martes, 26 de marzo de 2013

La mota rosa: labores domésticas




Muchos leerán el título, pondrán cara de póker y preguntarán con la boca abierta: “¿eso que es lo que es?” Y es que para jolgorio de muchos y jodienda de otros pocos, las labores domésticas son las grandes desconocidas del mundo moderno. Y no tan moderno. Hasta no hace mucho, su denominación no era comprensible si no iba atada a la idea de “mujer, fémina, hembra” y se las llamaba “tareas propias de su sexo” (hay que jod***se). Así rezaba en los documentos de identificación oficial y tal y cual. Nadie protestaba, porque nada mejor para ser un buen ciudadano, un citizen de orden y pro, que aceptar los mandatos sociales y gubernamentales con una sonrisa y total sumisión. No te premian pero tampoco te fastidian. Tu paga, calla, come y sigue como puedas, esa es la consigna.

Vuelvo al tema doméstico, que me apasiono y me desvío, que esta semana estoy de descanso creativo y me palpita la vena reivindicativa. He tenido que ponerme a mudar muebles de habitación y acometer la “limpieza y reorganización primaveral” pa no explotar como un cohete. Vamos al lío:

Desde un punto de vista masculino, las labores domésticas no existen. Son “cosas” de la casa que habitualmente se hacen solas. Porque  ¿cómo si no, se explican esos cestos hasta el borde de ropa pestilente, esos carros de platos sucios acumulados en el fregadero, esas sábanas de la cama que se cambian (con mucha suerte) cada dos meses, esa ropa de deporte y/o interior esparcida por los rincones? ¿Eh? ¿Cómo? Hasta que viene mamá, o la asistenta, o la novia de turno y pone cada cosa en su lugar. Lo que me asombra y me deja perpleja no es que no los hagan es… ¡¡que no les molestan!! ¡¡No los ven!! ¡¡No los huelen!! ¡¡Los obvian, saltan por encima!!

¿Cómo lo hacen? Yo quiero ser hombre…


De sobras sé que mi entrada (y mi tono jocoso, distendido y graciosín) levantará ampollas, que hay por ahí sueltos hombre muy apañaditos que se manejan en casa mil veces mejor que una mujer. Pero por más que escueza estaréis conmigo en que son minoría y que el origen de la puesta en marcha está, por lo general, en una situación de necesidad ex-tre-ma. Hablo de lo que he visto (y veo), no me invento nada, lo juro por la torre de Babel. Mis conclusiones son contundentes. Os cuento y las comparto con sumo gusto:

Misterios de la nueva era: el modo virtualmente mágico en que los fabulosos gayumbos “viajan” desde el suelo del dormitorio al tambor de la lavadora, de ahí al tendedero y vuelta al cajón de la ropa limpia. ¡Voilá!

Mandamientos del macho: ¿para qué hacer la cama, si por la noche la voy a destrozar enterita? 
Pues qué queréis que os diga… La cosa tiene su lógica.

Las camisetas no se planchan: razón, “nadie se da cuenta si están arrugadas”. 
¡¡Inocencia divinaaaaaaa!! ¡¡Ternuritaaaaaaa!! ¡¡Pero qué monos soooon!!

A pesar de todo os queremos, os amamos y podemos vivir con vuestras… peculiaridades. Pero solo porque Dios creó a la mujer flexible, flexible, flexiiiiibleeee.

Hasta el martes próximo, amores ;)




Mañana, que es miércoles, cita obligada con las galletas de Alicia Pérez Gil (si no me las han cambiado). No os escaqueeis...




8 comentarios:

  1. jajaja
    No levantaré ampollas, así que ... ¡viva la minoría silenciosa!..y no diré más.
    Besos RR
    Manu

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  2. Lo he captado, Manu ;) siempre supuse que eras una joya.

    Besossss

    R.R. (Martin)

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  3. Una cosa es una cosa..., y seis media docena :-)

    Quicir..., una cosa es "labores domésticas" y otra esto, y te cito:

    "He tenido que ponerme a mudar muebles de habitación y acometer la “limpieza y reorganización primaveral” pa no explotar como un cohete"

    Vamos..., vamos que nos vamos...

    Que cambiais el sofá de sitio 3 veces para acabar con el puñetero sofá donde estaba antes..., y solo por dejaros llevar por vuestro espíritu de no estar de acuerdo ni con vosotras mismas :-)

    Abro paraguas XD

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    1. Huy, huy, huy, voy a tener que traerte una semanita a vivir conmigo. Una servidora, cuando cambia el sofá, lo cambia como la española cuando besa: de verdad y pa otro año y medio.

      Palabrita del Niño Jesús. Las tareas domésticas son, como su mismo nombre indica, labores domésticas. No te escaquees...

      R.R. (martin está fregando platos)

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  4. Quanta, qué malo eres jajajajja y digo malo porque por el comentario eres hombre.;). Mi madre era muy dada al cambio de muebles y huíamos como alma que lleva el diablo mientras nos avisábamos unos a otros de la "mudanza" jajjajajaja. A lo que iba que me enrollo. Yo soy empleada de hogar y puedo corroborar que todo lo que dices es cierto, tanto en la casa donde trabajo como en mi propia casa. Pero una cosa me pregunto. ¿Cómo lo hacían nuestros padres para que nosotros no tuviésemos la habitación como si los ladrones ya hubiesen pasado por allí? porque yo recuerdo mi habitación impoluta y que no se me ocurriera dejar algo por en medio, que tampoco se me ocurría, porque se me caía el pelo. Y mis padres no me gritaban, castigaban, etc. Tengo que aprenderme esa lección a ver si así puedo ejercer de profesora...que me hagan caso ya es otra historia.

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    1. Jajajajaja verdad verdadera. Antes se valoraba más el orden (y el concierto); el tenerlo todo apañadito, cada cosa en su lugar era signo de eficiencia y en el caso de chicas, de "buena mujer de su casa". Hoy creo que tiene más importancia el largo de la falda.

      R.R. (Martin escurriendo platos)

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  5. Yo soy una rara avis, lo confieso.

    De madre neurótica y hermana más, padecí los efectos de una enfermedad malísima debido a la que se podía comer en el suelo de mi casa y rechupetear el inodoro sin miedo a contagio de ningún tipo.

    Con el tiempo y la convivencia junto a un par de norteamericanas en el país de la moqueta en el aseo, un novio sajón, otro madrileño y el actual, que comparte gentilicio de segunda generación con José Mota, puedo asegurar que me he curado.

    Cambio las sábanas una vez al mes si me acuerdo, no hago la cama porque no me dura hecha, pelusas de todo tipo cruzan mis pasillos y hacen picnics en el salón, se me acumula la plancha más que la celulitis y mi mi microondas ya no sirve para esterilizar instrumental quirúrgico.

    De lo que no me he curado es del sentimiento de culpa que viene con la relajación de las costumbres, pero todo se andará...

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    1. Mi madre se levantaba de la mesa para coger un trapo y frotar las huellas de dedos que acababa de descubrir en la puerta. Con el tiempo, si no se ha curado, te aseguro que se ha relajado y una servidora, que se pasó los primeros dos meses de casada recogiendo prendas tiradas por el suelo (por cierto, muchas de ellas ropa interior usada), pos también.

      Algo bueno que trae la madurez, que te importa un pito toooooooooooooo.

      besos, morenaza.

      R.R. (Martin que sigue hecho un neurótico)

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