sábado, 2 de febrero de 2013

Vaya par de Gemelas: De ser como la gemela y... cómo sea...



Vaya par de Gemelas: De ser como la gemela y... cómo sea...





     Le estuve dando vueltas a la carta que mi hermana la gemela rubia escribió el otro día, todo eso de decir algo de un modo que nunca harías en la vida real. Me llamó la atención. Ella, por si no lo habéis leído (ya estáis tardando, ¡que os veo!), escribió todo un reclamo de rabia e impotencia, soltando tacos (o lo que considera tacos, al menos), olvidando la educación de mariposa de colorines que nuestra madre nos inculcó, e incluso, pasando por alto lo que la abuela insistió en que aprendiéramos. Ha sido... interesante. Y digo interesante, porque después de hacerlo, a saber cómo demonios pasó, pero ahora ella, o eso dice, se siente “liberada”. Si algo le molesta, pega un par de gritos y les manda a freír tomates verdes, y tan a gusto que se queda. Y de eso yo entiendo. No de freír tomates, que cocinar no es lo mío, pero sí, de decir lo que me sale del alma y luego sentir que, por lo menos durante un tiempo, soy... libre.
    Entonces he decidido hacer lo mismo. No, no escribiré una carta a modo cabreo, porque eso sería como arrancar una hoja de mi diario (de tener uno, que no lo tengo, ejem), así que haré “casi” lo mismo. Escribí una carta diciendo lo que siento. Así a secas. Todo lo que siento. Sin preocuparme de sonar menos fuerte o un poco más débil o accesible al mundo en general. Pero qué conste antes de leerla, que eso fue ayer. Hoy estoy igual de cabrona que siempre. No intentéis aprovecharos de ello.

     “Ayer ha sido un día curiosamente extraño. No llovía ni tampoco hacía el frío que desde hace días azota la ciudad, enfría los pensamientos y, qué pena, llena de escarcha los corazones ajenos y nos deja vacíos y solos durante demasiado tiempo. Fue un día diferente, de estos cuando sale el sol tras semanas de bufandas y abrigos, de pajaritos que deciden cantar y no preocuparse por quedarse afónicos. Me sentía cursi de cojones. Perdón, cursi a secas. Y eso nunca presagia algo bueno. Porque, y que nadie sonría de media boca porque sabéis que es así, cuando miras al cielo y dices: qué día más bonito, qué bien huele todo, que... pisas una caca de perro (iba a decir mierda, pero la carta va de no soltar nada que diría siempre). O no. Y en lugar de mancharte lo zapatos como de esperarse, te tropiezas con el principio de algo que no esperabas y que, nunca podrás saberlo con seguridad, puede que malo o bueno. Eso ya depende del tiempo.
     Pero lo hice. Miré al cielo, las nubes de pronto me recordaban a peces y olas en el mar, incluso una cometa un poco más allá. Y al cerrarlos e inspirar profundamente, el olor de la tierra aún húmeda tras la helada de la noche pasada que se hacía agua gracias al sol tan ausente y de pronto bienvenido, dio paso a un aroma dulce y profundo que me trajo de vuelta a la realidad. Al mirar a mi lado, me quedé con las palabras en la boca al ver el hombre que ahora miraba al cielo, al mismo punto que antes mis ojos ocupaban; su entrecejo fruncido y mirada preocupada, hasta que se giró hacia mí, y tras una de esas sonrisas capaces de convertir rodillas en flan, soltó un “no sé qué miras, pero no veo nada”. Y yo de pronto sí que veía. Todo. Mucho. Demasiado.
     No contaré cómo me reí con cara de tonta ni tampoco el tono rosáceo de los coloretes acalorados. Solo diré que dos horas más tarde estaba en casa, tirada en mi cama en una postura quinceañera y con dolor en los mofletes de tanto reír, hablando por el móvil con un tipo que en poco más de lo que dura una película, me había atrapado.
     A veces la vida te sorprende. Te llena de colores cuando todo lo ves (y lo peor, te acostumbras a verlo) en tonos de grises opacos. Hay colores, incluso unos inventados, que solo los ojos propios pueden ver. Puedes encontrar belleza en una canción ñoña que nunca te haya gustado, así porque así, porque la escuchabas a los lejos mientras los ojos de otra persona invadían los tuyos sin pedir permiso. Llegando al corazón, ya de paso. Hay esperanza de reconstruir ese jarrón hace tanto roto cuyos trozos, a saber dios porqué, has mantenido guardados aún con la certeza de que nunca podrías volver a juntarlos. Porque de pronto, sin venir a cuento, te ves bella, hermosa, reflectada en los cristales de la gafas de montura que adornan otros ojos. Y, ahora tú no él, lo ve todo más claro.
     Estaba en una cafetería. La música era una mierda y miraba los hielos con parsimonia y aburrimiento. Me preguntó si podía coger la silla a mi lado. Y me vi de pronto hablando de mi viaje de la semana pasada o de como me gustaba el helado. Y me vi a mi misma en sus ojos.
    Iba en tren. Llegaba tarde. No tenía batería en el móvil y alguien nada delicado se dejó caer a mi lado con demasiada prisa y poco cuidado. Le miré. Me miró. Y de pronto, pude verme a mí misma en sus orbes marrones dorados.
     Caminaba por la calle. Hacia un calor horrible. Quería agua y saber por qué los autobuses nunca cumplían sus horarios. Me choqué con alguien, se cayó mi móvil, batería aquí cascos al otro lado. Y pude ver como de pronto mi rostro ocupaban sus ojos.
     No estaba en la calle. No veía nubes, era de noche, estaba oscuro, y poco más podía apreciar que el baos que salía de mis labios. Nadie se había detenido a mi lado, ni tampoco miraba al cielo conmigo, ni como yo, embobado. Era de noche. Hacía demasiado frío para estar en la calle, y en lugar de hablar sobre nubes con forma de corazones, de la nada, hablaba con el teclado sobre algo que no venía a cuento, una conversación que no sabía como había empezado. Para luego, cuando el tiempo se puso de acuerdo con los relojes, por fin, verme a mí misma reflectada en sus gafas y labios.
      Iba por la vida, cansada de autobuses, trenes, cafés amargos, mañanas de sol sin compañía ni pájaros, noches con frío, demasiado dentro y callado. No caminaba. No pensaba. No lloraba. Solo miraba, repasaba, leía y pensaba. Y como si el dolor ese que desde hacía tanto llevaba dentro se hubiese descuidado, sentí como otro inquilino se acoplaba entre mis costados, un poco más a la izquierda que a la derecha, justo debajo del esternón. Dio un vuelco. Lo sentí. Lo juro. Y, sin saber cómo ni por qué, simplemente, me había enamorado.
     Porque hay colores, hay días que brillan, es así, no lo puedes negar siempre. Por mucho que insistas en hacerte dura, fiera, amurallada, llegará el momento en que, sin que sepas cómo ni cuándo ocurrió, te pillará como una balazo en la espalda (the dog´s day are over, the horses are come... so you better run!).
     Ayer ha sido un día curioso. Me levanté sin ganas y hecha un nudo. Pero esos son los días que marcan la diferencia. Los que no esperas que lleguen en absoluto, y viene para convertir toda una vida en boceto tras una nueva novela que empieza con un simple saludo.
     Sí, no miraba a las nubes, ni pensaba en nada. Solo me dejaba llevar, como vengo haciendo desde hace mucho. Pensando en las cosas que pasaron, repasando los malditos capítulos e intentando no odiar al que los escribió, poniendo comas sobre mis puntos. Pero, entonces, en días como ayer, y pese a todo, llegó la prueba de que puedes reconstruirte si quieres. Puedes volver a hacer un corazón de un estrujado y seco nudo.
      Un día extrañamente raro. Sí. Y sé que no será el último. Toda vía me veo a mí misma en aquellas gafas y ojos marrones que me han devuelto las ganas de comerme el mundo.”

