sábado, 23 de marzo de 2013

Galletas de la suerte - El apagón


Podría parecer que no, pero escribir no lo es siempre todo, ni es lo más importante. A veces lo que marca la diferencia es la nada. Michael Ende la describió como una especie de niebla gris que se lo comía todo.  Luego la personificó en un lobo. Un animal terrorífico de ojos rojos como el infierno y fauces dispuestas a devorar a Bastian Baltasar Bux. Yo se lo habría agradecido ¿A quién se le ocurre transformar a los pobres uyuyuys en aquellas mariposas estúpidas?

En fin, hablábamos de la nada y de su relevancia en la vida de una persona.



La nada es tratar de dormir durante doce horas porque estás de vacaciones y lograr nueve de milagro.  Dar vueltas en la cama y pensar que no quieres levantarte. Que sí, que hay mil cosas que hacer, pero que quieres cerrar los ojos, darte la vuelta y seguir en el limbo. Como resulta que tu cuerpo, que es muy listo –O eso dicen.- decide que no, continúas con tu nada: te levantas, calientas leche en el microondas nuevo, que ni conoces ni tiene marcas para los minutos que no son múltiplos de cinco,  escoges  un Rosabaya de tu tarro de cafés estilosos, tuestas un poco de pan y te vas al salón. Como el desayuno quema a rabiar, pones la tele y te das cuenta de que has grabado del Divinity 22 capítulos de Las Chicas Gilmore.
 
Pasar las siguientes doce horas pegada a la tele viendo cómo una mujer de cuarenta y pocos suelta frases absurdas por esa boquita es la nada. Sobre todo porque ya sabes cómo termina la serie. La nada y tú sois buenas amigas y ya has pasado por esto antes. Entre vosotras, además, existe un pacto tácito e inquebrantable: puedes comer lo que quieras que en esos momentos no pasa nada. Como en casa tampoco tienes un arsenal, tu atracón se limita a los restos de una tarta de zanaoria con nata.

¿Por qué la nada es buena y conviene sustituir literatura y vida con ella? Pues porque la nada no exige nada. Te permite apagar el cerebro. Cuando una es como Sadako y su cabeza nunca para, unas horas , quizá unos días, de distracción sirven para calmarla. En este caso han sido unos días: Anatomía de Grey, Las chicas Gilmore, Mujeres desesperadas, Tu casa a juicio, Sálvame diario, Girls y muchos hidratos de carbono. Y muchos cafés demasiado calientes.  Para embotarme.

Está más aceptado socialmente el alcohol. Una está pocha, queda con su amiga la rubia y se la agarra de no menearse. El problema es que yo no estaba pocha, ni pachucha ni triste. Temo que esto sea difícil de entender. Existe vida más allá de la tristeza, de la alegría, de la cólera y de los sentimientos que generalmente manejamos. El cerebro es terreno desconocido a la par que complejo. Y hay que respetarlo. Porque del cerebro vivimos.

Ocurre que, como siempre,  lo que no usamos a diario  o lo que desconocemos necesita ser deglutido, procesado y vomitado en términos inteligibles para nosotros. Pedir comprensión para estos estados de ánimo es lo mismo que pedir a una señora de setenta años, votante de derechas, que respete los piercings faciales de un adolescente actual.  Creo que lo mismo pasaría con una de izquierdas.

La abulia, el apatismo, la astenia, las ganas de nada, vaya, asustan. Asustan de igual modo que las ideologías ajenas. Ya he hablado en otras ocasiones de la tiranía de la alegría.  De que si no estás como unas castañuelas saltan las alarmas de todo el mundo y surgen los mensajes de apoyo. Inmediatamente brotan de la nada las personas que te quieren y que te recuerdan que debes alegrarte de la vida y agradecer lo que tienes.

No hay mucha diferencia entre la obligación de aparecer siempre impecable y la de estar siempre alegre. No existe mucha distancia entre el deber de ser delgado y gozar de una buena mata de pelo y el de sonreír a toda costa. Y lo entiendo: los estado de ánimo grises y las barrigas deformes deben de ser recordatorios de la vulgaridad y la muerte en un mundo poblado por personas que no reconocen su propia mediocridad o la temporalidad de su vida.

El martes, antes de que llegara la nada con el miércoles a librarme unos días de mí misma, escribí en mi diario que había pasado las cuatro  mejores horas de mi vida y que aún duraban. Lo hice mientras tomaba un café frío en mi bar de siempre. Llevaba un chándal lleno de manchas de pintura, un forro polar que debe sus virtudes caloríficas a los pelos de gato que se han entretejido con la tela original y unas zapatillas de deporte de hace diez años. Salía del gimnasio, donde había estado ensayando pasos de salsa con tanto ritmo y galanura como un topo en la superficie. Un topo sordo, por precisar; en una clase de amas de casa y chicas en paro con las que sudé y me reí.

Sin glamour, sin estilo, sin literatura y justo antes de la nada. Para recordarme que la vida es mucho más que la nada y mucho menos de lo que pretendemos: menos complicada, menos exigente, menos difícil.

Si nos permitimos reír cuando corresponde y llorar en el momento necesario. Si nos apagamos  un momento de vez en cuando.




Y el lunes nos iluminará So Blonde. Seguro que con alguna brillantería salida de su Blonde mind

2 comentarios:

  1. Yo prefiero el arpegio, pero dedicar tiempo de la nada a un placer es "algo". Pese a no haber causas precisas, pillársela con la rubia es "ALGO". No hacen falta motivos para todo, pero eso no significa que sea "nada". Te apagues o no, nadie te exige el glamour diario, pero si echamos de menos tus galletas, y a tí. Salga como salga el tema del traajo y otros aspectos que nos vuelven grises, lo que eres lo llevas contigo..y eso..eso es mucho más que ALGO. Me alegra leerte de nuevo. Un beso (casi nada, ya es casi invisible ;))

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  2. Pues nada..., nada en la nada o no nades nada, pero nada de lo que no nades hará nada, asi que no pasa nada.

    Cuando el cuerpo, la mente, el alma, o las entrañas te piden nada, pues hacer caso debes. Es que se ha acumulado tanto ruido que hay que limpiarlo. En mi caso es el silencio, el dormir, las series, y los caramelos ácidos de naranja y limon, esos que son tan grandes que parece que tengas un flemón.

    Asi que nada..., no pasa nada..., porque asi es como debe ser...

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