Os tenía abandonados y lo
siento. Imaginaros mi carita de pena, multiplicada por mil galletas oreo’s que
veo y no puedo comer. ¡Qué coshita! Y encima son las bañadas en chocolate
blanco, ains.
No tengo muchas excusas,
pues todas negocian con los dos señores que rigen mi vida: don tiempo y don Morfeo,
fundamentales para que no tropiece.
¡Vale! Ya os dije que no
es excusa, lo importante y nueva misión para mí, es sentar cabeza.
Aquí me veis –no me veis,
lo sé- pero es lunes y ¡síiiiii! ¡Surprise! Estoy escribiendo la entrada del
viernes.
Os la merecéis y espero no
defraudaros porque cada vez más se me complica el panorama.
Aquí voy:
Sábado por la tarde:
Mis padres y yo en el
museo Nacional del Padro, -¡ohhh, ahhhh, ajá, ohhhh!, luego muertos de frío un
paseíto por retiro –grrrrr. Más tarde en un típico restaurant capitalino devorando
un cocido calentito que por poco no quedan ni los huesos, y finalizando el tour
rapidito, ya en el autobús-rojo rodeados de japoneses, descendemos en el bernabéu haciendo oídos sordos a los comentarios de mi padre hacia dos mujeres
que lo único que celebran de fútbol son las noches que la televisión no lo
emite y os vais al bar.
En fin, después de
redescubrir Madrid y todos sus puntos imperdibles para un turista de fin de
semana, tocaba la gran cena familiar.
¿E Irene? Pues Irene
después de recoger a mis padres en el aeropuerto y reírse de mí mueca
alegre-preocupada decidió saltarse la parte guía turística ya que en casa de Karol
había encuentro y las chicas tenían invitados.
La cena sería en un
conocido restaurant que eligió Jóse, nos encontraríamos allí a las 22, mi padre
se mostraba desconforme con el horario de la cita:
―Tu amiga no se imagina
que la gente mayor cene temprano ―suelta enfadado a los cuatro vientos.
―¿Tú mayor? Entonces ya va
siendo hora que te quites ese ridículo pendiente en la oreja. ―lo corta mi
madre, una señora que aparenta siempre cuarenta años en todos sus sentidos,
sobre todo en la energía que irradia, y claro que los pasó hace décadas.
Yo los miro y admiro,
entre quejas y chillidos siempre juntos y enamorados como un matrimonio puede
llegar a estarlo, sin la ceguera esa que lo envuelve todo. Ahora se acompañan y
se aman con ojos que ven y aceptan.
Luego me atropella la duda
¿Amiga? No, no ha sido un error de teclado.
―¿Tú sabes con quién vamos
a cenar, verdad papá? ―le pregunto mientras nos estamos sentando.
―Sí, con tu amiga, Irene,
la chica tan guapa que ha venido a recogernos.
―Mmmm no, justamente no es
una chica papá ―le contesto con el terror de princesa encerrada en una torre
por un padre que quiere protegerla de las hienas machos.
―Te digo yo que es chica,
vamos, sé reconocer unas lolas hechas ―contesta riéndose.
―No te hagas el gracioso,
que tu hija te está queriendo comunicar algo importante.
―Que sí, que quiero
presentaros a una persona muy especial para mí ―interrumpo a mis padres, mientras
veo como un Jóse disfrazado de novio serio con gafas y camisa blanca se acerca
para estrechar la mano de mi padre.
―Pues eso, papá, mamá él
es Jóse, mi, mi… mi compañero de piso ―suelto nerviosa.
―¿Compañero de piso?
―responde Jóse y de repente se apaga
para siempre la música del mundo, el silencio nos inunda.
―Sí, mi compañero de piso,
que es gay, que no pasa nada entre nosotros ―agrego y me vuelvo a enredar.
―¿Gay? ¿Y a ti qué te pasa?
―dice Jóse, con una mirada punzante.
―E Irene ¿dónde está, tu
amiga? ―pregunta mi padre.
―Vale ya, que le estáis
dando un susto al chico, Jóse encantada, sé que eres el novio de nuestra
pequeña malvada.
―¿Será una broma? ¿El
novio de quién? ―contesta mi padre enfurecido―, ¡No! ¡Novios no, lo sabes que
lo tienes prohibido! Tú tienes que casarte con el hijo de Antonio se lo prometí
el día de su muerte, no puedes hacerme esto.
―Pero papá… yo.
―¡Qué no! Vámonos ya de
aquí ―vuelve a insistir mi padre cogiéndose el pecho ―.Ah, no siento el brazo, ¡ah!
Un pinchazo en mi corazón. ―Agrega simulando un ataque cardiaco.
―Siéntate papá, tranquilo
―le digo mientras veo como se desvanece en una silla.
―¿Llamo a una ambulancia?
¡Por favor, qué alguien nos ayude! ―dice Jóse pálido por las noticias y la
situación.
―¡Qué no hombre, qué es
broma! ―dice papá riéndose.
―Es bromita, no me mates
―le digo abrazándolo por la cintura.
Mientras las carcajadas se
oyen hasta en Cuenca, mi padre le suelta:
―¡Bienvenido a la familia!
******Y mañana sábado no te pierdas a KAROL SCANDIU, una persona maravillosa que yo estaré achuchando en Madrid, ¡buen finde!******
******Y mañana sábado no te pierdas a KAROL SCANDIU, una persona maravillosa que yo estaré achuchando en Madrid, ¡buen finde!******
Hala!! El padre tan malvado como la hija, es que queréis matar al pobre Jose de un disgusto??? Madre mía que maldad jejejeje Y por cierto, que conste que yo le he cedido mi puesto en la comida a Jose, pero luego me voy con tus padres a tomar café, he dicho!! Genial como siempre nenita mía :D
ResponderEliminarEl que no llega a los 30 va a ser el pobre chico
ResponderEliminarJajaja... graciocillos salieron, eh?? Pobre, Jóse!!! Se han pasado, eh? ;) Al fin parece que sientas cabeza, bonita ;) Un abrazoooo!!!
ResponderEliminarPor dios contigo y con tu padre... me habéis dejado pegaita a la silla. Pobre Jóse que no sbe la que le ha caido encima con su novia y el padre de su novia. Jejejejeeee... vaya par de dos.
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