El agua es la base de la
hidratación y la hidratación es la base de la belleza. Esto lo decía Ben Stiller
en Zoolander, en parodia a los
anuncios de Nivea, vestido de sireno (¡tritón, tritón!)
Pero el agua no es siempre
tu amiga.
De hecho, uno de mis
pobres hermanitos estuvo a punto de morir ahogado, si bien, cierto es, que esto
no dependió tanto del agua como de su, por entonces, falta de volumen corporal.
Ocurrió de la
siguiente manera. La mañana era calurosa, como suelen serlo en Benalmádena en
agosto. El mar se presentaba tentador y en apariencia apacible; sin embargo,
unas juguetonas olas de escasas dimensiones habían hecho su aparición, pero
eran demasiado pequeñas para que alguien pudiera considerarlas una amenaza.
Esto fue un error que casi acaba en tragedia.
Mi hermano Chino
(siempre ha tenido ese mote, se lo puso mi abuelo porque cuando nació, estaba
amarillo) chapoteaba feliz y despreocupado, próximo a la orilla, sin imaginarse
que el peligro le acechaba. Lo vio venir, pero no calculó las consecuencias.
Una gorda de mediana edad que, tras retozar en el agua cual elefanta marina y
bajar su temperatura corporal, dio por concluido su baño y se disponía a retornar a su roca. Entonces,
quiso el destino que estos dos seres tan dispares se encontraran de cerca en el
peor momento, cuando una ola empujó a la inmensa mole que, carente por completo
de estabilidad, cayó encima de mi escuchimizado hermano. El pobre se vio
atrapado y con la cabeza sumergida. Intentó llamar la atención de la bestia
agitando sus manos, pero fue en vano. La mujer tenía tanta grasa que no sentía
su presencia. Un ligero vaivén de la corriente le hizo concebir la esperanza de
verse liberado, más también fue una falsa promesa, porque la gorda solo se
elevó unos exiguos centímetros para desmoronarse otra vez encima de él. El
chico estaba aterrorizado, empezaba a faltarle el aire y fue consciente de que,
si no hacía algo, su breve paso por este mundo acabaría allí. Su esquela
anunciaría: Vivió rápido (y tanto), murió joven y sucumbió aplastado por una
gorda.
¡Qué patético! Así que
una furia ciega, nacida de la desesperación, surgió en su interior. Se habían
acabado las contemplaciones, era una lucha a vida o muerte y la segunda no
entraba en los planes del Chino. Cerró el puño y golpeó a la mujer con saña.
Llevaba una coraza almohadillada, esto daba ventaja a la gorda y dificultaba la
operación, pero él no pensaba darse por vencido. Sacó fuerzas de flaqueza, se
creció ante la adversidad, y al final un derechazo en las costillas logró, por
arte de magia (o de fuerza bruta) que el monstruo marino reaccionase y se
incorporara de un salto hacia arriba.
Mi hermano
consiguió respirar y vivió para contarlo, pero todavía a día de hoy recuerda
que hace muchos años, cuando todavía era un niño flacucho, estuvo a punto de
perecer bajo las nalgas de una descomunal gorda.
El tiempo pasó y el chico
creció y cuando ya era un hombre decidió que necesitaba aprender a boxear.
Muchas cosas habían pasado desde que era un chiquillo revoltoso que se caía
vestido en el mar cuando intentaba atrapar a los cangrejos que se escondían en
los recovecos de las paredes del atracadero en el puerto. ¡Aiiiiiin, nostalgia!
Tus labios no me son amargos, nena.
Recuerdo también que,
cuando éramos pequeños, mi madre nos apuntó a natación. Íbamos en grupos desde
el colegio, que tenía algún tipo de acuerdo concertado con un polideportivo
cercano. Aquí me olvido del agua y se me aparece otra cosa; mierda
Recreo la escena.
