martes, 5 de marzo de 2013

La mota rosa: rivales





Si hay algo que como mujer siempre me ha llamado la atención es el empeño que pone todo el mundo mientras crecemos, en que veamos al resto del universo femenino como rivales en lugar de cómo compañeras o colegas. Puede que lo mío sea el resultado de un trauma infantil, de desear tener hermanas y quedarme con las ganas y en consecuencia, ver en cada congénere el complemento ideal que me entiende y me apoya hasta el final.

Porque luego te vas al mundo real, te das un garbeo y lo que ves te pone los pelos de punta. No es así en absoluto.

Pero ¿no podría serlo? He ahí la cuestión. Claro que podría. Los humanos y las humanas disponemos de mecanismos para llevarnos bien y proyectar cosas junt@s sin hacernos continuamente la puñeta. así que, ¿qué demonios está pasando?

Hagamos un sencillo test; porfaplis, respondan mentalmente a las siguientes cuestiones:

-       - Llego a un bar (terreno neutral) y sorprendo a mi chico dándose el morreo con una morena desconocida. ¿A quién desmoño primero? ¿A él o a ella?
-       - Entro en una sala abarrotada de gente. Un buen samaritano me advierte al llegar: ”cuidado, te están criticando”. ¿De quién sospecho primero? ¿De ellos o de ellas?
-       - Entro nueva a trabajar en una oficina. Cuando veo que el 90% de mis compañeros serán hombres, ¿me alegro o se me ponen los pelos de punta?

Si tus respuestas coinciden con las del 86% de las humanas, te tirarás en plancha contra la lagarta que se está trajinando a tu novio, sospecharás de las invitadas de la sala y te alegrarás, aliviada de que el peligroso corral de gallinas esté en minoría. Por supuesto que hay excepciones, estamos generalizando o de lo contrario no podríamos charlar.




Así que mi pregunta/conclusión es. ¿Estamos las hembras genéticamente incapacitadas para sentir afecto por nuestras congéneres? ¿Hay algo en nuestra naturaleza que explique la rivalidad que administra nuestras relaciones?

Hay quien afirma que esa rivalidad la han alimentado, a los largo de los siglos, los hombres. No digo que no sea cierto, cuando no sobrevuelan elementos masculinos en nuestro horizonte, colaborar y llevarnos bien no resulta tan difícil. Sin embargo, en cuanto una posible conquista aparece… Nos volvemos como lobas, combatiendo por destacar, por ser la más visible y atractiva, por llevarnos el gato al agua, su atención, sus sonrisas. Nada para desestabilizar un grupo de mujeres, incluso si son amigas, como la llegada de un hombre deseable o atractivo.

¿Es posible que algún varón en la antigüedad fuese lo suficientemente listo como para anticipar lo poderosas e invencibles que serían las mujeres si se unieran? ¿Es posible que consciente y voluntariamente decidieran adjudicarnos el papel de “muñecas de adorno” y convencernos de que nuestra fragilidad y apariencia externa eran nuestros únicos valores? Dicho de otro modo, que una mujer se convertiría en meritoria siempre y cuando conquistase el interés de los hombres. Visto así no es difícil comprender que arrasar con el enemigo, con las rivales, con las “otras”, sea un paso estratégico imprescindible en esta batalla cruenta de la vida.




Pero podría ser de otra forma. Si nos empeñásemos en cambiar esa fea realidad.

Luego está el asuntillo de las envidias. Me preguntaron un día, en un programa de la tele, si la envidia era un “pecado capital” exclusivo de las damas. No creo que lo sea, pero la vivimos con mayor intensidad y capacidad destructiva. En los hombres, la envidia se simplifica: suele centrarse en el éxito social y la idea es unitaria, global, simple. En el caso de las mujeres, puesto que nos convencen de que nuestra valía depende del aspecto físico, hay mil y un detalles de la rival que pueden despertar nuestros “odios”: si es más alta que yo, o más pelirroja y exótica, o su nariz es más chiquita, o es más radiante, tiene mejores dientes, su risa suena más cantarina, luce mejor la ropa, es más elegante, ocurrente o pizpireta, si sus ojos son más brillantes y almendrados, su cabellera más espesa, sus manos de pianista; si su carisma me convierte en gris invisible, si es aguda sin resultar pedante, si el maquillaje le queda mejor, si su peluquero es un genio, si cocina como los ángeles…

