Continua la BlogVela que te tiene engachad@, confiesa, no te limites a decírmelo por privado. Grita a los 4 vientos que la continuación de "Cuarentañeras" te divierte y te entretiene. Y que sus follones son tus follones y que, ¿quién no ha conocido a una Rita Postín cualquiera o tiene en su armario a una doña Emilia escondida? Pues eso.
Se admiten sugerencias.
PRIMERAS IMPRESIONES...
El comienzo de la cena discurrió sin demasiados altercados,
gracias a que todos los presentes estábamos hambrientos y preferimos engullir a
tirarnos pullas. Pero a la altura del consomé, puede que demasiado pronto, doña
Emilia volvió a la carga.
—Me cuenta Eduardo que eres actriz, qué interesante, ¿no?
Decidí replicarle con idéntico retintín.
—Bueno, en realidad soy licenciada en marketing y empresa
pero sí, creo que los mejores años de mi vida los he pasado como “Belinda
corazón de fuego”.
—Pero para eso habrás estudiado, ¿no? —indagó la tal Basilea
con muy mala baba y una pizca de tonillo.
—¡Qué suerte! Yo siempre quise dedicarme a… —comenzó Dora. Su
madre la calló en el acto con una mirada como un cañonazo de artillería.
—Pero ¿qué tonterías estás diciendo? ¿Tú actriz? Tú eres, y
siempre lo has sido, una señorita.
¡Anda! ¡Mírala! Conque ella es una señorita y no puede ser
actriz por esa razón, de modo que deduciendo… ¿Yo qué soy? ¿Un putón verbenero?
—¡Oiga, Emilia…! —me indigné. No me dejó continuar. Mutó su
expresión crispada por otra más dulce que las tejas con miel y mirando a mi
padre de reojo, hasta se permitió cogerme la mano en plan mamita.
—Puedes llamarme de tú, querida, tutéame, no olvides que seré
tu “casi madre” en breve. No puedo
esperar a que eso pase, estoy tan, tan dichosa… Imagino que sabrás la clase de
hombre especial que es mi Eduardo.
¿Su Eduardo?
¿Todavía no había firmado el acta matrimonial y ya lo había comprado? Miré
horrorizada a mi padre, solo para comprobar que se le caía la baba a
chorreones. ¿Acaso él no percibía las mismas señales de mala energía que yo?
¿Tan necesitado de cariño estaba? Porque si así era y llevándomelo a vivir a
casa podía evitar aquel morrocotudo resbalón llamado boda, estaba dispuesta a
cederle mi cuarto y hasta los rizadores para el pelo.
Pero no. Él nunca dejaría de vivir en Valencia.
Agarré a mi hijo de un brazo y tiré de él sin compasión.
—Vamos al baño.
—¿Los dos juntos? —se entrometió Emilia.
—Sí, porque… hay… —Mi asquerosa mente me dejó con el culo al
aire.
—No tengo ganas, mamá —remoloneó mi polluelo.
—Tienes que mirarme la herida —dije con precipitación.
—Podría ir una de tus hermanas —sugirió Emilia pestañeándole
a papá como una vulgar corista. Miré la jarra del agua y su cabeza de moño
apretado y decidí que lo mejor era desaparecer un rato y calmarme antes de
ceder a mis tentaciones y bañarla de arriba abajo.
—Venga, Rafa, acompaña a tu anciana madre. —Le guiñé un ojo y
pareció captarlo.
Me siguió de mala gana, claro, pero me siguió, que era lo
principal. Nos atrincheramos en el pasillo que daba acceso a los servicios sin
intención de ir más allá.
—¿Qué opinas? ¿No te parecen horribles?
Rafa se encogió de hombros.
—Si no las conozco, apenas han hablado.
—Pero una primera impresión te habrán dado, así, al pronto,
¿qué te parecen? —lo azucé. Que este niño es más flojo que un muelle de guita.
—Son feas y están amargadas —resumió con calma—. Es normal.
¡Anda!
¿Cuándo dejará de sorprenderme la lucidez de mi criatura?
Y no contento con eso fue y añadió:
—Igual podrían ser divertidas y simpáticas, entonces me
gustarían mucho. A mí si son altas o bajas, guapas o no, me da lo mismo. Me
gusta la gente maja, con eso me conformo.
Di que sí, Rafalito, querido. Acababas de soltar una verdad
como la catedral de Burgos de grande. La gente maja, independientemente de su
físico, es irresistible. Pues mira, debí sentirme generosa en aquel momento
porque decidí que las hermanas Brontë me caerían bien y que hurgaría por debajo
de sus hurañas corazas hasta conseguir ganarme sus corazoncitos, que fijo que
los tendrían.
Sí, sí, ya, ya.
¡Ay, Lola! ¡Qué inocente eres!
Continuará...
Y mañana, algo dulce. Muuuuuy dulce. Mi preciosa Alicia Pérez Gil con sus galletas.
Es que hay impresiones e impresiones... menuda situación.. yo también me iba al baño por lo menos jajajaja
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