Estábamos un grupo mixto de niños y niñas de edades comprendidas entre los
cinco y los siete años en los vestuarios femeninos (porque, ya se sabe, en
realidad, por defecto, y hasta que no se diga lo contrario, en la infancia
todos debemos ser chicas. Eso o que traumatiza menos ver los redondeados
atributos de las dulces mujeres que los colganderos de los audaces machos).Allí
nos desnudábamos todos en pelotón y a cascoporro; colocábamos nuestra ropa como
dios nos daba a entender (por eso nos es de extrañar que luego hubiese algún
intercambio de abrigos, zapatos, camisetas y algún que otro matrimonio
interracial entre calcetines o zapatos, porque la mente de los niños es más
pragmática que la de los adultos.) y nos poníamos los bañadores y esos
sugerentes gorros condón de goma con la mitad del pelo fuera. Tras toda esta
operación, nos íbamos a la piscina y nos pasábamos una horita muy rica, dando
vueltas como peonzas en el agua.
Un día, estábamos
todos en esta maniobra, cuando, un chico, llamémosle Pablito (nombre ficticio)
se quedó en pelotillas para introducirse en el traje de baño. Él estaba a su
bola, sin hacer mal a nadie. Entonces se giró y notó como todo el mundo lo
observaba en silencio.―¿Qué pasa? ― Preguntó el nene.
Nadie respondió. Hasta que uno, de estos
listillos que siempre hay, abrió la boca para anunciar en voz alta lo que los
demás, excepto el pobre implicado y puede que también algún despistado, ya
sabían.
―¡¡¡Pablito tiene
mierda en el culo!!! ―Sentenció Fulano, haciendo gala de esa mala leche que los
tiernos infantes guardan dentro de sí (no nos engañemos. Los críos puede que
sean inocentes, pero también son unos cabrones de tomo y lomo).Ya abierta la
veda; Zutano, Mengano y Rigoberto corearon la gracia al unísono. ―¡¡Tiene
mierda en el culo!!
El afectado se
quedó pálido y aún intentó salvar su dignidad con un socorrido «¡Eso es
mentira!» A la vez que giraba la cabeza para intentar verse el trasero (algo
que solo pueden hacer las contorsionistas chinas y alguna stripper profesional).
Por desgracia era cierto. Allí, en medio de su glúteo derecho, había un pegote,
todavía intacto, de caca color marrón verdoso. Pablito mudó del blanco a un
rojo tomate intenso y, todo nervioso, intentó deshacerse del cuerpo del delito,
para lo cual, no se le ocurrió nada mejor que intentar quitárselo, sin
mediación de nada, con las manos desnudas. Esto con toda lógica fue
contraproducente, porque el mojón quedó impregnado entre sus dedos. El chaval
miró aquella pringue maldita y maloliente que parecía haber decidido unirse a
él en cuerpo y alma. El resto, por su parte, no dejaba de reír y de burlarse de
su víctima. Pablo cada vez se excitaba más, lo que le llevo, en un intento
frenético por librarse de sus deposiciones, a agitar las manos de forma
compulsiva. La caca salió disparada en todas direcciones e impregno en su
recorrido a Fulano, Mengano, Zutano y ya de paso pues a todos los demás
congregados. Esto tuvo un efecto liberador para Pablito. El tema no volvió a
salir a la luz. Puesto que todos habían quedado implicados en mayor o menor
medida y ninguno quería ser la comidilla de los recreos; el asunto se dio por
olvidado. De esta forma, el marrón que metió a Pablo en aquel embrollo, también
le sacó de él.
Estos recuerdo de mi infancia
de nena topo me llegan tras leer la prensa y darme cuenta de que las situaciones
cambian pero que es esta vida las cosas se solucionan a hostias o haciendo al
resto partícipe de tu propia mierda.
Aquí, reinterpretando la
realidad para no encabronarme.
Grabaciones, entrevistas,
presentaciones, sesiones de fotos para Private mediante, mañana habrá Mota Rosa
de Regina Roman.
Pues con todos los respetos, no me gusta ninguna de las dos formas de resolverlo. Cuando empecé a leerlo se me ocurrió lo del "Be water my friend", pero como que no pega. Ojalá siempre haya otra forma de resolverlo todo..y si no la hay, pues que paren el tren que me bajo del mundo
ResponderEliminarEstás segura de que se llamaba Pablito y no Luis? :P
ResponderEliminarLa cosa parecia ir de recuerdos infantiles entrañables (o no tan entrañables), pero luego, ¡zas! mierda volando por to los laos :-(