La lista es interminable, podría continuar, pero ¿pa qué, si ya me habéis captado? Con semejante listado de opciones y posibilidades, raro será no encontrar en cualquier mujer que tengamos enfrente, algo con lo que rivalizar. Y sufriremos. Y nos ganaremos o crearemos una enemiga donde antes no había sino posibilidad en abstracto, de simpatía, apoyo y compañerismo.

No sé lo que pensaréis vosotros, en especial, vosotras. Para mí, no merece la pena. Quiero ser amiga de mis amigas, admirar a mis colegas y no malgastar mi vida peleando. El batallar desgasta mucho, arruga y agría el carácter. Luego diremos que somos feas pero es que la cara es el espejo del alma. ¿Cómo la estamos viviendo?




Me despido con besos y achuchones varios hasta el martes próximo. Mañana miércoles saciaremos por fin, nuestra necesidad de algo dulce. Las galleta de la suerte, con Alicia Perez Gil. Amén.


11 comentarios:

  1. Me gustan las personas que rompen tópicos. Sólo te ha faltado que no sólo ocurre con posibles conquistas o tipos atractivos. A veces se compite por una simple amistad o un poco de atención. Pero tienes razón. Es como lo de que chico-chica no pueden ser simplemente amigos. No sé si será por ser invisible, a veces hasta estando a un palmo, pero me gusta tu reflexión.
    No hay que librar las batallas inútiles que quieren otros que se libre.
    Ya sabía yo que merecía la pena esperar a acostarse.
    Besos

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    1. Jajajajaja eres grande. Como lector y comentarista. Solo puedo darte un "gracias".

      R.R. (Martin te saluda también, todo emocionado)

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  2. Si algo tiene, como en tu encuesta, un 86% de coincidencia, es para pensar que no, no es que tu mamá te avise ya desde pequeñita de lo taimadas que son todas tus congéneres, aunque luego no haya para tanto. Así pues, deberíamos pensar que más que sociológico, o quizás además de sociológico, existe un componente primitivo (de primario, no de unga unga) que tiene que ver con eso que está tan de moda en los medios, la famosa "pervivencia de la especie". :P

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    1. Ummm... No sé yo hasta qué punto la pervivencia de la especie depende de machacar a tu hermana. Mi novela "Un féretro en el tocador de señoras" incluye una profunda reflexión acerca del universo femenino que viene a coincidir con alguna de estas conclusiones. No es literal pero se resumiría en: "¿Todavía no nos ha explicado nadie que pasó la era de las cavernas, cuando la subsistencia de la especie empujaba a la mujer a luchar por conseguir y conservar su macho? Era el único modo de quedarse preñada y perpetuar la familia. Y luego había que asegurarse de que el troglodita en cuestión cazase para nosotras y nuestros hijos en lugar de ir tonteando por ahí, regalando trozos de mamut a hembras despendoladas y calenturientas. Ya en esa época perdimos las mujeres el sentido de la solidaridad para aprender a coger a la rival y desmoñarla. Una pena"

      Pero claro, si algo tiene de bueno la pluralidad es que todos los puntos de vista son chachis :)

      R.R. (Martin os adora ;))

