Hay
cosas en la vida que deberían, sin discusión, ser eternas: el primer beso,
comerse una palmera de chocolate, cuando tu padre te comenta lo orgulloso que
está de ti, aquel aplauso del día del estreno en el teatro de aficionados… Sin
embargo, para nuestra desgracia, en esos álgidos y maravillosos momentos el
segundero corre que se las pela y todo pasa sin volver a repetirse.
Lo
único que permanece intacto e inmutable en nuestra vida (bueno, en la vida de
la mayoría de nosotras, motas rosa) es el puñetero “estar a dieta”. ¡Qué
ascoooo!
A
saber: nos ponemos a dieta después de cada navidad, antes de la semana santa y
del verano (la operación bikini es ya un clásico), e invariablemente, todos los
lunes. Nos llenamos de buenos propósitos, nos creemos con la voluntad
suficiente como para llegar hasta el final sin hacer trampas y por supuesto,
antes de comenzar la dieta, nos pegamos un buen atracón de todo lo habido y por
haber “para despedirnos”.
Ay,
qué excusa tan socorrida. Yo la utilizo cada dos por tres, qué queréis que os
diga.
La
verdad es que comemos de pena; tenemos una asignatura pendiente en el cole:
nutrición. Comemos pero en absoluto nos nutrimos. Si lo hiciésemos, nos harían
falta menos cremas y muchos menos tratamientos de belleza, los kilos de mas no
nos amargarían la vida y tendríamos, de ordinario, mejor humor y una piel
reluciente. ¿Por qué diablos nos enseñan a memorizar las ciudades en los mapas
y no nos adiestran acerca de los alimentos y su tremenda importancia?
Las
mujeres somos esclavas de la dieta, de los kilos de más que pensamos que nos
sobran, siempre hay algo de lo que deshacerse a toda velocidad. Las tiendas nos
vuelven locas con sus cambiantes tallas; la necesidad de estar perfectas para
ciertos eventos sociales nos llevan a cometer auténticas atrocidades con
nuestro organismo; la dieta Ducan es, a medio plazo, terrible para el hígado
(recordad que solo tenemos uno y que debe durar, en lo posible, toda nuestra
vida) y todos los edulcorantes que emplean en las bebidas y alimentos “Light”
son cancerígenos activos o en potencia.
¿Por
qué nadie nos enseña qué es exactamente el aspartamo? ¿Cuándo nos piensan
aclarar por qué los E seguidos de un numerito en la etiqueta impresa de los
alimentos se refieren a aditivos cancerígenos? ¿Que para que los bífidus que
nos venden a bombo y platillo hicieran efectivamente la labor que prometen
necesitaríamos ingerir alrededor de un kilo diario de yogurt? ¿Que el dolor y
el pánico que sienten los animales sacrificados a la hora de morir “inyectan”
hormonas y sustancias altamente tóxicas en la carne que luego nosotros
consumimos?
Madre
mía, el negocio en torno a la alimentación y a las dietas da miedo, no para de
crecer y da pingües beneficios, os lo aseguro. No nos dirán la verdad ni nos
informarán porque ello llevaría al traste sus magníficas empresas. ¿Qué queda?
Responsabilizarnos de nuestra propia salud, informarnos por nuestra cuenta,
buscar alimentos lo más sanos posibles y enterarnos de qué comemos.
La
mayoría de las veces que gritamos “necesito ponerme a dieta” nos sobran menos
de 6 kilos y casi todo es inflamación. Los “malos alimentos” además de no
nutrir, nos hinchan. Los precocinados tienen tal cantidad de sal que retenemos
líquidos (la temida celulitis). Cuando nos privamos de comer, cuando pasamos
hambre, estamos de un humor de perros. ¿Merece la pena? ¿No es preferible
sonreír y ser feliz en lugar de extremadamente delgada? A fin de cuentas… ¿lo
que busca la mayoría de la gente no es gustar a los demás? ¿Y no gustas más si
no echas chispas, rayos y centellas por la boca?
Que
sepas que el positivismo y una risa franca y sincera atraen mucho más y mejor
que una cintura de avispa. Muslos torneados y culo prieto (otro día hablaremos
de los milagros del deporte) combinados con cara de acelga pocha, sirven de
poco. El efecto es efímero y luego te quedas sola… eso sí, con tu cintura
divina.
Y mañana... Ya sabéis. Las mejores galletas del mundo, las de la suerte, las de mi amiga Alicia Pérez Gil.
A dieta de disgustos. Es de lo único que me privaría yo. Y de infelicidades
ResponderEliminarA veces vosotras mismas os veis como en la tele, que engorda. Aparte de que aunque querais reducir donde os molesta, el cuerpo es mu kabrito y reduce antes en otros sitios. Entre abrazar hueso y tocar chicha prefiero abrazar sin miedo a romper.
ResponderEliminarPor cierto, no todo E-xxx es nocivo, para muestra algunos:
E-101 (vitamina B)
E-300 (ácido ascórbico, vitamina C)
E-306 (vitamina E)
E-330 (ácido cítrico)
E-260 (ácido acético; vamos, el vinagre de toda la vida)
E-508 (cloruro de potasio; la sal común es cloruro sódico)
EliminarYa, churri, pero sintético... ajjjjco...
Besos muchos (y auténticos)
R.R. (Martin llega mañana)