía qué- que alguien había malinterpretado –no decía
quién-. La mayor parte de los comentarios que siguieron a aquel estado la
instaban a no preocuparse, hablaban de las dificultades de la comunicación
escrita… Lo normal. Uno decía que la culpa era suya, por exponerse demasiado,
lo cual era un claro error que solo podía solventarse escribiendo estados como
aquel, lo que en realidad constituía otro grave error.
Os exponéis mucho, decía. Y yo me sentí aludida porque, se mire como se
mire, me paso las semanas hablando de mí. Que lo mismo podría hablar de la cría
de la ostra tigre en un entorno hostil, pero eso conllevaría horas de
investigación de las que no dispongo. Además, disfruto sobremanera
investigándome a mí misma, descubriendo mis recovecos y estableciendo analogías
o diferencias con los recovecos de otros.
Hablándolo con mi amigo de felpa –hay que tener de todo-, no conseguí
explicarme bien, pero él sí. Yo me empeñaba en decirle que nada de malo había en
ser honesta y decir la verdad; a lo que me contestó que claro que no, pero que no
se trataba de mentir, sino de controlar cuánto dejabas ver de tu alma
inconquistable; porque cuando uno deja los interiores más fuera que dentro,
puede llegar algún desaprensivo y hacerlos fosfatina.
No seré yo quien niegue lo evidente. Mala gente hay en todas partes. Lo
decíamos anoche: por cada gilipollas hay tres personas majas que merecen la
pena. Lo que pasa es que los gilipollas hacen más ruido. Lo que sí creo, es que
es más difícil hacer daño a alguien que muestra. En primer lugar porque no
tiene mucha gracia pegarle una patada a nadie en una herida abierta salvo que
seas un sádico de tres pares. La mayor parte de las personas que conozco,
cuando saben cuáles son mis puntos débiles, o los obvian o tratan de hacerme
las cosas más llevaderas. Eso es lo que hago yo con los que me rodean, también.
La gente malvada que sabe que me duele y mete el dedo para ahondar en la llaga
es muy poca. Además, he aprendido a hacerla desaparecer. En serio: nadie merece
que se le soporte el dolor que causa a propósito. Aunque diga que lo hace por
tu bien. NO ES VERDAD. El daño por el daño no tiene justificación. Así que
borrón sin cuenta nueva para los malhechores (los que hacen el mal, vaya).
Por otra parte, los ocultadores, los que subexponen su imagen pública, no
están libres de ser atacados por los villanos de la vida. Ningún sicópata en su
sano juicio va a dejar sin investigar un perfil críptico. Ningún imbécil
integral va dejar de tocar las narices a alguien solo porque no cuenta asuntos
personales. De hecho, cuanto más cretino es el cretino, más tira de cualquier
hilván en busca del meollo del asunto. Por fastidiar, que es un deporte muy de
red social, muy de estar vivo.
Así que al final, igual que en fotografía, en la vida uno escoge de qué
manera enfrenta su relación con los demás. Los hay que se mantienen tan al
margen como pueden para que nadie les roce. Los hay que abren las puertas de
sus casas para que todos vean que no hay mucho que rozar. La gente buena les
respeta a ambos, la gente menos buena no respeta a nadie y lo único que de verdad importa es
que ni unos ni otros tienen razón, sólo su método particular.
Y aquí entroncamos con el ruego de Regina Roman, que hago mío: vive y deja
vivir. No les digas a los demás que sean como tú, que vivan como tú. No les
digas lo que deben pensar. O hazlo, pero atente a las consecuencias ¿Que es lo que
hago yo semana tras semana? ¡De eso nada! O quizá sí. Por eso me planteo dejar
las galletas de la suerte y comenzar con otra cosa… Ya veremos el miércoles que
viene.
Como siempre. Enjoy!
Y mañana, al parecer con un poco menos de glamour que de costumbre...
Estoy muy de acuerdo contigo. A veces creo que nos leemos la mente o algo así. Un poco creepy, lo sé. La exposición que tú elijas es la buena para ti. En las redes sociales hay demasiados que se aburren y analizan cada detalle y nunca están contentos. Si dices poco, porque dices poco; si dices mucho, porque dices mucho. La cuestión es la insatisfacción de siempre. Abrirte a los demás no es fácil, puedes salir herida. Pero una vez que le pierdes el miedo es lo mejor que te puede haber pasado porque te hace fuerte, te conecta contigo y te conviertes en alguien indestructible. Un beso.
ResponderEliminarPS: Echaré de menos tus galletas!!
¿Ves? Siempre hay alguien capaz de decir lo mismo que tú con menos palabras :)
ResponderEliminarAbrirte a los demás no es fácil, puedes salir herida. Pero una vez que le pierdes el miedo es lo mejor que te puede haber pasado porque te hace fuerte, te conecta contigo y te conviertes en alguien indestructible.
Grande, nena. Mu grande ^^
Pues entiendo a la persona que mencionas, pero lo que me gusta de este rincón y tus entradas de cada semana es la sobreexposición. O mejor dicho, el bajar los escudos y desnudar tu pensamiento como haces cada semana. Creo que es mi momento de mirarme al espejo y reflexionar, y por ello te estoy agradecido. Sabias palabras. Bellos textos, y la sensación de escuchar a un amigo tomando un café.
ResponderEliminarGracias
Eso es precioso. Yo las escribo con la mejor intención.
EliminarUn beso, Manu.
Creo que lo que dice Manu es verdad, en el fondo no escribes galletas, en el fondo (y el engranaje hace click y todo cuadra) lo que haces es poner un espejo especial, uno en el que te muestras y con ello nosotros, de alguna manera, nos vemos reflejados en el espejo, y nos comemos la galleta y al digerirla cambiamos. Si no sigues con las galletas pásate a las magdalenas, pero mantén ese espejo.
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