Natalia se había subido en la cama y
manipulaba la lámpara de su habitación. Se cubría únicamente con una toalla. Ni
siquiera había terminado de secarse.
- No, estoy bien.
Se ha fundido la bombilla.
- No te preocupes,
yo la cambio. Vístete.
Natalia le miró y fue consciente de
su preocupación. Parecía real, como si de verdad se tratase del Emilio de
siempre. Sólo que no lo era. Seguramente la preocupación no tenía que ver con ella,
sino con la posibilidad de que hubiera encontrado una de las escuchas. No había
sido así, la lámpara estaba limpia, pero seguiría buscando.
- Claro – sonrió-
En seguida me visto. Pero ya me encuentro mejor. Debía de estar un poco
destemplada, nada más ¿Por qué no le cambias el agua a Lorenzo? El pobre está
muy mal. No lo entiendo, se habrá enfriado, con toda la casa abierta todo el
día. Ya sé que es culpa mía, pero Jaira podría haber cerrado las ventanas
cuando llegó.
- Me gustaría
quedarme contigo.
Natalia sonrió -. Yo prefiero
vestirme sola –. Bajó de la cama y se encogió dentro de la toalla. El hombre
que la miraba, vestido con la camisa favorita de su marido, le echó un último
vistazo antes de dirigirse a la puerta.
- Vale, me voy a
ver a Jaira.
- Lorenzo te
necesita más. Lo de Jaira es una rabieta.
Cuando estuvo sola se quitó la
toalla y se contempló en el espejo de la cómoda. Con el pelo mojado y pegado a
las sienes parecía más que nunca un espectro delirante. Las ojeras
permanecían en su lugar, como las
manchas de los mapaches y el baño no había borrado su aspecto afiebrado. Escogió
ropa cómoda de colores claros que difuminase la impresión de enferma terminal
que se causaba a sí misma.
Una vez vestida y peinada, aún con
el pelo húmedo, tomó la bombilla, que no estaba fundida y se dirigió a por otra
a la cocina. Pasó junto a la puerta de la habitación de su hija, pero no oyó
voces. No se permitió pensar en su familia. Sin duda debían de encontrarse a
salvo puesto que no estaban con ella. Quien los hubiera sacado de allí les
habría puesto en su contra y de ese modo les habría salvado ¿Qué clase de
esposa y madre oculta algo como lo que ella ocultaba? No debía haberse casado y
no debía haber parido. Siempre supo que no se lo podía permitir. Sin embargo se
había enamorado de Emilio y había querido tener un hijo. En ese momento, mientras
recorría los últimos metros hasta la cocina de su casa, quiso evitar el
arrepentimiento, pero no pudo. Por encima de todas las cosas debía haber
evitado que su secreto corriese peligro. Y en eso había fallado.
Rebuscaba ente los repuestos una
bombilla igual a la que tenía en la mano cuando sonó el timbre. No le hizo
caso. Cualquiera de las otras dos personas podía contestar. Oyó una puerta que
se abría y volvía a cerrarse, pero no sonaron pasos, así que el visitante
insistió desde la calle. Natalia se mantuvo firme, inclinada sobre el cajón,
incapaz de centrar su atención en los Kw. y las descripciones. El timbre
atronaba la casa sin que ninguno de los dos farsantes que se habían instalado
en ella apareciese por ningún lado.
Dejó la bombilla en la encimera y se
dirigió despacio hacia el recibidor. Podría haber estado completamente sola. Ya
ju- nto a la puerta respiró hondo y dejó que la visita pulsara el timbre una
última vez.
El hombre que apareció al otro lado
vestía de gris y le resultaba vagamente familiar. Preguntó por Emilio y ella,
sin saber qué decir, le condujo a la consulta. En la luna del recibidor se vio
muy pequeña al lado de aquel hombre de aspecto serio y cansado. No se
sorprendió de que el doble de su marido estuviese sentado a su escritorio,
donde pretendía revisar unos papeles; quizá una historia clínica.
- Os dejo.
Natalia cerró la puerta y pensó
encerrarse en el salón, pero en el terrario de Lorenzo encontró el cadáver de
la salamandra y recordó que el hombre del despacho había preferido verse con la
adolescente que se hacía pasar por su hija en lugar de vigilar a la mascota. Se
dio cuenta también de que la bufanda gris no estaba y pensó que quizá aquel
Emilio que no era Emilio se la había llevado, así que se acercó a la puerta que
acababa de cerrar y escuchó a los dos hombres que, como había supuesto, hablaban
de ella.
- … visto. Que yo
sepa no ha comido nada en todo el día. Antes se ha quejado de debilidad. Dijo
que quizá incubaba algo, pero luego lo negó.
