Puedes hacer lo que quieras para engañar a la muerte pero el tiempo pasa y,
en ese pasar, te acerca de modo inexorable al momento en que ¡Plof! Se te
fundan los plomos. Iba a hacer un guiño a nuestro gran cantautor. A. Sanz, pero
he pensado que mejor no. Por lo de mi dudosa reputación, que no es plan de
confirmar.
Ayer me sucedieron dos cosas tangencialmente relacionadas. La primera
surrealista, la segunda doméstica. Caminaba por la calle de Alcalá a una altura
a la que la florista no llegó nunca, donde el norte de Madrid linda con el sur
de La Rioja, también conocido como “Emplazamiento donde Cristo perdió la
sandalia”. Caminaba por allí, digo, cuando de un portal salió una mujer con una
carpeta de clip, un bolígrafo y un pelo-bollo digno de Chayanne pero en mujer
(melena negra cardada a la altura del hombro) recogido a un lado con un pasador
gigante. Yo llevaba mi abrigo rojo y mis gafas rojas estilo Pantoja –si la Pantoja
se atreviese a llevar gafas rojas- y oí que la mujer se dirigía a mí en estos
términos:
- Disculpe, señora ¿Conoce usted la Termomix?
- No, gracias.- Contesté.
La respuesta correcta era que sí, gracias. Pero que no, no me iba a comprar
una. Lo que pasa es que llevaba prisa. Que luego mi cita llegó tarde, pero yo
la prisa la llevaba.
Me miré, ofendida y asustada, en un escaparate y constaté que el abrigo,
por rojo que sea, es un poco de señora: muy recto, nada divertido. Y que
combinado con una falda evasé príncipe de Gales y las botas marrones sin tacón…
Pues eso, que un poco señora sí que parecía. Con el abrigo quitado y mi
canalillo al aire es otra cosa –Me empeño en justificar a voz en grito.-, pero
llevaba el dichoso abrigo puesto.
A ver, no me gustó ¿Qué queréis que os diga? Estoy acostumbrada a que me
digan que parezco mucho más joven de lo que soy. Tengo unos rasgos aniñados,
coloretes sobre unas mejillas redondas, cara de pan que hace poco madura… Y
además asumo que parecer más joven es bueno. Intrínsecamente bueno. De donde se
deduce que parecer más viejo o incluso parecer lo que uno es, se entiende como
algo negativo.
En cualquier caso no le di mucha más importancia al asunto. Tenía yo
grandes esperanzas en la tarde noche de ayer e incluso grandes expectativas,
ahí a lo Dickens, que de hecho no se vieron nada, pero que nada defraudadas.
Tenía que decirlo: orgía de licantripiros con cerveza, vino y huevos
estrellados mola. Aunque sea lunes y el país no lo levante hoy ni su madre. La
cosa es que irse de cañas con la rubia de los lunes tiene lo suyo. No solo
porque se sabe más palabras que tú y todos tus ejércitos –Yo con el contexto me
apaño y suelo parecer lista.- , sino porque la tía te coge una guedeja de pelo,
descubre una cana, te mira con los ojos entornados y sonrisa sardónica y te
suelta:
- Bru, tienes que hacer algo ahí ¿eh?
- Tía, no. Estoy haciendo muchos esfuerzos para no teñirme.
- ¿Y eso?
- Porque mi pelo es así.
La So rubia frunce ceño y nariz, lo que le da un aspecto apetecible o más,
y niega con la cabeza.
Esta mañana, claro, con un poco de resaca –No mucha, yo me fui a la una y
media casi sobria.- , me he puesto a leer un libro de crecimiento personal,
autoconocimiento y bla bla bla y, de repente, me ha abofeteado la epifanía: ¿No
me había dicho la misma rubia un rato antes, mis terapeutas todas las veces,
mis mejores amigas durante años, los muchachos de mi vida y todos a quienes he
dado oportunidad que a mí quien me quiere me quiere por mí misma y que si no,
no vale? Entonces ¿Tengo que aceptar que no soy perfecta, que hay cosas de mi
carácter que me perjudican y otras que me benefician y que tengo que vivir con
ambas categorías pero a la vez debo teñirme el pelo?
No me cuadra.