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  3. Hola Regina,
    Nos conocimos en el Encuentro RA. Hablamos en el primer bar que fuimos el viernes y te conté que me habían robado una vez en el metro ¿te acuerdas? jeje.
    Bueno, el caso es que es cierto que hay muchas envidias entre las mujeres, hace poco en mi trabajo, en la zona donde estoy, no había ni un chico. El ambiente era horrible, entre ellas se tiraban los trastos, luego cambiaron de sitios a unas y a otras y ahora hay más chicos y chicas. Ahora hay un equilibrio y lamentablemente (y afortunadamente para mí porque era horrible la tensión que se respiraba) todos se llevan mejor.
    De todas formas, siempre he pensado como tú, no entiendo porque tiene que haber esas rivalidades absurdas. Me da igual si es chico o chica, me gusta poder ayudar por igual a la gente, odio las envidias, porque te arrastran. Sin embargo, soy optimista. Tengo a mi alrededor muy buenas amigas, nos apoyamos mucho las unas en las otras. Creo que en general, tendría que haber más comunicación entre todas y se evitarían muchas cosas.

    Por cierto, si veo a mi novio besarse con una morena, tengo clarísimo que no voy a por la morena. El capullo para mi es él.

    Un besazo Regina. Te sigo ;-)
    Jessica Lozano.

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    1. Jajajaja Jessica, me encanta!! Eres de las inteligentes, cielo, lo penoso es que l@s que pensamos así, no seamos mayoría porque todo iría como la seda. También he tenido la oportunidad de vivir y observar una gran oficina donde solo trabajaban mujeres y... Bueno, parte de mis experiencias están vertidas a modo de ficción en "Muerta de envidia". Ese asfixiante microcosmos donde cada una jugaba a hacerle la puñeta a la otra y donde afortunadamente también conocí la amistad y a chicas estupendas, me inspiró para analizar la envidia.

      Un besito grande, grandeeeee!!!

      R.R. (Martin)

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    2. Yo trabajo con muchas mujeres y no pasa eso...

      En serio. No somos todas amigas, claro, que somos muchas. Pero no nos maltratamos por deporte, no sé.

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    3. La verdad es que así es como debería ser, pero en la mayoría de los casos y lamentablemente, no lo es. Prueba a intruducir un elemento "de interés" en vuestro ecosistema y estudia las reacciones.

      Está claro que hay diferentes grados de rivalidad, si no, esto sería la selva madre; nos referimos a lo que abunda. Ainsss... Y esa calma en oficinas con muchas mujeres (sea aprente o real) cuesta tanto de mantener...

      Los problemas con un entorno masculino son muy diferentes. La mota rosa los tratará otro martes.

      besos, besos, besos

      R.R. (Martin)

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  4. El gilipollas es él.
    Me critican ellas.
    Me asusto mucho. Trabajar sólo con tíos es asfixiante a saco y frustrante más aún. En mi experiencia las mujeres somos más resolutivas y menos competitivas.

    Talmente de acuerdo.
    Hay una cosa fea fea que sin embargo funciona: a los hombres se les puede seducir y a las mujeres no. Por supuesto, esto pasa porque seas del tipo de mujer que seduce a los hombres para que no vean o al menos no expongan tus carencias. Las mujeres no son seducibles y por tanto podrían ser menos amables. Es por justificar, no creas.

    Ideología, descubrimiento del papel del esperma en el ciclo de la vida y uso de la fuerza bruta más religión católica, apostólica y romana os contemplan, señoritas.

    La pregunta importante es: Y de esto ¿cómo nos deshacemos?

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    1. No creo que la solución a los dilemas sea seducir a nadie, ni hombres, ni mujeres. Puestos a pensar, las mujeres también son seducibles aunque con otras armas. El asunto es por qué nos tiramos a la espalda como leonas, por qué la solidaridad entre mujeres es tan escasa (debería ser la regla general, no la excepción).

      Bueno, quizá no tengas los mismos dilemas filosóficos que yo me planteo, son mis cosillas, es que hay días en que me levanto... rara.

      Pero te quiero mucho y lo sabes.

      R.R. (Martin se despide hasta el martes próximo)

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  5. No, no. Si yo estoy de acuerdo conmigo. Mi comentario era una explicación ajena a mí. Lo que viene a ser una ida de olla.

    Lo que sí creo a pies juntillas es desde "Ideología" hasta el final.

    Besito, reina mora.

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