     —Lo dicho, eso fue ayer. Así que no te me pongas en plan quisquilloso, puedes volver a fruncir el ceño. ¡Ni una sonrisa!
    —Hum... eso... yo...
    —Ni se te ocurra, rubia.
    —¿Me puedes decir cómo se llama al menos?
    —¿Quién?
    —Vale, morena. Tú a lo tuyo.
    —Eso. Y tú... a lo que sea. El nombre dice...

***


*** 

 Y el lunes no os perdáis a So Blond y su magical Mind :D

6 comentarios:

  1. Precioso Karol, y sí, una se puede reconstruir aunque nunca sea lo mismo, habrá días de colores y luces, días de sombras y de todo pero es lo maravilloso de estar aquí y sabemos que sentimos por que la mayoría de las a veces duele, pero tu puedes y lo que tenga que ser será, así que sonríe un rato, incluso la otra gemela que bien lo merecéis y sino, pateadle el culo a alguien un rato :P y luego a otra cosa que aquí no ha pasado nada. Aquí guardaremos el secreto de que saques lo que hay dentro, tanto bueno como malo. Besotes.

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    1. Tú... mi Leila, si estás en mi corazón y en mi vida, y no sabes lo feliz que soy de tenerte... poco más puedo decir porque hoy ñoñería en las venas, y lo puedo decir muy bien con dos palabras:
      Te quieroooooooo (con eco) ^^

      gracias, preciosaaaaa:D

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  2. Uiuiui..., la gemela dura se nos ha enamorau..., en el momento menos pensado..., vas distraida por la calle..., tropiezas con alguien..., lo miras..., y ¡zas! te quedas pillada :-) Pos nada..., a disfrutar que son dos dias!

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    1. Pá que veas, rana mía... si de amores y rimas, de rimas y corazones, de estos músculos que laten a otros que no tanto sienten... qué me vuelvo poeta, mejor me callo y se lo dejo a la morena...:D

      besoss ranaaaaaa^^

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  3. A veces la vida te sorprende, sí. Y por ello brindo. Para no estar ciegos y poder dejarnos acutivar
    Manu

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  4. Lo has dicho todo, Manu: nos sorprende. Solo hay que permitirnos ver que lo está haciendo:D

    Besoss y gracias por estar aquí, allí, con nosotras y conmigo:D

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