El sexo ya no es lo
que era. Antes, cuando los yogures venían en tarros de cristal porque era como
se hacía y no por eso del vintage, el sexo se veía en películas nacionales muy
malas o se importaba con resultados irregulares. Eso es lo que recuerdo de mi
infancia. Y es más o menos lo que dicen los documentales de la transición, que
son muchos y de tendencia variada pero en eso coinciden. En España hacía falta
más sexo.
Curiosamente los
españoles estaban de acuerdo con eso. Imagino que de ahí el éxito del famoso
chiste, el del tío que se parece a una ficha de parchís en que come una y
cuenta veinte. No resulta menos curioso el hecho de que las españolas también
estuviesen de acuerdo.
Así las cosas,
españoles y españolas comenzaron a practicar el sexo oral; es decir, comenzaron
a hablar de sexo más o menos tanto como de política. O sea, mucho, pero
menos que de fútbol. Además, igual que en política, los españoles practican dos
tipos de sexo oral: están los sobraos
y los escasos. Para entendernos: los del parchís y los que juegan más a la oca
y se pasan la partida perdiendo turnos en el pozo.
De todas maneras, a
lo que yo iba es a eso de la primera frase: el sexo ya no es lo que era. Ya no
es ese gran desconocido, ya no es un mito. Ni siquiera es, el pobre, una
manifestación de amor. Ahora el sexo se ha convertido en una vara de medir.
Como casi todo, por otra parte. Ahora si no sales de casa con una polla en la
boca eres una estrecha y una mojigata. Si lo haces eres una fresca. Excepto si
lo haces con cierta gracia, que eres la misma fresca, pero los señores y
señoras de bien te ríen los chistes.
El sexo, como las
mujeres en los consejos de administración en las grandes empresas, no se ha
normalizado. No es lo que era, pero no es lo que debería ser. Hay en este país
y en este mundo muchas cosas alrededor del sexo.
A mí me gusta. Como
la gente en general me da un poco de miedo, no me acuesto con muchas personas.
Casi ni las toco. Pero el sexo con mi pareja me gusta mucho. Me gusta el olor
de su piel, y el tacto. Disfruto mucho
de todo lo demás. No voy a escribir los
detalles porque no lo necesito. Practico un sexo muy normal. Cuando me apetece.
Ya está. Y me pregunto cosas. Me
pregunto qué esconden esas dos banderas sexuales: las que ondean en todo lo alto
proclamando que en sus casas hay más polvo del que una asistenta eficaz podría
limpiar en ocho años de concienzuda labor y las alicaídas que proclaman que, si
por ellos fuera, el servicio doméstico no
levantaría una bayeta en los siguientes ocho años.
Igual que me
pregunto por qué hay personas que se gastan mil euros en una gabardina que
cuesta unos ciento cincuenta en cuento le quitas la etiqueta. Y me pregunto por
qué otros compran pañuelos palestinos cuando no han salido del centro de sus
ciudades de provincias más que para pasar una semana vuelta y vuelta en un
hotel todo incluido.
Me lo pregunto
porque ayer estuve en las rebajas y deseé llevar uno de esos abrigos, igual que
a veces deseo que mi cuerpo tenga menos diámetro, mi casa más metros, mi cuenta
bancaria más ceros y hacer un trío con los ojos vendados y dos tíos
desconocidos cuyas identidades nunca descifrara.
Lo que me lleva a
la conclusión de que las personas ya no somos lo que éramos. Porque ¿Qué es una
persona? En serio, no tengo ninguna respuesta sacada de un manual de autoayuda
para esto. No tengo ningún párrafo de mi diario al que agarrarme. No sé qué
somos las personas. Porque unos días nos preocupa una cosa, otros días nos
preocupa otra cosa, el tercer día nos preocupan las dos
cosas. Unos días estamos contentos, otros días no tanto. Unos días el Everest
es como una colinita y al día siguiente los escalones del portal se convierten
en el Monte del Destino y Sauron se ríe de ti a la cara mientras te muestra el
anillo único y las cabezas de tus seres queridos atravesadas por picas.
¿Qué somos? ¿Qué
queremos? ¿Qué buscamos?
Antes, cuando el
sexo era sexo y la comida alimento, la vida solo era eso, la vida. Ahora ya no
sé lo que es. Tenemos cosas, conseguimos más cosas, deseamos otras cosas y a
veces somos más felices que otras de forma que parece aleatoria.
Por no saber, hoy
ni siquiera sé cómo terminar la entrada. Sed felices.
Sed.
Y mañana...
Una entrada genial.
ResponderEliminarFrases geniales:
1- Antes, cuando el sexo era sexo y la comida alimento, la vida solo era eso, la vida
2- Sed
De la primera yo apostillaría: y cuando los tomates sabían a tomate :-)
Y ahora, con los errores tipográficos corregidos, mucho mejor.
EliminarPues creo que depende del estado de ánimo el cómo valoramos todo. El pasado, el presente, el futuro y también el sexo o la vida en general.
ResponderEliminarYo no creo que antes se supiera lo que es la vida y ahora no. Simplemente creo que somos unos inconformistas con la realidad que nos toca.
En el fonod si sabes lo que es la vida. Hoy, como siempre, es ese compendio de situaciones, generalmente imprevisibles, que nos hacen relacionarnos con los demás y con nosotros mismos buscando la felicidad. Buscando, no encontrando. Eso es la vida.
Lo demás son libros, películas de ciencia ficción, y estereotipos que nos dicen cómo debería ser la vida.
Gracias a Dios, la vida de cada cuál es propia, y tiene de todo un poco, como en botica
Ay, no sé. Estoy yo muy de no saber hoy, Manu.
ResponderEliminarBesín.
A veces pasa. pero que no te nuble tu buen juicio. Lo bueno de la vida es saber que uno quiere vivirla..con lo que traiga, no con una sarta de deseos precocinados (a veces ajenos o motivados por otro@s, la sociedad, la cultura o el falso progresismo)
EliminarEstés como estés..sigues siendo tu. Tu vida. Y eso no hay porque explicarlo :).
Besos
A ver si tengo suerte y desde donde escribo, el artefacto se aviene a publicar mi comentario... Grrr... Esto es como lo de los pobres niños ricos, tenemos una oferta tan excesiva que nada nos sacia. El trabajo de concentrar la atención en tantos focos diferentes nos desorienta. Y al final. Aquí estamos, desinflados, confundidos ya para colmo, aburrido. No es cuestión de volver al pasado, es cuestión de simplificar las cosas.
ResponderEliminarLo simple es bello.
¿O era la arruga?
R. R. (Martín. Por todo el año. Ea)