miércoles, 20 de febrero de 2013

Encuentro en tacones. En el amor y la guerra...



Un día alguien dijo que en el amor y la guerra todo vale. Valiente cabrón el que comentó aquello, ya estuviese en una trinchera entre dos piernas o saboreando el néctar de las balas, ni pies ni cabeza debería tener el tipo/tipa en cuestión.
Empezaremos con el amor, si me permitís elegir.
El amor, ¡el amor! Ese sentimiento que se puede despertar en los lugares más insospechados, con las personas menos esperadas, quizás, incluso con las menos indicadas, pero ahí está, dándote de hostias hasta que te das cuesta de que has caído como un idiota; ya no hay manera de deshacerse de la opresión en el pecho y tu cabeza solo tiene una imagen. Empieza la lucha (y sigo hablando de amor), una lucha por la supervivencia, por estar en pie pese a quién pese y pase lo que pase, tengas la respuesta que sea y se den cómo se den los acontecimientos.
Te planteas lo bueno o malo que eres, lo poco o mucho que tienes que ofrecer a ese amor que acaba de aparecer en tu campo visual, en tu ventrículo derecho o izquierdo (a veces lo ocupa todo y no deja raciocinio para nada más)
Pruebas (como buenamente se puede) a desenmarañar los hilos que se han roto dentro de ti, desvelar el secreto de si será o no un amor correspondido, si hay posibilidades y todas esas mierdas. A veces se consigue, otras, mejor accionar el interruptor en forma de gatillo y pegarse un tiro entre las cejas, evitando que el calibre del arma sea tan grande como para que la tapa de los sesos se reviente y lo manche todo a su paso (y sigo hablando de amor y no de guerra)
Y ahí estás, con tu veredicto, o con la falta del mismo, jodido y con el mundo vuelto del revés, con las manos en los bolsillos y sin saber qué paso dar a continuación. El miedo a equivocarte siempre saca lo peor de las personas.
En escasos casos (sí, lo que puesto adrede) tienes la suerte de ser correspondido, de sentir que el amor rebota contra la pared del frontón de tus sueños y te llega de nuevo, un boomerang que no siempre trae la misma intensidad, pero que recibes con los brazos abiertos y la frente despejada, dejando que te golpee con toda su fuerza y sin darle importancia al morado de tu cutis. Los cardenales no siempre duelen.
Bendito el que puede contar esta historia con final feliz, y la palabra final tiene la connotación más extendida, de meses, años, décadas y toda esa parafernalia de llegar a envejecer juntitos y agarrados de la mano. 

La guerra, ¡la guerra! Esa hija de la gran puta con cara de muñeca de porcelana y vestido a ganchillo, que esconde su sonrisa maquiavélica tras rizos rubios sintéticos. Ese diablillo (descripción amable, no os quejéis) que se pone en el hombro de la gente cuando dudan sobre si hacer el mal o el bien, sobre dar o no una oportunidad a las personas que tienen en frente. La guerra es un calentón, como cuando vas en coche y paras en la cuneta sin preservativos (y sigo hablando de guerra y no de amor), la tienes que meter pero no quieres consecuencias; el problema es que tienes dónde meterla, ahí, para ti, y te olvidas de los momentos buenos pasados, de lo que el futuro te puede deparar, de lo que ese acto impúdico y alocado te puede traer. Y caes, ya te digo que caes, como un idiota (nuevamente) caes en la equivocada-agradable sensación de insultar (taladrar, ametrallar, apuñalar o matar si cabe) al objetivo elegido, y se lo sueltas todo, no dejas bala en la recamara porque piensas que es el último duelo y después de ese momento se acabará todo, pero no es así, luego llegarán como viles fantasmas los arrepentimientos, los “yo no quise decir esto y aquello”, los “solo ha sido un mal día”, etc, etc… y todos los etc. que se os ocurran. Y entonces te ves solo en tu pensamiento, como a la niña perdida en el centro comercial que nadie reclama por megafonía, sin saber si tirar por el pasillo de las conservas o por el de los detergentes, sin saber cómo solucionar la guerra que tú mismo has iniciado por un pensamiento fugaz que no lleva a ningún lado. Y lo peor de todo, lo más horrible, es saber a ciencia cierta que, si volvieras marcha atrás volverías a despotricar de la misma manera, bañando de salpicaduras los ojos de tu enemigo, hasta el punto de dejar de ser persona y convertirte en algo que hasta tú mismo desprecias.
A toda esta entrada no creo que le encontréis ningún sentido, no lo tiene, no lo busquéis. 
Solo una pequeña recomendación, desde mi humilde opinión y sin querer ser más o menos que nadie: cuando ames, ama profundamente, sin restricciones, sin engaños, dándolo todo, que no se rompan los posibles lazos por inseguridades o la falta de palabras y actos. En la guerra, mejor ir desnudo y contando mentalmente hasta el millón antes de soltar cualquier mierda que tu cerebro piense en un instante. Dicen que las palabras se las lleva el viento, yo creo que una persona vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Como veis, dos puntos de vista opuestos para dos cosas que no son tan distintas.
Nuestras seis chicas me miran de reojo y bajan la cabeza, no porque se sientan aludidas, si no porque cada una de ellas rememora sobre su vida y las veces que han tenido que enfrentarse al amor y la guerra, por desgracia y en ambos casos, demasiadas veces. 







 Mañana como cada viernes no os perdáis la entrada especial de mi querida Connie, ella sí que sabe contar las cosas y dejarnos bien claro qué hacer antes de los 30. Hoy me permito el atrevimiento de darle un beso enorme a mi rubia y por supuesto, al resto de mis compañeras de camino.

3 comentarios:

  1. Pues creo que tiene mucho sentido. Realmente una entrada diferente Irene, pero muy sugerente, muy de esas que te hacen pensar y dan ganas de charlar sobre ello. Sin embargo seguiré tu consejo y ... callaré.
    Un placer la lectura, como siempre, te mire quien mire de reojo. A todos nos pasa..tarde o temprano

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  2. Un texto "redondo" de esos tuyos que parecen la cuadratura del círculo y luego son un dodecaicosaedro con punta :P

    Hay una frase de San Agustin (bueno, el título de un poema) que me gusta mucho por lo que implica: "Ama y haz lo que quieras."

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  3. Muy bueno, guapetona, como siempre ^^
    El amor es maravilloso, pero tambien puede ser doloroso, depende las circunstancias, y siguiendo lo que dices, tu consejo, mejor no digomás jejejeje
    Un besazo!

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