— Álvaro, deja a tu hermana y
recoge lo del salón, que lo has puesto todo patas arriba— decía Karol en tono
enfadado.
— No, si lo peor no es lo del
salón, has visto cómo ha dejado Mario el cuarto de baño, olvídate de las sales
de baño y los jaboncitos de colores—dijo Regina al entrar y ver el estropicio.
— Pues esos jaboncitos son de So,
verás cuando vuelva lo que le va ha encantar la idea— siguió Alicia desde la
cocina.
— Pues parece que no vamos a
tardar en ver la respuesta, creo que está sonando la llave en la cerradura y es
ella con Nicolás— dijo Karol mientras despegaba un chicle del aparador.
— ¡Hoy me tienes hasta las
narices, bonito! La próxima vez te quedas en el colegio y duermes sobre algún
pupitre, a ver si así no te da por hacerme pasar vergüenza donde sea— gritó So
mientras arrastraba a Nicolás hasta su cuarto.
So lo dejó allí encerrado, a
sabiendas de que la destrucción del cuarto sería de Defcom 12 cuando entrara de
nuevo. Se puso las manos en la cara y empezó a híper ventilar. Estaba agotada
tanto física como mentalmente. Pero no había llegado aún a saber lo que había
pasado con sus cosméticos y demás maquillaje en el baño, buena cuenta había
dado de todo aquel arsenal cosmetológico el urinario, gracias a las manos
traviesas de Mario.
Connie salió de la cocina con
todo el pelo pringado de una especie de salsa verde y los ojos a punto de
estallarle de pura ira.
— Madre… ¿Qué vienes, de la
guerra? — Le preguntó Regina a la rubia de pelo pastoso.
— Es que mi chiquilla hoy dice
que no quiere puré, ella es así, más bonica, más graciosa, más…. ¡yo la mato! —
Karol agarró a Connie del brazo antes de que cometiera una estupidez y ordenó
al resto de amigas sentarse en el sofá.
— Y a todo esto, ¿dónde está Irene?
— Preguntó Alicia.
— Déjala, pobrecita, se ha
llevado la peor parte, fue al parque con Margarita y los gemelos, creo que esta
noche la rubia sonriente tendrá una de esas jaquecas que tanto le gustan—
respondió Karol.
— Vamos a ver, pero ¿nosotras no íbamos
a ir mañana al parque Warner? — Preguntó Regina sujetando a Mario de las
muñecas y regalándole una mirada de aviso.
— De eso nada, yo no me meto con
toda la tropa en un sitio como ese, verdaderamente vosotras queréis morir.
Conmigo no contéis— dijo So antes de pegar un grito ensordecedor al ver su
neceser desparramado por el suelo del aseo.
— Un momento, creo que me falta
alguien— comentó Connie mirando la sala con preocupación.
En esos momentos Irene traspasaba
la puerta del piso con las tres criaturitas que hacían sus vidas mucho más
“entretenidas”.
— Es la última vez que llevo a
estos dos a ningún sitio. La nena se ha portado muy bien, pero estos demonios
están para encerrarlos en una cámara acolchada. Le han levantado las enaguas a
una pobre anciana, que además escaseaba de ropa interior. ¡Casi llama a la policía!
— De verdad, que nos falta un
niño, ¿dónde se ha metido Laura? — Preguntó de nuevo Connie buscando a la
hermana pequeña de Álvaro por todas las habitaciones.
Las seis taconeras empezaron la búsqueda
de la mocosilla de pelo rubio, que tenía aquella fijación por el juego del
escondite, aunque nadie estuviese jugando.
Por fin la encontraron dentro de
un armario, escondida en un pequeño hueco, en el que solo se le veían cuatro
pelillos del flequillo.
Pero aquella maniobra de
distracción ocasionó lo que los niños estaban buscando, meter en una misma
habitación a las seis mujeres. Los gemelos cerraron el pestillo por fuera y
atrancaron la puerta con una de las sillas del salón.
— ¡Fiesta! — Gritaron todos los
niños al unísono, mientras las taconeras forcejeaban la puerta del dormitorio
para salir.
***
Connie pegó un respingo y se
levantó de la cama sofocada, había tenido una pesadilla horrible y se
encontraba mareada. Salió al salón para dirigirse a la cocina y así poder beber
algo de agua fresca que le aclarara las ideas, aquellos sueños se le repetían
de vez en cuando y la dejaban machacada.
Pero por el pasillo se encontró
con Regina, que al ver su cara lívida, la paró en seco.
— ¿Qué te ha pasado, rubia? — Preguntó
alarmada Regina.
— ¡Buf! No te haces una idea del
sueño tan vivido que he tenido, nuestros hijos… muchos, todos, eran unos
completos demonios que nos las hacían pasar putas. Era como vivir en un manicomio
infantil, que desazón tengo ahora mismo…— contestó Connie frotándose los ojos y
la cara con las manos.
Regina la abrazó y le dijo que se
clamara, que solo se trataba de una pesadilla.
Las dos juntas entraron al salón.
— ¿Lo ves, nena? Nuestros
pequeños son unos angelitos, ahí los tienes a todos pintando y jugando con la
plastilina desde hace más de dos horas sin rechistar. A ver cuándo dejas de
soñar esas cosas con los niños, pero si todos son un encanto de modales
ejemplares— dijo Regina, calmando a Connie y haciéndole ver que sus temores de
madraza eran totalmente infundados.
Y mañana viernes viene el plato fuerte, la entrada que no os podéis perder, las letras con marca registrada y de mejor calidad, nuestra Connie Jett nos contará como cada semana qué hacer antes de los 30, ¿te lo vas a perder? Yo no lo haría ^^
Ahhhhhhhhhhhhh! Sabes que me pueden los peques, te imaginas las seis taconeras y las futuras generaciones juntas. ¡Ay madre, eso sí que sería un espectáculo o como bien tú dices manicomio infantil! jajajaj
ResponderEliminarUn besazooo Irene!!! me ha encantadooo y me piro contigo al parque!
Jajajajja joder, los nenes, menudos hijos de put... no, no de eso no por respeto a las mamás vamos a vosotras... uuuh ya la he liado. :P
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