El libro este de autoayuda me decía que puedo escornarme contra la pared
para cambiar mi cuerpo y el número de veces que sonrío tanto como quiera, pero
que quizá debería pensar qué sucederá cuando el cuerpo me traicione. Porque, ya
lo decía yo ahí arriba, podemos hacer lo que se nos antoje para engañar a la
muerte, pero el hecho es que llegará: la piel se arruga, los músculos se
entumecen, el pelo blanquea primero, a veces escasea después, la flaccidez hace
estragos, las manos se llenan de manchas, el escote se apergamina, los ojos
pierden brillo, duelen los pies, se anquilosan las articulaciones. Eso sucede.
Y si no nos hemos trabajado mucho lo que de verdad importa, cuando el declive
nos alcance estaremos solos.
Creo en la inversión de tiempo para que nuestro cuerpo se convierta en la
mejor versión de sí mismo. Porque si se mantiene elástico alcanzará una edad
provecta en mejor estado y nos ayudará a vivir más sanos y mejor. Creo en una
alimentación saludable por los mismos motivos. En lo que empiezo a dejar de
creer es en la necesidad de ser guapos y jóvenes a toda costa.
La juventud tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La madurez tiene
también sus inconvenientes y sus ventajas. Si nos anquilosamos en los 29 nos
perderemos las mieles de los cuarenta. Si nos empeñamos en aparentar 35
perderemos la serenidad de los 50. Imagino que todo esto sonará cogido por los
pelos. Es lo que tienen los pensamientos recién estrenados. No obstante, se le
puede dar una vuelta a la idea a ver qué se nos ocurre: ¿Qué ganamos en
realidad cuando participamos en esta carrera contra el envejecimiento? Y, para
el caso de que no ganemos nada ¿Quién
gana con la carrera en sí?
Y mañana una rubia muy viva nos contará sus cosas... No se pierdan
Yo sigo dándole vueltas al significado de "orgía de licantripiros con cerveza, vino y huevos estrellados", porque la cerveza, el vino y los huevos estrellados me parece bien, lo de la orgía me parece aún mejor, pero ya lo de los licantripiros suena a "tripi" de licántropos, y no se yo si a mi edad puedo tomar de eso :-)
ResponderEliminarPor cierto, importar no importa nada, pero tíñete la puñetera cana, y verás que bien! Tambien esta la opcion de un abrigo rojo que sea transparente para que se vea el canalillo, que eso ayuda porque la gente te mira y te sube la autoestima :-) que no se porque coño todos le llamamos AUTO-estima si es EXO-estima...
La cosa es que irse de cañas con la rubia de los lunes tiene lo suyo, pero con ambas debe ser de aupa. EL cuerpo no traiciona. Sólo avisa de cómo están las cosas, para que me acepte. Me acompaña siempre si yo quiero, y me abandona cuando quiero que sea diferente. Hace mucho que me da igual la edad (casi desde siempre), pero últimamente me he dejado barba, y barba sale canosa, y se me nota más viejo. Pero siempre digo que lo que hace es decir la edad que de verdad tengo, y me gusta.. porque quiera o no es la que es, así que bienvenido cada año, cada mes, cada día y cada segundo nuevo, si es aprovechado.
ResponderEliminarBesos y feliz resaca a las dos
Querida y muy achuchable , a la par que abofeteable, Bru:
ResponderEliminarTu entrada está muy bien (me ha encantado lo de la zona de Alcalá donde la florista nunca llegó), es muy reflexiva e incita a la meditación o al suicidio colectivo, nos quedaremos con lo primero y aplazaremos lo segundo hasta que la visita de nuestra nefasta amiga sea inexorable.
Pero, y digo yo, ¿Qué tendrán que ver los cojones para comer churros? Si la leche te la vas a llevar igual, estimada Bru. Porque que yo te quiera tal y como eres, que lo hago ,o que la vejez llegará, que lo hará, no quita para que, mientras tanto, no puedas vivir lo mejor posible.
Si no, ¿ no debería yo, acaso, para aceptarme a mí misma , dejarme unas melenas inguinales que me llegaran hasta los tobillos? No, dear Bru. Como decía mi madre: “Lo cortés no quita lo valiente y cómete la sopa, coño, ya”
Ya llegaré a eso.
EliminarPorque tengo reticencias a la hora de afirmar hay que prescindir de la estética, pero es lo que me pide la razón. Cuando, además de pedir, la razón razone, te contesto.
Mientras tanto, teñirse el pelo no sé en qué va a mejorar mi vida, salvo en la cosa de la autoetima. Y si mi autoestima depende de mi pelo, mal vamos...
Cada día que pasa, y cumplimos años, en vez de sentirnos más libres nos vamos generando nuevas esclavitudes.
ResponderEliminarNo, gracias. No, gracias. No....gracias