- ¿Lo sabe?
- No lo creo… No.
Ya te lo he dicho por teléfono. Es como si se negara. No parece ella.
- Tienes que
decírselo. Hay que sacarla de casa y enfrentarse…
- Hoy hemos comido
fuera. Creo que no le ha gustado la idea. No es habitual. El día de hoy ha sido
tan extraño para ella… Y la chica tampoco ayuda.
- Es su papel.
- No me hables de
papeles, Javier. Yo ya casi ni sé cual es el mío. Esto se me está yendo completamente de las manos.
- Tú eres su
marido. Nada más.
- Sí, lo sé. Por
eso te he llamado. No sé qué hacer.
- Habla con ella.
- ¿Así de fácil?
- Yo no he dicho
que sea fácil, pero tienes que hacerlo.
- No puedo. Ayer lo
intenté y creí que se moría. Natalia es una cazadora, no una recolectora. No sé
cuantas veces nos habremos reído de eso, de que en esta casa no había
recolectores ni cuidadores de la manada. Pero aún así, si sólo fuese lo de su
despido, podría…
Natalia se llevó una mano al pecho.
El corazón se le había desbocado a la sola mención de la palabra ¿Despido?
Claro que no la habían despedido. Sin duda estarían molestos con ella por no
haber llamado para avisar de que no trabajaría ese día. No entendía cómo había
olvidado hacerlo. Se habrían vuelto locos para encontrar a otro piloto a última
hora, pero no la habrían despedido por eso. Natalia Reynas era la mejor. Y en
cuanto terminase aquella conversación estúpida llamaría a la compañía.
- … mis suegros,
Javier.
- Así que tampoco
le has dicho nada de eso.
- ¡No puedo! Anoche
casi se muere…
- Eso no es verdad.
Tuvo un episodio grave de ansiedad, pero nada más.
- ¡Nada más!
¿Entonces porque actúa como si no pases nada? Si los muertos fuesen mis padres
yo no…
Natalia respiró muy hondo varias
veces antes de permitir que su cerebro continuase pensando. Sus padres vivían
en una residencia y había hablado con ellos el día anterior. Estaba claro que
la estrategia consistía en que ella perdiese el control. Seguramente habían
previsto que se quedaría escuchando y toda la conversación formaba parte del
plan. Pero ella era más lista de lo que pensaban y no lo revelaría. Su única
misión en la vida era aquella y no la traicionaría ¿Cuántos años había
conservado el secreto? No lo recordaba. Notó que se le encogía el estómago y
que la frente se le humedecía de nuevo de sudor: no recordaba cuándo le habían
revelado el secreto. Ni recordaba quién lo había hecho. Como si alguien le
hubiese lavado el cerebro. Cerró los ojos tan fuerte que vio miles de puntos
luminosos sobre los párpados. Las manos le temblaban y sentía como si algo la
hubiese paralizado: No recordaba qué era lo que debía proteger.
Tras unos segundos de indecisión
irguió la cabeza y se miró en el gran espejo de cuerpo entero. Se vio
demacrada, asustada, enferma. Sonrió. Entraría en el despacho de aquel hombre
que no era su marido y le seguiría el juego ¿Qué importaba que no recordase el
secreto? ¿No era mejor un secreto desconocido, imposible de revelar? Habían
tratado de engañarla, la habían retenido y probablemente conseguido que
perdiera su trabajo. Ahora era su turno. Abrió la puerta del despacho y, antes
de recitar su texto, observó que la bufanda gris colgaba del cuello del
desconocido.
Y, antes de anunciar que mañana viene la gran comedora de cocido apuchujado, Irene Comendador, que sabe convertir garbanzos y patata en pan de lembas ante los ojos de un batracio y dos amigos, explico que: este relato en dos partes data de 2004 y que la semana que viene vuelvo a lo mío. Las enfermedades nos ponen trabas y estas dos semanas han sido duras. Mis disculpas.
Y ahora, con todos ustedes, desde el rincón más bonico de España: ¡¡¡¡¡Irene!!!!!
Gracias por un nuevo palabro (apuchujado)
ResponderEliminarPero..., pero..., nos vas a dejar asín? Amosnomejodas, el relato no seguirá otro rato? Tantas preguntas sin respuesta..., un universo tras la puerta..., joer..., que chungo..., eso-no-se-hace :-)
Pues lo venía pensando en el metro, pero la historia que quería desvelar está desvelada, así que... Sí, me temo que así se queda :)
EliminarPues no sé qué es lo tuyo, pero desde luego esto que acabo de lerr...esto es lo tuyo Ali.
ResponderEliminarBuenas noches
Gracias, Manu.
EliminarMuchas.